Il·lustració © Rosa Rubio

Ilustración © Rosa Rubio

Cuando decidí pedir ayuda porque no podía soportar más mi brote psicótico, aparecieron otros dos males, quizá se les podría llamar efectos colaterales de haber pedido ayuda, ya que los síntomas del brote desaparecieron, pero aparecieron estos. Uno fue la depresión y el otro la medicación.

Así, a los síntomas típicos de la depresión como pueden ser sentirse sin fuerzas o no tener fuerzas para hacer cosas, sentimiento de culpabilidad, aislamiento social, etc. se les unió un gran aliado que me dejaba, todavía más sin fuerzas, más adormecido, la Olanzapina, podía dormir más de doce horas sin darme cuenta, en fin, los efectos típicos de un sedante.

La combinación fue brutal, me costaba levantarme de la cama una barbaridad, podía quedarme quieto varios minutos pensando en mi mundo, hasta que alguien, mi padre o mi madre me llamaban la atención y me decían: ¡No pienses tanto!, etc.

En un primer momento, me ayudó la idea o concepto de que a ese estado me acostumbraría tarde o temprano, que sólo era el principio del efecto de la Olanzapina y que, por ser el principio, el efecto era más fuerte que cuando ya te acostumbras. Ayudó a esta idea, que con anterioridad hubiese tomado otro tipo de drogas las cuales con el tiempo me había acostumbrado y su efecto era cada vez menor. Aunque hubiera preferido no haber tenido esta experiencia, ya que el hachís me aumentó la potencia del brote psicótico y quizá, sin haber fumado hachís, éste habría sido inapreciable.

Y así fue. Con el tiempo me fui acostumbrando a ese estado y parecía ser que, por lo menos los efectos negativos de la Olanzapina eran cada vez menores y que esta a su vez, cada vez más me estabilizaba emocional y anímicamente; es decir, la depresión iba desapareciendo poco a poco.

Ayudó a esto, la asimilación de aquel estado y la idea o el concepto de que, las pocas fuerzas que tenía, las podía concentrar en hacer tan sólo una cosa más de las que ya iba haciendo en ese estado. Hacer tan sólo una cosa más de las que iba haciendo me pareció que podía hacerlo con facilidad.

Así empecé a ir al gimnasio, y en el gimnasio, poco a poco, cada vez iba haciendo algo más, aguantaba un poco más en la máquina aeróbica y con el tiempo, fui haciendo hasta varios ejercicios más.

Con el rol de que podía hacer tan sólo una cosa más de las que ya hacía, empecé a hacer muchas más cosas y cuando vi que ya podía empezar a hacer algo que necesitaba de una cierta disciplina, me puse a hacer algo que necesitaba, pero estaba exento de responsabilidad: estudiar un módulo de formación profesional.

Y cuando vi que podía hacer algo que necesitaba de una cierta disciplina, cumplir unos horarios, etc. me puse a buscar trabajo. Encontré el trabajo y ya son catorce años trabajando. Todavía hay días que me cuestan más que a otros, pero pienso en que ese día sólo tengo que hacer una cosa: ir a trabajar. Y trabajar implica hacer muchas cosas mientras estoy trabajando.

Como veis gracias a este concepto, idea o rol, para mí, tan sólo hacer una cosa más, con el tiempo, esa cosa más implica hacer muchas más, pero para mí, tan sólo sigue siendo una cosa más.

Por otro lado, me preguntaba a mí mismo: ¿Qué me ha pasado? ¿Qué es un brote psicótico? ¿Cómo es posible que me haya pasado esto? ¿Qué puedo hacer para no tener más? ¿Por qué sin ser una persona que va a misa, religiosa, etc. me ha dado por creerme el enviado del apocalipsis?

Con el tiempo me acordé de mi primera depresión. Ocurrió cuando la clase me hizo acoso escolar y a lo mejor estaba en el sofá de mi casa, donde no pasaba nada, y me imaginaba que allí donde estuvieran mis compañeros, estos seguían criticándome y burlándose de mí. Es decir pensaba en cosas que, o no eran verdad o no podía demostrar que fueran verdad. Creíbles pero no demostrables. Y esto me hacía sufrir las veinticuatro horas.

Así me di cuenta de que mi brote psicótico y mi primera depresión tenían algo en común. En el brote psicótico, me creía que podía ser el enviado del apocalipsis a raíz de que estuve en una situación que me hizo pensar que había salvado a gente de la muerte. Si había salvado a gente de la muerte era una cosa que no se podía demostrar porque yo había evitado tal situación. Es decir, o no era verdad o no podía demostrar que fuera verdad. Creíble pero no demostrable. Otra vez como en la depresión.

Con la diferencia de que en la depresión sólo pensaba una cosa de este tipo y que en el brote psicótico pensé casi infinitas cosas de este tipo: primero que podía haber salvado a gente de la muerte, luego que podía ser un salvador, el enviado del apocalipsis, y entre casi infinitas ideas de este tipo, finalmente, que podía ser Dios.

Así me di cuenta también de que, por ejemplo, en las relaciones de pareja que había tenido, era celoso. Me imaginaba, cuando no estaba con mi pareja, lo que podía estar haciendo ella con otros chicos. Otra vez una idea que o no era verdad, o no podía demostrar que fuera verdad. Creíble pero no demostrable.

Entonces, parece ser que mi mente tiene tendencia a pensar este tipo de cosas y que, cuando las piensa, entra en una especie de bucle del que no puede salir porque, sobre lo que piensa, no puede llegar a ninguna conclusión. Sin poder dejar de pensar en este tipo de cosas.

Pero he llegado a una conclusión. Parece ser que la única conclusión a la que puede llegar mi mente sobre estas cosas es… que no puedo llegar a ninguna conclusión.

Esta conclusión creo que me ha ayudado a no ser celoso, a no volver a tener un brote psicótico o una depresión, a ser humilde y pensar que no puedo con todo, a saber que tengo unos límites… resumiendo, a conocerme. Y conociéndome, creo haber aprendido a no traspasar esos límites.

Alfonso Gálvez

Comentarios: