Familia adquirida
Después de mi segunda pesadilla despierta (conocida popularmente como brote psicótico), y habiendo vuelto a vivir con mi madre, estaba desesperada.
Después de mi segunda pesadilla despierta (conocida popularmente como brote psicótico), y habiendo vuelto a vivir con mi madre, estaba desesperada.
Cuando decidí pedir ayuda porque no podía soportar más mi brote psicótico, aparecieron otros dos males, quizá se les podría llamar efectos colaterales de haber pedido ayuda.
Mi libro, que acaba de salir a la venta, se llama “La puerta esta abierta. Un viaje al inconsciente”, porque considero que mi brote fue una puerta abierta al inconsciente, al mundo de los sueños.
El desencadenante de mi brote psicótico marcó un antes y un después en mi vida. Fue a partir de entonces que se empezó a desarrollar mi tipo de trastorno: el trastorno esquizoafectivo.
Considero que mi brote psicótico fue complejo, supongo que como todos los brotes psicóticos o, incluso, como todos los trastornos.
Mi camino tras haber atravesado un brote psicótico, y no haber vuelto a tener otro, no es un camino de rosas en el que caminas con pie firme con la certidumbre de que, por ejemplo, contigo la medicación funciona y ya estás curado o que en tu brote psicótico se reunieron una serie de circunstancias que lo hicieron brotar y que, por eso, no puedes tener otro.
Cuando empezaba mi brote psicótico, al funcionarme la cabeza más rápido de lo normal, no hacía más que fijarme en los pequeños detalles, y los pequeños detalles empezaban a construir causalidades. Dos sucesos que aparecían cercanos en el tiempo, por simple azar, comenzaba a interpretarlos como relacionados entre sí.
¿Qué me está pasando? Lo más profundo de mi conciencia se lo pregunta. En algún sitio de mi cabeza, sé que me está pasando algo. Y aunque oigo cómo se lo pregunta, esa parte de la mente está escondida, la tengo encerrada, quiere salir, pero no le hago caso.
Si una persona cree que la están vigilando, que tienen su teléfono pinchado, es muy fácil que un observador externo considere, desde su punto de vista, que esta persona tiene un delirio de persecución o vigilancia.
¡Es desesperante! Pese a la lucha que ya dura años para que las personas con problemas de salud mental sean desestigmatizadas y vistas de otra manera, una y otra vez nos encontramos con un trato irracional e ilógico que tira por tierra nuestras aspiraciones de ser tratados en un plano de igualdad.