Fotografia © Kasia Derwinska

Hace algo más de un año escribí un artículo sobre el suicidio y estas últimas semanas he estado pensando mucho sobre este tema, raíz de la muerte por suicidio de un compañero de ActivaMent, (y porque no hace tanto lo pensé, a pesar de que lo superé, ya os explicaré más adelante). Y hace unos días, en una noticia publicada en nuestra página de Facebook sobre el suicidio, una persona escribió un comentario muy desafortunado que a mí me pareció que banalizaba el suicidio, que me hizo explotar y al mismo tiempo sentir mucha tristeza.

En mi anterior artículo decía que “Hablar del suicidio todavía es algo complicado y tabú” pero que “se tiene que hablar más, hablar salva vidas”. Pero hay que hablar desde el altavoz de la sociedad, los medios de comunicación, hace falta que hablen los supervivientes de intentos de suicidio y las personas que tienen o han tenido ideas suicidas. Hablar en primera persona de manera cuidadosa y no estigmatizando. Porque es la única forma de romper estereotipos y creencias erróneas. En definitiva, acabar con el tabú y el estigma que rodea el suicidio.

Pero siempre habrá quién mirará hacia otro lado, quién cargado de desconocimiento, psicología positiva u otras “mandangas” lo verá como un error, como un acto de cobardía, como una estupidez humana… Y hago el esfuerzo de empatizar y pienso que nunca se han encontrado ni con ideas suicidas ni con una depresión o cualquier otra cosa que se le asemeje.

Este comentario desafortunado yo lo interpreté como que quién se suicida es un cobarde porque la muerte ya viene sola. Qué suerte no haber tenido nunca ideas suicidas ni que ninguna persona querida las haya tenido, porque os bien aseguro que es un infierno. Yo lo he vivido como una idea intrusiva durante años casi las veinticuatro horas del día y no se lo deseo a nadie.

Estas ideas se instalan en la mente y al final, a mí, ya me funcionaban como un piloto automático. Hasta ahora, poca gente lo sabía, pero durante mi adolescencia lo intenté, pero por suerte lo paré a tiempo yo misma. Viví muy mal el hecho de no ser capaz de llevarlo a cabo, pero ahora me alegro de no haberlo hecho. Ahora sé que no quería morir, sino que se acabara aquel maldito sufrimiento.

Tengo una relación contradictoria con el tema del suicidio. Empatizo con aquellas personas que llegan a suicidarse, pero al mismo tiempo siento mucha rabia por el mismo hecho, porque a veces me pregunto sobre la voluntariedad o involuntariedad del acto. Y esto cuando yo he deseado morir muchas veces y he tenido conductas autodestructivas para morir poco a poco, consciente o inconscientemente.

Una vez le confesé a mi madre lo que había intentado hacer y pensado durante años y su reacción me hizo pensar mucho y me ha frenado muchas veces de hacerlo. Pensé en las personas amadas que se quedarían y que les haría mucho daño. No es ningún consejo, pero a mí me ha servido para que cuando se enciende el piloto automático suenen las alarmas y esto me haga reaccionar.

Pero empatizo con las personas que lo han intentado y también con las que lo han conseguido porque según mi experiencia, que no tiene por qué ser generalizada, hay un momento en que cuando aparecían estos pensamientos dejaba de ser Mònica, por eso digo que no sé si eran pensamientos voluntarios o involuntarios.

La desesperación y el sufrimiento eran tan grandes e intensos que no podía pensar en nada más que en la muerte. No podía pensar en el daño que podría hacer, ni tan sólo en las consecuencias que podría tener si no lo consiguiera y me quedaran secuelas. Sólo quería acabar con mi sufrimiento psíquico, quería salir de la prisión en la que vivía, quería dejar este mundo para mí hostil en aquellos momentos, quería que se hiciera oscuro arriba del escenario y apareciera la palabra fin de una vez por todas y por siempre jamás.

Hoy en día no tengo estos pensamientos, hoy en día tengo malestares, pero no me llevan casi nunca a que se encienda el piloto automático y, en todo caso, cuando se enciende cada vez me cuesta menos “enviarlo a paseo”, es a lo me refería en las primeras líneas de este texto.

Sé que para mucha gente es complicado entender las ideas suicidas y el suicidio en sí mismo, no creo que a nadie le guste saber que alguien se ha quitado la vida, sea una persona amada, conocida o desconocida. Lo que pasa es que nos es muy complicado entender por qué una persona acaba con su vida antes de tiempo. No condeno el comentario que leí hace unos días o tantos otros que he leído o escuchado a lo largo del tiempo, pero espero que leer este texto haga reflexionar a alguna persona.

Con este escrito ya no me limito a hablar del suicidio, sino que pretendo que se hable bien y sobre todo que se tenga en cuenta lo que pueden estar sintiendo las personas que tienen pensamientos suicidas, que lo han intentado, proteger la memoria de quienes lo han conseguido o no y a los seres queridos que las han sobrevivido. Ya no pido cosas básicas como empatía, simplemente RESPETO.

Mònica Civill Quintana

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