
Con anterioridad, he escrito acerca de un grupo de WhatsApp de gente con ganas de quedar para salir en mi ciudad. Un grupo de WhatsApp como cualquier otro, salvo por dos pequeños detalles: uno, que yo estoy en él; dos, que lo uso de referencia para observar mi integración en un grupo donde el resto de sus miembros, que no me conocían con anterioridad, se van enterando de que tengo un trastorno mental. Una especie de termómetro social.
Desde el verano del 2018 hasta la primavera del 2019, han pasado diferentes personas; con algunas solo coincidí una vez, con otras nunca. Hubo quienes estuvieron un tiempo y luego se fueron, de una treintena de personas al principio, hemos pasado a ser diecisiete.
En estos momentos ya lo saben todos, hay quien incluso llegó a leer un artículo mío y le ha gustado tanto que me ha pedido que ponga un enlace en el grupo a mis artículos y he puesto el de la web de Veus Barberà, donde escribo desde la experiencia propia.
Me han propuesto ser administradora y organizar alguna salida. Agradezco la oferta porque indica confianza, pero la he rechazado por falta de tiempo. Hay quien me manda privados invitándome a seguir participando en el grupo, cosa que agradezco, puesto que me indica que soy aceptada.
Mi participación se reduce a cuando quedan en algún bar cercano a mi casa. Podría participar en más salidas, pero es que en estos momentos, lo que necesito y agradezco son esas quedadas cercanas. Me siento totalmente aceptada e incluida. A veces hablo del activismo dentro de salud mental, con total normalidad y es un tema más.
Hace poco le comentaba a una persona de ActivaMent que no he tenido problemas de discriminación en ningún ámbito de mi vida social y si lo ha habido, pues no me he dado cuenta. Lo cual a veces me sorprende, puesto que tengo compañeros que han sido fuertemente discriminados por familiares y amistades. Hará cuestión de un año, hablando sobre el tema de la discriminación, llegamos a la conclusión de que mi entorno no me discriminaba puesto que la mayoría pertenecían a movimientos sociales, anti-desahucios, animalistas, CDR, marea pensionista; era gente que sabía lo que era luchar por los derechos de las personas y con unos ideales sociales. Pero esta lógica no se repite en el grupo de WhatsApp, donde tampoco se me discrimina. Entonces ¿Qué influye para no ser discriminada? Pues no lo sé ¿Por qué nos sorprende la NO discriminación? Me planteo ir tanteando, de uno en uno, a los miembros del grupo de WhatsApp para obtener respuestas acerca de la NO discriminación. Os contaré en próximos artículos.
Rosa García