Il·lustració © Mireia Azorin

Ilustración © Mireia Azorin

Hola, quisiera explicar mi experiencia negativa, pero real. Yo escribo diagnosticada de TLP, esquizo-evitativa, TDH, TCA y Depresión Mayor. Pero según me han contado los profesionales de la salud mental es debido a los traumas vividos en la infancia.

Desde que tengo noción de mi vida, he vivido situaciones que para mi han sido muy duras. Primero por la cuestión familiar, he sufrido negligencia, abandono y maltratos familiares por parte de mi padre. El primero recuerdo que tengo de él es dándome una paliza por comer pan con nocilla, recuerdo estar detrás de la furgoneta yendo de lado a lado de las ostias que me daba. ¿Por qué? Sencillo, éramos vegetarianos estrictos y era producto prohibido. Mi mente, gracias a un mecanismo que nos permite subsistir, me ha querido proteger borrando épocas de la infancia.

En mi casa, no existía el respeto, todo eran maltratos físicos: con la regla en las manos, la correa en todos lados, patadas, golpes con la zapatilla, tirones de orejas. Pero mucho rato, con palos, tirándonos piedras… desprecio, insultos, ridiculizándonos delante de gente y en casa, desvalorizando todo eso que una niña necesita para tener autoestima. Si constantemente te repiten que no vales para nada, que eres inútil, no es fácil valorarse.

Yo recuerdo un día que vino colérico no sé porqué y me pedía que le respondiera y tenía tanto miedo que el cuello se me cerro y no podía responder. ¡Él se enfadaba aún más!

Yo iba a parvulario, primero y segundo, después nos fuimos a vivir a otro sitio.

Normalmente él acostumbraba a dejarnos con gente conocida de él, una de ellas era un profesor americano con quien nos dejaba para aprender y que nos hacía de canguro, un hombre grande. Bien, este individuo siempre nos hacía regalos, pero también me llevaba a su casa y dejaba a mi hermana viendo la televisión y a mi me llevaba a la habitación y me tumbaba en la cama donde dejaba ir su imaginación conmigo. No entro en detalles.

También se sumó que durante toda mi vida escolar yo sufrí bullying, patadas, insultos, tirones de cabellos, chicles en el pelo… Me daba horror ir a la escuela y mis padres nunca dijeron nada, aunque yo se los contaba.

Alrededor de los 8 años nos fuimos a vivir a otro sitio. Allí estuve uno año sin ir a escuela, sufriendo explotación infantil de sol a sol; lo tenía que ayudar a hacer de paleta haciendo cemento, transportando ladrillos, tochos… Después, también transportando piedras, carreteando bidones de agua, ayudándolo haciendo de mecánico. Recibía cada ostia y gritos, desvaloraciones… Si no le hacía o daba las herramientas correctas y rápidamente, ayudando con jardinería y todo lo que necesitara, como ya he dicho, venían los golpes y demás, me quedaban morados por su agresividad, contusiones, esguinces. Pero esto no era impedimento para seguir a la mañana siguiente. Un día estuve a punto de perder un dedo pequeño porque quería que le aguantará unos troncos y la motosierra me corto, realmente un milagro, me vendaron el dedo, culpándome y abroncándome y continuamos, además decían que era culpa mía, que yo me lo había buscado.

Entre tanto empezó a abusar de mi y violarme durante no lo sé, 2 o 3 años. Aclaro que ajustar el tiempo a las situaciones no siempre me encaja.

Él empezó a trabajar donde tenía que hacer muchos kilómetros, fue muy duro para mí, porque paraba a medio camino para satisfacer sus perversiones (violaciones). Pero una vez al lugar, yo me pasaba gran parte del día con un compañero de trabajo que abusaba de mí, no llegó nunca a violarme, pero casi, y eso cada día, sesión doble.

Para huir de esta situación me busque un novio, creo que tenía unos 13 años y él 18. Fue duro aguantar sus ataques de celos que sufría (y los ascos que me hacía el chico). Comentarios duros como que era una puta, que si ya me había comido…, que era una calienta braguetas y que no le extrañaba si me pasaba alguna cosa. ¡Muy desagradable! A los 15 años empecé a trabajar. Con la mala suerte que el jefe era un pervertido sexual y me encerraba en la camera frigorífica con él o se sacaba los pantalones y me forzaba a tocarlo, o en las escaleras que comunicaban con el piso de arriba. Aguanté un año, una tortura que no entendía porque seguía pasando.

Durante todo este tiempo ha sido una pesadilla que a pesar de estar en diferentes tratamientos psicológicos no he conseguido superar y cuando veo a alguien que tiene un parecido con quién me maltrato tiemblo.

Como habéis leído, explico experiencias hasta los 15 años. Aquí me quedo, pero tengo mucho que explicar aún.

Abigail Herrera

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