
O de los Estados en plural. Desde que Pinnel, en el siglo XIX hizo la primera clasificación de personas con trastorno mental, ha llovido mucho. Según el psiquiatra Alberto Fernández Líria, la psiquiatria es una tecnología, no una ciencia. Según Giorgio Antonucci era necesario acabar con la raíz de los problemas de salud mental erradicando la psiquiatría como disciplina médica: “Para mí significa que los enfermos mentales no existen y la psiquiatría tiene que ser completamente eliminada.” Thomas Szasz (CCHR) denuncia los abusos de la psiquiatría y afirma en uno de los vídeos de su organización que provoca más muertes la psiquiatría que cualquier conflicto militar.
¿Es la psiquiatría una tecnología del Estado para reprimir a los débiles? ¿Los inadaptados? ¿Los disidentes? Entre los profesionales de la psiquiatría he encontrado gente con buena voluntad y con intención de ayudar, pero en general todos son partidarios de medicar, cuando no es dictaminar ingresos. Un pajarito me ha dicho que hasta dentro de 10 o 20 años no se sabrán los mecanismos genéticos, por los que se podrán encontrar a partir de entonces, tratamientos para la esquizofrenia. Si es así, ¿por qué nos sobremedican con psicofármacos de los que aún se desconocen sus efectos sobre la mente? Esto es querer buscar remedios, antes de encontrar el mal. Y el negocio que hacen con nosotros, ¿qué?
El nazismo y otras formas de fascismo continuan vigentes hoy en día, con sistemas alternos de gobierno. Si el Estado, el gran represor de las minorías y de las diversidades mentales, ha creado una psiquiatría que oprime es debido a la discriminación por razones de edad, sexo, género, raza, nacionalidad, religión, o discapacidad psicosocial, intelectual, física o psíquica, etc.
Como víctima de la opresión del Estado no puedo dejar de denunciar cualquiera de estas injusticias sociales, paradigma de lo que representa el actual sistema de diagnósticos, y todo lo que conlleva para reprimir las diferencias y libertades individuales. Me veo con la obligación moral, de hacer notorio en esta sociedad, que el nacionalsocialismo aún no ha terminado. Se alterna de manera que hay gobiernos más socialdemócratas, y otros más nacional-conservadores. Pero todos ellos tienen una aversión profunda a la radical diversidad mental que abunda en este mundo.
Quien no encaja en los parámetros es reprimido. La diferencia es vista como amenazante. Los diferentes somos nosotros, los que hemos sido psiquiatrizados alguna vez. Y, para etiquetarnos y dejarnos fuera de juego, nos dan una pensión, o una ayuda económica, y se nos quitan de encima, esperando que estemos calladitos y no hagamos revuelo. Remover las heridas del pasado no está bien visto ni contemplado por la psiquiatría. El Estado no tolera las salidas de tono, los cuerpos diferentes que no están bien vistos, los comportamientos desviados, el hecho de no ajustarse a las leyes de una burocracia elefantiásica, la falta de orden y armonía. Incluso, si no caes bien a los ejecutores de la represión del Estado, eres señalado como peligroso y retirado de circulación.
No cabemos todos en la Mátrix, estructura social a la que estamos sometidos. Hay una justicia para ricos, una para pobres, y la tercera es para psiquiatrizados o supervivientes de la psiquiatría. No contamos como ciudadanos de pleno derecho. Tenemos los derechos restringidos y tutelados, y se nos ve como potencialmente origen de problemas no deseados. No encajamos en el sistema, y el sistema nos hace fuera. Somos incómodos a la vista del establishment, por lo tanto, de la sociedad bien establecida. Aquellos que no han entendido esto, todavía, no tardarán en darse cuenta, porque es demasiado evidente, ya. Es demasiado diáfano que los que las hemos visto de todos los colores, quedamos marginados del sistema, para que el sistema pueda perpetuarse en el poder, haciendo lo mismo de siempre, con las mismas políticas de siempre.
Quien no se reivindica, pierde todos los derechos. Eres un número potencialmente causante de perjuicios a la sociedad, a quien se le debe de ayudar, pero si te mantienes en silencio entonces caes en el olvido del sistema y este te evacua del mismo, olvidando tu problemática, y causándote perjuicios toda tu vida. Sólo queda rebelarse, y para esto tenemos el Orgullo Loco. Pero no es suficiente, es necesario luchar cada día para que no se nos olvide, y dejemos de ser unos parias al servicio de un Estado, que se asemeja más al Archipiélago Gulag, de Soljenitsin, que no a otra cosa.
Dani Ferrer