
Si eres mujer y tienes un problema de salud mental, seguro que convives con una doble discriminación. Pero eso ya es un tópico real que muchas de nosotras ya conocemos. Ahora vamos a concretar:
En el ámbito doméstico y familiar, quizás cuando te has enfadado y has hecho alguna observación aireando tu mal humor por el desorden que parece que sólo a ti te molesta, posiblemente te hayan contestado: “no seas histérica, ¡no es para tanto!”
Yo me pregunto, ¿por qué los hombres cuando se enfadan no son “histéricos”? Quizás ellos se enfadan con razón… salvo que tengan un problema de salud mental, que entonces reciben un adjetivo relacionado con su trastorno.
Otra escena que quizás has vivido en el ámbito familiar o de amistad es la de ignorar tus argumentos cuando discrepas referente a un tema que se esté debatiendo, además, después oyes a tus espaldas aquello de: “no le podemos hacer mucho caso porque ya sabemos que no está del todo bien”. Quizás lo has oído y te has sentido dolida y la emotividad te inunda, entonces el comentario es: “es que está muy sensible estos días, como ya sabemos lo que tiene”.
En el ámbito laboral, posiblemente escondas tu trastorno para evitar males mayores, porque ya tienes suficiente con que te pregunten si tienes la regla el día que discrepas en una reunión de trabajo.
Tú, respiras profundamente y armada de asertividad ignoras muchos de los comentarios porque estás harta de enseñar la bandera del activismo femenino y, encima, tienes que aguantar el descrédito por tener un problema de salud mental.
Estas escenas no son ficticias, forman parte de nuestra cotidianeidad y la vida continúa. ¡Ojalá que un día sean historia!
Rosa Rubio