
Hoy en día está muy mal visto tener una enfermedad mental, un trastorno mental. Sufrimos un estigma muy fuerte por parte de los otros y de la sociedad. Tenemos que justificar que no somos peligrosos, que no les haremos daño, que no somos o estamos locos, ni cosas por el estilo, todo cosas negativas. Y, en realidad, tener un trastorno mental, si te paras a pensar, no todo son inconvenientes, y menos si llegas a la etapa de estabilización. En un primer momento, cuando te lo diagnostican y no sabes ni dónde acabas de entrar, sí que te cae como una jarra de agua fría, y te quedas helado; pero una vez te acostumbras, lo sabes llevar, y aprendes a vivir con él, o incluso cuando llegas a la recuperación y, además, puedes dedicarte a ayudar a los otros, a través de compartir tu experiencia vivida, no todo son aspectos negativos.
Haber vivido lo que hemos vivido, antes que nada, nos hace ser unos seres extraordinarios, y no lo digo por decir, ni tengo ideas megalomaníacas (a pesar de lo que podáis pensar, o de mi diagnóstico). No todo el mundo es capaz de aguantar lo que nosotros hemos tenido que aguantar, y quien diga que no, miente. Cualquier otra persona, que hubiera tenido que pasar por lo que nosotros nos hemos tenido que ver… no sé yo ahora mismo cómo ni dónde estaría… y aquí lo dejo… Por eso, y otras cosas más, puedo decir que somos seres extraordinarios, grandiosos, con una fuerza interior capaz de movilizar el mundo.
Tenemos una capacidad de empatizar con los demás mucho más desarrollada, debido al sufrimiento y a todo lo que hemos tenido que vivir, y esto nos hace ser más humanos, más sensibles, más generosos, y con más sentimientos. Podemos empatizar mucho más con los otros, y podemos meternos en el lugar de los demás, porque nosotros también hemos pasado por lo que ellos han pasado o están pasando, y esto hace que ellos sepan que pueden contar con nosotros, y que se sientan escuchados, que no están solos, que tienen una mano amiga, alguien que no les dejará de lado en los malos momentos, no somos tan locos, ni estamos tan tarados; ni se nos tiene que dejar de lado, ni somos un estorbo, ni somos basura… como la sociedad nos pinta, esto lo quiero dejar muy claro.
También tenemos una capacidad de soportar el malestar interior que esto nos hace tan fuertes, que nos hace ser invencibles, indestructibles, aunque nosotros mismos a veces nos derrumbamos, pero al mismo tiempo, dentro nuestro sabemos que podemos seguir adelante, y cada día, cada mañana, es un reto nuevo y una lucha más, y cada noche, una guerra, una batalla ganada.
Somos seres extraordinarios, como decía antes porque, ¿quiénes hoy en día, de la gente de nuestro entorno, serían capaces si no, por ejemplo, de aguantar, el “simple” hecho de estar escuchando voces durante horas y horas, o de hacer largas caminatas porque su cabeza se lo dice, o de estarse haciendo comprobaciones de abrir/cerrar luces durante horas y horas consecutivas o andar por calles sintiéndose perseguido y haciendo ver como si no pasara nada? ¿Y quién no es extraordinario que sea capaz de llegar hasta Francia andando de una sola caminata, sin ni tal sólo cansarse? Pues algunos de nuestros compañeros, ¿no? ¿O los que se hacen mil cálculos y se sacan mil teoremas y teorías superestructuradas de su propia cabeza? Por eso digo que somos seres extraordinarios. Y no podemos olvidar que tenemos una mente maravillosa, aunque muchos nos quieran tildar de locos, inadaptados, extraños, o digan que deliramos, o que “rozamos la locura”.
Y por último, con lo que yo me quedo, es lo siguiente: ¿quién tiene hoy en día el “poder” de decir quién es “normal” y quién no lo es?
Nina Febrer