Fotografia © Elena Figoli

Fotografía © Elena Figoli

Recientemente he estado siguiendo toda la trama del cantante Kanye West que se ha lanzado a candidato para ser presidente de Estados Unidos y toda la polémica (no exenta de estereotipos estigmatizantes) sobre su bipolaridad. La verdad es que yo no sé muy bien quién es, pero todo esto ha coincidido en un momento de mi vida en el que reflexiono sobre mi locura y mi género (mujer).

Hace años tuve una relación de pareja tormentosa en la que la otra persona llegó a decirme alguna vez algo como “ahora eres menos mujer porque eres menos emocional”, para alabarme. Por aquel entonces yo no conocía el feminismo ni me planteaba lo que era el género, además me avergonzaba de mis amigas mujeres por ser demasiado quejicas. Me sentí orgullosa de que alguien tan importante en mi vida, en ese momento, me dijera que “era menos mujer por ser menos emocional”. Pero parece ser que a pesar de eso igualmente no era lo suficientemente racional. Cada vez que algo no me parecía bien sentía que estaba siendo dramática, intensa y loca porque al fin y al cabo yo era la que, según mi expareja, exageraba. Aquello me caló hasta los huesos. Han pasado ya bastantes años desde que se terminó, pero hay cosas que se nos quedan muy dentro, tan dentro que no se van, tan dentro que van despertando de vez en cuando. A veces tengo miedo de expresar mis emociones, de expresar qué siento, de expresar mi inconformismo, de expresar que hay cosas que no siempre me parecen bien. A veces me repito a mí misma que “me lo estoy imaginando”, que “estoy exagerando”, que “no hay para tanto”, que “estoy loca”. Esto es un auto-gaslight.  Y lo cierto es que sí, estoy loca (reapropiándome de la palabra), pero no estoy loca porque imagine cosas, no estoy loca porque exagere, no estoy loca por las cosas que se nos atribuyen a las mujeres cuando nos dicen que estamos locas. Lo que sí que me perturba es decirme a mí misma que “me lo estoy imaginando”, que “estoy exagerando”, que “no hay para tanto”. Ninguna mujer (ni ninguna persona) merece sentirse mal por querer expresar lo que siente. Ninguna mujer debería decirse a sí misma que se lo está imaginando, porque el cuerpo habla y quizás no nos esté diciendo las cosas como si fuéramos adivinas que lo saben todo, quizás lo que nos dice es que hay cosas a las que debemos prestar atención, cosas que se nos quedaron rotas de las veces que nos llamaron locas cuando se suponía que nos imaginábamos cosas o que exageramos. Cosas que se rompieron solo por ser mujeres. Cosas que se rompieron cuando nos manosearon sin consentimiento, cosas que se rompieron cuando sentimos que debíamos tener sexo por obligación con nuestras parejas, cosas que se nos rompieron cuando alguien abusó sexualmente de nosotras, cosas que se rompieron cuando nos maltrataron física o emocionalmente. Hay mucho roto, demasiado roto. Nuestra salud mental no es algo aislado y con vida propia, se compone de nuestras trayectorias y cada rotura deja sus marcas. ¿Estoy loca por ser mujer? No lo sé, lo que sí sé es que ser mujer me ha llevado a vivir experiencias que han roto mi salud mental y de esas roturas cuesta recuperarse.

Sharon Leones

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