Il·lustració © Marta Bassart

Il·lustració © Marta Bassart

Una autora, Clara Valverde, publicó este libro hace un tiempo: “De la necropolítica neoliberal a la empatía radical: Violencia discreta, cuerpos excluidos y repolitización”. No me lo he leído, pero he visto videos de la autora y leído reseñas y artículos alrededor de la biopolítica y la necropolítica. Pero me centro en la Empatía Radical, a la que también hace mención el expresidente de la Federació Veus y de Obertament, Edgar Vinyals, en alguna charla suya a la que asistí.

Muchos autores y libros hablan de empatía como aquella capacidad de entender las motivaciones de los demás para decir o hacer lo que hacen. Entender aquellas motivaciones no significa estar de acuerdo con ellas, sino ser capaz de comprender por qué aquella persona piensa o actúa de determinada manera.

Más allá de que una persona me pueda caer simpática o antipática, está la empatía que nos une o desune. Desde este punto de vista, creo que yo soy una persona con gran capacidad de empatía, por eso creo ser capaz de empatizar radicalmente con mucha gente, incluso adversarios o enemigos míos. El uso de esta capacidad es frecuente en muchísimas personas, no sólo yo, está claro. Lo que pasa es que mi falta de relaciones sociales, a menudo, me lleva a tener que hacer grandes esfuerzos de empatía cuando me encuentro, presencialmente, con otra gente en reuniones, asambleas, GAMs, o con amigos, parientes, etc.

Me doy cuenta del poder de la gente que tiene esta capacidad radical de empatizar con el prójimo, de manera que cuando estás bien con una persona, notas aquella gran empatía que ella siente por ti, o que tú sientes por ella. La empatía, si es recíproca, mucho mejor. Se establecen más buenas relaciones, más duraderas, y de más calidad. ¿Qué pasa, pues, cuando hay antipatía hacia el prójimo? No por el hecho que yo sea simpatizante del Barça, y odie el Real Madrid, y todo lo que significa, dejaría de intentar empatizar con un seguidor de este club. Porqué antes de ser catalán, independentista, del Barça y arraigado a mí tierra, soy una persona. Y cuando me encuentro cara a cara con otra persona que se quiere comunicar conmigo, soy pura empatía radical. Soy radicalmente partidario de la comunicación humana, y del espíritu de entendimiento entre las personas, esto no quita las dificultades de entendimiento, las enemistades, las adversidades o cualquier forma de relación desplaciente.

Internet permite que, tras aquel enlace, tras aquel nombre, tras aquel pseudónimo, o tras aquella apariencia… se esconde una persona detrás de un ordenador que tiene una educación, una cultura, un pensamiento, una forma de ser que puede ser muy distinta a la tuya, lo que hace que la gente se peleé, dialécticamente, de forma virtual. Esto puede crear simpatías y antipatías de igual manera que se hace de forma presencial. Siempre hay una persona, un medio de comunicación, un grupo de Facebook, un Twitter, un compañero de Whatsapp, etc., con quien tienes más afinidad, simpatía o antipatía. Cambia, sólo, que sea presencial o virtual.

Abogo por una empatía radical y recíproca entre los seres humanos. No me quiero olvidar de la apatía, aquella forma de sentir el otro que es no sentirla. La apatía es aquél estado de “pasotismo”, que “ni fu, ni fa”, que “ya pueden cantar misa, que me da igual”. La apatía sería aquél estado en qué, sea motivado por el trastorno mental que sufres o sea motivado por el momento que vives, has dejado de sentir la conexión con la gente. Aquellos puentes que te unían a la gente, o que te desunían fuertemente y te atrincherabas haciendo la guerra con el oponente, han dejado de tener sentido para ti. Apático me siento a veces, pero sobre todo cuando estoy solo, y no tengo con quien hablar, chatear, conversar o encontrarme. Puedo pasar días y días apático, solo, tozudo con alguna gestión en el ordenador o en internet. Me doy cuenta de que el ordenador me pone de mal humor cuando no funciona, va lento, o da problemas, pero no puedo tener antipatía al ordenador, porqué es una máquina, y por mucho que me enfade, no dejará de darme problemas.

Es cuando estoy rodeado de gente, conocida o no, que florece en mí, aquellas ganas de empatizar, radicalmente, con la gente y, desde mi punto de vista, no dejaré de hacer esfuerzos para seguir con esta empatía radical, porqué llevada al extremo es cuando más buenos resultados da: haces amigos, puedes hacer pareja con alguien, puedes crear vínculos inimaginables, resolver conflictos, aproximarte a otras almas, sentirte parte del mundo y no excluido o discriminado. Es necesario potenciar la empatía entre las almas de este mundo, como camino hacia la reconciliación, el entendimiento y la conjunción de la humanidad, para conseguir hitos que nos harán progresar hacia mejores cuotas de felicidad.

Dani Ferrer

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