Estigma social y crecimiento personal
Queda mucho, muchísimo que luchar para que la salud mental deje de ser un estigma social.
Queda mucho, muchísimo que luchar para que la salud mental deje de ser un estigma social.
No recuerdo cuando, personalmente, dejé de considerar y decir que me han diagnosticado o sufro un trastorno bipolar y empecé a considerar que era bipolar.
Desde que fui diagnosticada hace unos años una de las cosas que suelo anhelar, a veces, es aquella cosa llamada “estabilidad emocional”.
Pronto hará dos meses y no sabemos cuánto durará. Nos acompaña un tiempo que nos obliga a pararnos, a pensar, a sentir, a cuidarnos y a cuidar a los demás.
Para las personas que tenemos un trastorno mental, los conceptos de estigma y autoestigma son básicos. Todos nosotros, antes o después, nos hemos encontrado en una situación en la que hemos sido discriminados.
Hace poco conocí a un grupo de personas que hacen quedadas en la zona donde vivo. Este grupo se formó en verano del 2018.
Llevo casi treinta años con trastorno mental. Debuté a los trece años con una depresión mayor.
No me apetece hablar de mi delirio. Ni siquiera de mi diagnóstico, ni de si estoy estable o no.
Durante mi vida con una etiqueta diagnóstica, etiqueta desde el punto de vista del estigma asociado, me he encontrado que todo el mundo tiene la necesidad de diagnosticar.
Hablar de estigma en la salud mental es hoy tan acertado y problemático que no nos deja ver la raíz del problema.