El año pasado, el Congreso de Terapeutas Ocupacionales de Castilla la Mancha en Salud Mental anunciaba sus jornadas bajo el lema: “Una terapia ocupacional sin paredes“. Una compañera de la carrera de terapia ocupacional me invitó a dar una ponencia que llamé: “El loco: un ser sin paredes“. Lo onírico, soterrado, surrealista, imposible: oscuridad y luz en carne viva, el inconsciente desnudo, lo que yace dentro de cada persona, pero no se manifiesta en el afuera por consenso social; atractivo y aversivo a la vez, como todo lo tabú, y prohibido por encima de todo.
Hay un cuento de Hermann Hesse, “La ejecución”, que narra la historia de alguien que va a ser decapitado en la plaza del pueblo. Momentos antes de morir, la muchedumbre escupe esperando impaciente su decapitación, no dejan de insultar hostilmente al hombre. Alguien contempla sorprendido el lamentable espectáculo por la crueldad acuciante, y se aproxima a un maestro que lo presencia apenado desde el fondo preguntándole: “¿Qué delito ha cometido este hombre, que aun a punto de morir la gente no es capaz de sentir compasión por él?”. A lo que el maestro contesta: “Es un hereje”. Seguro. Si hubiera sido un asesino, cualquier bandolero o un criminal la gente le habría perdonado. Pero al que piensa, siente o actúa de una manera diferente al resto, no se le perdona bajo ningún concepto.
La celebración del Orgullo Loco, desde la década de los 60 en América del Norte, oficial en Toronto desde 1993, acontece ya en España, en mayo. En ella se vuelve a reivindicar una lucha utópica, como todas las luchas hasta que se convierten en derechos. Una lucha por la libertad. ¿Dónde acaba la libertad? Yo pienso que, si no causa dolor, la libertad debería ser siempre legítima. ¡Es la misma consigna que tiene el yoga! Hasta donde no cause dolor es hasta donde se puede llegar. Donde estamos, en verdad, sin quitar ni poner ni forzar. Así de sencillo y así de jodido.
Además, desde las personas que lograron sobrevivir, emanciparse a largo plazo, a la psiquiatrización en procesos de crisis agudas, se denuncia la tortura en forma de contenciones mecánicas y químicas contra su voluntad: forzar, violentar y excluir retraumatiza en momentos muy delicados de necesidad de afecto, cariño y comprensión. Cabe, además, dentro de la espiral, hacer una mención especial a los exacerbados intereses de la industria farmacéutica, amén de la tendencia general psiquiátrica de exceder en dosis para curarse en salud frente a casos divergentes, que son todos o la mayoría.
Todos los derechos actuales se han conseguido a través del Movimiento Internacional de Supervivientes a la Psiquiatría (World Network of Users and Survivors of Psychiatry) que sólo con el nombre es fácil imaginar lo difícil que es salir del bucle. La WNUSP presiona sobre la ONU, la cual promulga declaraciones para preservar la dignidad y autonomía de las personas en proceso de psiquiatrización.
María Valencia