
El propósito de este artículo mismo es esclarecer, aún más, mi mente, últimamente un tanto escondida entre razones y emociones de mi pesar, de mi ser hermético. No nos entretengamos más y empecemos:
Por ejemplo yo nunca iré de viaje a lugares donde haya habido guerras, tifones, huracanes y se haya sufrido mucho como los campos de concentración o el muro de Berlín. No, yo sé qué es sufrir y quiero ir a sitios frescos, transparentes, amables y cariñosos, como el Reino Unido, Amsterdam o Islandia. De hecho, pienso que si el año 1994 me hubiera quedado en Inglaterra creo que no hubiera enfermado, no tendría ahora un diagnóstico de Trastorno Mental Severo. ¿Por qué? Pues porqué ir a UK fue una oleada de oxígeno y de libertad, sin ver a la familia, y para mí, esos tres meses fueron de lo más feliz que pude tener en mi vida. Pudiéndome quedar allí unos años más, va y me vuelvo a Barcelona por miedo al castigo de mis padres, porqué aunque yo ya era mayor me tenían cogida de pies y manos. O así lo viví yo.
Me siento sesgada, rota en mil pedacitos… Y entonces, ¿quién volverá a armar el puzle?
Antes de continuar otro inciso: veo que si me estiman yo florezco, me hacen sentir respetada, empiezo a hablar y todo fluye dentro de mí, pero mis hermanos y cuñadas y cuñado, y mi tía pasan de mí como si yo fuera un bicho raro y, de verdad, me hacen daño… ¡Me he equivocado tantas veces! Que ahora, como dice el cantante de un grupo musical catalán, hay que ponerse en escena, pues yo pisaré el suelo mundano con posición escénica. Adelante con las hachas.
Creo rotundamente que todas las conductas extrañas descritas por los médicos eran una llamada de atención para ser querida por parte de una familia que sigue sin acudir a la cita del amor. Comportamientos que en algunos momentos eran metáforas de mi vida pasada y que no quieren creerme. El relato, uno cualquiera, que conté al médico de Urgencias, no se creyó ni una palabra ¡Hoy en dia tampoco se lo creen! Para mí, actuar así fue un proceso psicológico que tenía que ver con mi infancia y crecimiento hasta la etapa adulta. Y, ahora, solo pido esclarecer, si no es mucho pedir, todo el embrollo que hay en mi cabeza, con un profesional.
Bohemian Rhapsody: esta película, que he visto tres veces, me ha desvelado una parte de mi infancia amnésica y se está completando el ciclo, como en un bucle. Los conceptos de familia y casa en el film se repiten mucho y a mí esto se me ha quedado, porqué me sentía cerca de ello. Freddie Mercury lucha mucho por conseguir lo que más desea y yo siempre he pensado que sí, hay que luchar para recoger los frutos de esa pasión, por conseguir ciertas cosas. Esta película me ha hecho ver las causas del presente, que las tenía medio claras, pero ahora me siento desgarrada por dentro y me desangro.
Había un psicoanalista que me ayudó durante un tiempo y me dijo una cosa muy interesante, pero a medias: si tienes problemas con tu familia has de ir hacia allí en lugar de alejarte y yo le hice caso, pero lo que no hizo mi familia fue ayudarme con mis problemas, porqué claro, si sólo tú haces el trabajo y los demás te siguen tratando mal es que no arreglamos nada.
Y así estoy, balanceándome como un columpio entre las mareas de mi corazón; con Bohemian Rhapsody ha venido todo de vuelta, pero tal y como ha venido, se irá. Sólo es cuestión de tiempo. Sólo es dejar un tiempo para curar heridas y tirar para el futuro.
Y, en mi vida, lo bueno aún está por llegar, lo intuyo. He abierto un libro, regalado por mis padres que como los tres Reyes Magos me lo trajeron a Vic el día de Sant Jordi. Habla de un gato que hace feliz a la gente. Aunque no me gustó demasiado, me hizo pensar y colocó frente al espejo de mi alma lo siguiente: soy un ser sociable, pero a la que le faltan muchas tablas, por la edad que tengo, ya las debería tener ¿Por qué? Porqué mentalmente estoy fuera del lugar común.
El lugar común es como decir la plaza pública, donde se reúne la gente y charlan e intercambian ideas, proposiciones, opiniones.
¿Para qué me ha servido estudiarme? ¿Para seguir como siempre? No y No. Debo cambiar, debo sacar de mis entrañas lo malo que me ensucia el ánimo y lo bueno que me hace volar en el ensueño de mi vida.
¿Para qué me ha servido tanto regocijo por los vericuetos de mi ser? ¿Para quedarme como estoy, desamparada? No y No. Debo cambiar, debo sacar la porquería que me hace daño de mi corazón malherido, sacar de dentro de mi piel toda la sudoración que se aprieta y quiere salir sin más, y también necesito regalar al mundo toda mi bondad, mi aprecio y mi querer.
¿Por qué me lo guardo todo para mí? ¿Por qué escondo entre mis manos la cara petrificada de yeso deshumanizada? Ya basta de lamentos en relación al estudio de mí misma, ahora tocaría vivir con desfachatez, presumiendo de mí, de mis capacidades creativas que cabalgan al son del djembe y llevarlas río abajo hasta el mar bravo de mi ser ontológico.
Vale la pena estudiarse a sí misma, pero vale más la pena salir afuera al jardín y contemplar la visión de un nuevo porvenir.
El padre de Freddie Mercury, en la película, le dice a su hijo, antes de tener tanta fama: “buenas palabras, buenas ideas y buenas acciones”. Pues eso mismo. Y voy acabando.
¡Tengo que salir de la caverna donde estoy metida! Que me toque el aire fresco, el de las cuatro estaciones y respirando hondo enfrentarme con la vida de una vez por todas. El “Cómo lo haré” es importante, pero mis padres me han dado una pista, así que la tomaré prestada para caminar por el sendero de la recuperación. Un ejemplo: hablar con mis padres de como viví yo mi infancia y solamente a ellos, aunque es probable que se molesten cuando hable de ellos… Quizás no es una buena idea, pero yo necesito vaciar el vaso de mi cuerpo de toda la basura del pasado para llenarlo de alegrías, sentirme mejor conmigo misma y separar los amigos de verdad que tengo aún por rescatar de los que no lo son. Creo me dejaré ayudar por un profesional.
¿Lo conseguiré?
Sònia Salcedo