Il·lustració © Laia Arque

Ilustración © Laia Arque

Aquellos momentos en que casi la desesperación me arranca de un mordisco del camino. Donde casi se me hace desaparecer, no por nadie sino por mí mismo, de la vida y sus destinos…

Hoy he leído una noticia que habla de cuando el corazón está totalmente nublado por el sufrimiento. En ese momento la desolación te lleva al precipicio, donde te lanzas al abandono de la vida sin paracaídas de consuelo para que se frene ese lanzarte al olvido y a no tener una nueva oportunidad de cambiar el destino… siendo así el final que pudo cambiar, pero nunca lo hizo.

Donde una solución definitiva para algo pasajero” acaba con cualquier opción de volver a emprender los sueños.

Yo estuve… De hecho, lance mi esperanza al fuego del desconsuelo. Solo quería volver en otro lugar con más fuerza y siendo más recio. Pero no era mi momento. No ocurrió y siguió latiendo mi espíritu y mi deseo.

Y ahora cuando miro hacia atrás, cuando leo mis recuerdos en mi pensamiento de aquel momento que casi se hace final, que casi acaba con cualquier otra oportunidad. Me doy cuenta que la vida tendría que cambiar, que a las almas se les tendría que dar apoyo y acompañar cuando hay sufrimientos y un lamentar tan tremendos y difíciles de llevar. Porque de esa manera evitaríamos que se rompiera la cuerda que sujeta la rabia y el deseo, el sentir y el amor propio, la lucha que arde dentro.

Si pudiéramos mirarnos menos a nosotros mismos desde el querer egoísta y la codicia de ser más… Seríamos verdaderos médicos del alma. Y podríamos evitar que se rompieran las alegrías y que no se sumergieran los espíritus en el lamentar y la opción desesperada, de no ver futuro, de solamente pensar que vivirán lamentándose y desorientados en sufrimientos, y en vida enterrados sin sentir alegría y por la felicidad repudiados.

Hoy vivo más feliz, lo que quiero decir… es que no lo conseguí. Seguí… y así pudo cambiar mi realidad, gracias a que aquello que no me devastó y aniquiló, pudo pasar. Y de hecho no ocurrió por (azar), no sé… Qué más da. Porque quizás no era el momento ni el lugar. Aquello fue en mi humilde opinar: un revitalizar las alas heridas para volver a volar.

Si tienes los ojos y el alma empapados de desesperación. Sólo te deseo que luches por darte tiempo de reflexión. Y cuando la tormenta cese de golpear, llegará una luz a través de lo nublado, que te devolverá aquella sonrisa que tu esencia había olvidado. Sólo no te precipites y respira dos veces antes de decidir algo definitivo y que jamás podrá ser cambiado.

Cuando tu alma esté ahogándose en la desesperación y solamente sientas desolación, pide ayuda rápidamente a los que aman de verdad tu corazón. Para que te protejan de ti mismo y así puedas volver a tener la oportunidad de ser feliz y volver a amar.

Sólo es que una decisión desde el ansia, no acabe con un porvenir que (quizás…) sea la felicidad que añoras y tú alma tanto reclama.

Miguel Ángel Pérez Salcedo

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