Il·lustració @ divinamentebita

A las personas que tenemos un trastorno mental no nos gusta que nos llamen “enfermos mentales“, entre otras cosas, porque nuestra intención es abandonar el rol de enfermo, y que dejen de vernos como personas con una “tara en el cerebro“. De hecho, la ONU y la OMS (Organización Mundial de la Salud) prefieren hablar de “discapacidad psicosocial“, como una discapacidad de tipo psicológico y social, lejos del modelo biomédico que domina el sector de la salud mental desde hace más de 70 años con teorías en torno a estas supuestas taras en el cerebro, de difícil justificación científica, y que me provocan bastante rechazo a nivel personal.

Nada más lejos de la realidad, seguimos hinchados de pastillas, y más con La Maratón de TV3 que se hará este año, que impulsará la investigación biomédica a la enésima potencia, y mientras tanto, el electrochoque sigue siendo legal en nuestro país y se practica a diario en los hospitales psiquiátricos. En este país sigue siendo legal la contención mecánica en situaciones de episodios agudos, por la que se siguen utilizando prácticas medievales en pleno siglo XXI. Esto ocurre en los hospitales psiquiátricos de nuestro país en la actualidad.

Y es que queda mucho por hacer, dado que en salud mental no nos gusta hablar de “personas normales” y otras que no lo son. Prefiero hablar de “vidas normalizadas“, que es lo que debería ser. El estigma (que implica estereotipos, prejuicios y discriminación) es una lacra social contra la que nuestro colectivo trabaja sin descanso. Es importante recalcar esto, que el estigma social es el enemigo a batir. ¿Y cómo se hace esto? Educando, sensibilizando y acercando a todos los rincones de este país para hacer llegar nuestros mensajes, para decir que: no somos ni violentos, ni peligrosos, no somos imprevisibles, no somos perezosos, no somos tantas y tantas cosas que dicen de nosotros y que no han sido contrastadas suficientemente. Es más, la mayoría de los estudios llevados a cabo dicen que somos más víctimas de violencia ajena que perpetradores de la misma.

La locura tiene orígenes desconocidos. ¿Quién no conoce a Don Quijote y sus alucinaciones y delirios?

Algunos dicen que “las enfermedades no existen, y en cambio, las personas enfermas sí“. Es como yo pienso y, sin embargo, se nos hace creer que existen unas “enfermedades mentales” que emanan de un cerebro enfermo. Nada que ver. Hablamos con propiedad, la mente significa tres cosas: Cognición, Percepción y Emoción, y esto no se ubica específicamente sólo en el cerebro, aunque existe la tradición de focalizar la ciencia de la psiquiatría en los neurotransmisores del encéfalo. Esto es una visión sesgada, reduccionista y, ciertamente, lejana de lo que es la salud mental.

Es necesario mucho aprendizaje, a nivel emocional, perceptivo y cognitivo, para saber distinguir lo que significa que la salud mental tiene más que ver con lo que ocurre fuera del cerebro, que dentro de él. Por este motivo la OMS sitúa a la discapacidad psicosocial como una discapacidad que emana, principalmente, del entorno de la persona diagnosticada, y no de la misma persona. Es decir, lo que discapacita es mayoritariamente el entorno, sea éste el entorno social, laboral, estudiantil, familiar, de pareja, de amistades, físico, etc. De estos conceptos se deriva la discapacidad psicosocial, y no de los que nos vinculan a “taras del cerebro” como viene diciendo la ciencia médica, como loros, desde hace décadas.

Queda claro mi posicionamiento frente a lo que significa que te traten con química industrial tu trastorno, cuando se trata de una discapacidad invisible a los ojos humanos, que no destaca como una discapacidad física, pero que comporta barreras psicosociales muy difíciles de vencer. Todo el mundo puede ver cuándo una persona va en silla de ruedas, que tiene una discapacidad física, pero en salud mental esto no suele ser así. La discapacidad psicosocial es invisible. Se nota en el ámbito jurídico, en el ámbito médico, en el ámbito social, en el ámbito periodístico o de la información, o en el ámbito familiar y todos los ámbitos o entornos que he nombrado antes.

En nuestro colectivo luchamos por dar un salto cualitativo en la educación de los jóvenes, porque son ellos y ellas quienes continuarán la lucha por nuestros derechos, por el fin del estigma, por el empoderamiento y por la recuperación. Grandes metas a alcanzar en el presente y futuro de las personas mal llamadas “enfermas mentales“.

Dani Ferrer Teruel

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