
¿Culpables, de qué?
Se arremete contra nosotros, se nos quita la decisión, la voluntad. Se nos enquista dentro el parecer de otros… que no servimos, que solo somos lamento, fragilidad, que nuestras mentes están enturbiadas en cada paso al caminar.
La culpa la tuvo el iniciar un tránsito, acción, lugar sin retorno, entregarnos una caja sin nada… Un derecho vacío, una libertad ahogada es simplemente una decisión de continuos desafíos, de culpabilidad. Culpables vosotros que con la química se nos sobrepasa, insultando nuestro interior, sesgo de mala intención al herido corazón. Medicados nos entregáis lo de aplacar la emoción, más carencia emocional al andar, y que no nos levantemos y sonriamos ni sintamos amor, ni siquiera felicidad.
Cuando nos levantamos en las mañanas tristes y pálidas de luz, la libertad de almas, rotas alas, no se nos deja volar. Vergüenza, esta palabra la tenéis que llevar vosotros como una marca en vuestra tarjeta de presentación. Profesión que alimenta a la farmacéutica, que llena de pastillas la posible superación en la vida. Atrás pastillas. Solo pocas y necesarias, precisas, nada más que la medida exacta.
Rompéis la vida y aplacando las conciencias con olvido vais… aparcando nuestro ser en un rincón de química, no dais atención de psicología, negando salidas. No me avergüenzo de lo que soy, ni me avergüenza nunca mi sentir diferente, no ser esa normalidad a la que todos quieren llegar.
Me refiero a la ideología del rechazo de algunas personas con pensamiento conservador. Y es que tras el poder, la riqueza, la diferencia de clases y sobretodo las personas vinculadas a los intereses farmacológicos, de poderes y económicos, desprecian al que está abajo y se aprovechan de ellos. Y en este sentido estamos nosotras, las personas con trastorno mental que somos manipuladas y somos su clientela y al final es un desprecio de una ideología que forma parte de la maldad humana.
Ellos someten detrás de todo eso… del mal sometimiento de los sentimientos, ahí están los que llaman locos, los que se enfrentan cada día a su manera de pensar, y el alma los desafía con algo irreal, para que puedan seguir caminando sin acabar fundidos en el fuego de la fatalidad.
Orgulloso mi alma, orgullo en la esencia de saber que levantaré cada día mi ser, en cada mañana, y abrir los pulmones para volver a respirar un orgullo de locura. Orgulloso de estar y combatir el prejuicio, no por tener delirio, ni por sentir los pasos de surrealismo turbio, sino por luchar cada día y ser diferencia que destaca en lo normal, de una vida de carencias permitidas por el retorcer almas desde el poder codicioso y dañino, de un sistema pervertido de manipulación, por ser y tener más a costa de los que asimilan como pueden esta dañina vendida realidad.
Miguel Ángel Pérez Salcedo