
Después de ver el programa de Tabús de TV3 dedicado a la salud mental, emitido el 20 de mayo me pareció una buena ocasión para escribir un artículo sobre las etiquetas o diagnósticos psiquiátricos, ya que, me di cuenta del énfasis que se ponían en estas.
No sé por qué me di cuenta con este programa, ya que es habitual en todos los programas que se habla de salud mental, ya sea en otros programas o en otros medios. Tal vez porque el humor empleado se basaba mayormente en las etiquetas.
Creo que lo que sí puedo explicar es, que como este lenguaje es el utilizado por los profesionales del sector, por los que más hablan de salud mental, parece que es como se debe hablar. Los demás que lo utilizamos, lo hacemos, porque las primeras veces que escuchamos hablar sobre salud mental, fueron palabras de un profesional. Y si no, fueron palabras de alguien que había escuchado hablar así a un profesional.
No pretendo señalar a nadie con el dedo, yo me incluyo, aunque intento utilizarlo lo menos posible. Parece ser la forma natural, el camino emprendido, para hablar sobre salud mental. Pero esto no nos debe de servir como excusa para no evolucionar y, si cometemos errores, corregirlos y cambiar nuestras maneras de hacer las cosas.
Así que bueno este artículo pretende mostrar diferentes puntos de vista sobre las etiquetas como diferentes somos las personas. Mostrar los pros y los contras que me surgieron durante la visualización del programa, para darnos cuenta de que son más los contras que los pros de este lenguaje. Aunque esto último es una opinión personal.
Vamos con los pros. En el programa, se preguntaba a Arturo, ¿cómo reaccionaste cuando te diagnosticaron? Él respondió que liberado, porque así ya sabía lo que tenía. En otro momento Xavi explicaba que él se había recuperado al leer sobre su diagnóstico. Y yo, mi recuperación la hice escribiendo sobre lo que me había pasado.
Creo que los tres coincidimos en que, saber lo que te pasa, es decisivo a la hora de recuperarse. Pero vemos tres puntos de vista diferentes de como llegar a ello. Diversas maneras como diverso es el colectivo. Dos basados en la etiqueta psiquiátrica y uno que no. Ni mejor ni peor, creo que todos estaremos de acuerdo en que lo importante es que la persona se encuentre mejor. No me he leído un solo libro de psicología, pero al estar en el mundillo del activismo, me ha sido imposible no leer sobre mi diagnóstico y tengo que reconocer que algunas cosas que he leído me han ayudado. Por eso creo que leer sobre tu diagnóstico puede ser bueno, pero yo he tenido que aplicar un filtro: esto me pasa, esto no me pasa.
Ahora los contras. Mi brote psicótico me hizo creer que era el enviado del apocalipsis. Alguien tan único, tan especial, tan irrepetible que…nadie me podía ayudar. Pienso que una etiqueta psiquiátrica hace lo mismo que mi brote al separarte del resto de la población y definirte como diferente o único o especial. No en tanta medida, pero es muy parecido. Quizá por eso mi manera de recuperarme fue escribiendo sobre lo que me había pasado y no leyendo sobre mi diagnóstico o sintiéndome a gusto con él. Esta manera no me hizo único y especial porque escribir sobre lo que me había pasado o me pasa, hacía que esto dependiera de las casualidades o causalidades que me había encontrado en mi vida, no de mí. Eran estas las únicas y especiales, no yo.
Siguiendo con el programa, parece ser que empaticé con las personas que no les pasa nada y mientras lo veía, cuando les preguntaban a los protagonistas por su etiqueta o diagnóstico, explicaban los peores momentos por los que habían pasado y me pareció que, por la etiqueta, al tener un carácter permanente o crónico, la gente podía pensar que siempre es así, que ese estado era como la etiqueta dice: permanente o crónico.
Las personas que hacemos activismo en salud mental, estamos acostumbrados a hablar en primera persona, precisamente para que lo que diga esa persona, no sea aplicable a otra. Pero con una etiqueta que dice que decenas de miles de personas somos iguales, pues, por mucho que hablemos en primera persona, la gente puede pensar que lo que estamos diciendo es aplicable a esos miles de personas.
En este contexto, daña mucho meter un chiste que da por hecho que Hitler tenía un trastorno, como se hizo en el programa. Sí, ya sé la respuesta: “eres un amargado sin sentido del humor”. Sí, si no fuera por el detalle de que no se rio nadie en la sala. El problema no fue el chiste. Fue que no se ha demostrado si tenía un trastorno o estaba bien “cuerdecito”. El problema es, que aquello no fue un chiste. Por esto y por las etiquetas ¿Os dais cuenta de que hay gente que puede pensar que somos como Hitler?
El “chiste” dijo así: “Han habido muchos locos famosos a lo largo de la historia. Acordaros de Hitler. ¿Todos sabéis que le pasaba a Hitler, no? Que tenía un primo que estaba loco.” De verdad que parecía que se aprovechaba el humor para afirmar cosas que no son ciertas o no se han demostrado. En el programa se decía también que no queremos dar pena, pero si te presentan con la etiqueta de enfermo, pues la gente, ponerse a aplaudir, no se van a poner.
Reflexionando sobre las personas a las que les puede ir bien una etiqueta, creo que ser tan cuadrados en salud mental no ayuda. Nuestro colectivo es muy diverso y creo que se debería de profundizar más en las diferentes ramas que pueden salir de las palabras que nos etiquetan. Una palabra no puede englobar a miles de personas.
Se puede ver que no todas las personas se sienten aliviadas al diagnosticarlas/ etiquetarlas. Hay gente que necesita saber más. Quizá, si ramificamos esas palabras, cuantas más ramificaciones mejor, tantas ramificaciones como puntos de vista diferentes, tan diversas, como diverso es el colectivo, podemos hacer que se puedan encontrar a gusto más personas, que se puedan sentir aliviadas y liberadas, sabiendo, perfectamente, lo que les pasa. Una etiqueta tan cuadrada, puede bloquear a quien necesita saber más, a quien necesita ramificarse, a encontrar esas ramificaciones y saber que le pasa. Hasta puede bloquear a los profesionales para saber exactamente que le pasa a su paciente y poder encontrar el mejor tratamiento para él.
Por último, reivindicar la posibilidad de pasar de las etiquetas psiquiátricas, que tantos contras tienen y simplemente escribir o pensar sobre lo que le ha pasado o le pasa a uno, haciéndose uno mismo, su propia visión. Seguro que acertamos mejor que las etiquetas. ¿Quién mejor que uno mismo para saber lo que le ha pasado o le pasa?
Un abrazo para los cuatro valientes protagonistas del programa, que salieron a dar la cara en el difícil contexto en el que se encuentra el colectivo. Así lo cambiaremos.
Alfonso Gálvez