Mi trastorno ya es historia. Tenía depresión y ansiedad desde hacía 23 años. Pasaba temporadas sin depresión y con ansiedad controlada por la medicación, pero como no podía decir lo que tenía porque era tabú, a veces creía que no tenía nada y a veces no lo tenía claro.
Los psiquiatras me decían que con medicación y haciendo terapia podía llevar una vida “normal” pero no lo conseguí nunca. Hasta hace unos cinco años, cuando volví a empezar terapia con un nuevo psicólogo y también el que hacía el número cinco. El primer día me dijo que estaba muy frágil y sensible, y al poco tiempo, que mi consciencia era baja. Trabajamos durante tres años, al mismo tiempo que yo me interesaba por el crecimiento personal.
¿Mi sensibilidad y fragilidad es de nacimiento? Creo que hay una pequeña parte genética, pero la parte más importante viene del entorno y la educación recibida. Ahora se habla de Personas con Alta Sensibilidad (PAS), y está bien, porqué es una característica más, de eso que hace que todas, por naturaleza, seamos diferentes.
Si pienso en la diferencia debería hablar del estigma. Mi experiencia con él me viene de lejos. Empezó en el instituto y ha seguido en el terreno personal y en el mundo laboral.
Mi opinión sobre las personas que no aceptan la diferencia, por lo tanto, las que discriminan, abusan y descargan sus frustraciones con los que saben que no se pueden defender, es que teniendo un trastorno mental creen que no deben ir al psiquiatra. Creo que la base de estos problemas de nuestra sociedad es la educación, que debería ser diferente.
Me ha gustado poner de título: “¡Una segunda oportunidad y otra vida!” porqué todas tenemos derecho a tener una segunda oportunidad, o más, ¿no? Pero no sé si llegaré a tiempo, porque no depende sólo de mí, también depende de mi entorno. A pesar de la incerteza, estoy contenta y orgullosa por todo lo que he conseguido.
Cristina Martínez