Il·lustració © Jordi Serra

Una vez aprendí el refrán: “El hábito no hace al monje“. Podríamos extrapolar a cualquier profesión con titulación universitaria… “El título universitario no hace el profesional“. ¿Ser un buen profesional y ser buena persona es compatible? “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional“, dice Howard Gardner en una entrevista.

Y es que de profesionales hay muchos que son entendidos en una materia u otra. Pero, específicamente psicólogos, ¿qué me podéis decir? Actuar con profesionalidad y buena fe no debería estar reñido, aunque eso de la buena fe suene muy cristiano, muchas leyes contemplan, aún hoy en día, la buena fe o el buen juicio como manera de interpretar la bondad, la paz, la fraternidad, la misericordia o toda una serie de valores que emanan todos ellos de la cristiandad.

Un día fui a una entrevista con un médico forense porque tenía que hacer un informe sobre la reintegración de mi capacidad jurídica, en un procedimiento judicial que resultó en victoria para mis intereses ya que se me reintegró la capacidad, y en la entrevista me preguntó por mi padre:

Yo: – Sí, él me ayuda económicamente y me deja un piso para vivir.

Médico: – Muy bien, podríamos decir que es un buen hombre tu padre, ¿no?

El concepto de “bueno”, “buena”, “bondad” abunda cuando hablamos de “gente de bien”, “honrados y decentes“, dirían en tiempos de Franco. En fin, que por haber gente buena, también hay gente tóxica. Aquella que es o se manifiesta contraria a la bondad. ¿Pero quien dice quién es bueno y quién no lo es? ¿Qué forma parte de la bondad y qué de la toxicidad? ¿Qué personas son mejores o quienes más tóxicas? Creo que esto depende de las convenciones sociales que se establezcan según la cultura. Podríamos hablar de antropología, y yo no soy ningún experto.

¿Qué pasa cuando los médicos hacen el Juramento Hipocrático, o los psicólogos y los profesionales sanitarios hacen otros juramentos deontológicos? Juran hacer el bien, y si no lo pueden hacer, entonces juran no hacer el mal en aquella persona que tratan, o en el caso que le perjudiquen en algún aspecto de su vida, que lo hagan en la menor medida posible. En esto se basa el Juramento Hipocrático. Y yo pregunto: Una ciencia, como la psiquiatría, ¿nació para hacer el bien? Cuando una disciplina médica como la psiquiatría tiene un movimiento antipsiquiatría radicalmente contrario a los postulados de esta ciencia, ¿qué puede pasar? ¿Por qué la psiquiatría tiene un movimiento que la quiere aniquilar, y otras ciencias médicas, por no decir todas las demás, no tienen este movimiento opuesto? ¿Será que la psiquiatría no debería considerarse una ciencia? Lo dicen varios psiquiatras reputados, entre ellos Llíria, Antonucci, Szasz y otros referentes mundiales.

Como dice Richard Davidson: “La base de un cerebro sano es la bondad, y se puede entrenar“.

Quiero creer que los psiquiatras tienen alma, y ​​no lo han vendido al diablo. Quiero creer que hay gente que tiene bondad, pese a que puedan ser psiquiatras de profesión. Quiero creer que la psiquiatría dejará de tener algún día el poder de coerción y de terror más grande de la historia de la humanidad, a pesar de que las tenga, en mi opinión. Quiero creer que la psiquiatría y los profesionales que la representan tendrán algún día el valor de reconocer los crímenes contra la humanidad que han cometido. Quiero creer que llegará el día en que la sociedad en general comprenderá que los problemas de salud mental emanan de la vulneración sistemática de los derechos humanos dondequiera que se den estos problemas. Que estos derechos han sido pisoteados sistemáticamente a lo largo de generaciones y generaciones de personas que no encajaban en el sistema imperante, es decir, coetáneo.

Y, espero en un futuro no muy lejano, la psiquiatría y el sistema de salud mental sea la distopía a batir, y la no discriminación y la no estigmatización sean la utopía a conquistar. En un mundo demasiado enfermo ya como para hacer caso omiso a los gritos de auxilio que piden millones de personas a quienes se les ha reprimido, torturado, despreciado, rechazado, recriminado, maltratado, odiado, perseguido, condenado, aplastado por la maquinaria psiquiátrica que no es más que una máquina de clichés destinada al objetivo más oscuro de esta llamada sociedad del bienestar, que no es otra que la aniquilación del diferente, del que desentona, del que se sale de sí mismo por la misma dinámica subversiva del establishment impuesto por la fuerza de la coerción y la imposición de la medicación, con un largo etcétera de medicamentos inútiles, que contaminan más el organismo que nada, y que sólo drogan al que las recibe porque temporalmente deje de hacer estorbo, y que no resuelven absolutamente ni una de las vulneraciones de derechos a la que nuestro colectivo lleva siglos sometido.

Dani Ferrer Teruel

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