Il·lustració © Mireia Azorin

Ilustración © Mireia Azorin

Es curiosa la falta de definición de la esquizofrenia. Hasta el siglo XIX no aparece este nombre como un trastorno. Se habla de problemas mentales, de locura, pero no está definido el concepto de esquizofrenia. Y en el siglo XIX se ponía bajo este nombre un montón de síntomas que más parecían un cajón de sastre que un diagnóstico.

También, curiosamente, en parte esta indefinición ha llegado hasta nuestros días. Contra el parecer de muchos médicos, personas como el filósofo Michel Foucault, quién en 1961 publicó la obra “Historia de la locura en la época clásica” dan una imagen de la locura completamente distinta. Según él, la persona con esquizofrenia es más alguien que se sale de la norma y deja en evidencia la absurdidad de algunos comportamientos de los cuerdos, que un enfermo.

Es una opción defendida por muchos antropólogos, pero no sé si estos antropólogos dan soluciones.

La situación es bastante caótica. Hay quien afirma que es una enfermedad y hay quien prefiere llamarlo trastorno. Hay quien afirma que hay cinco tipos y hay quien afirma que hay siete, según los manuales de diagnóstico. Hay quien afirma que es una cuestión de química cerebral y hay quien lo atribuye a causas culturales. Hay (todavía) quien dice que deben encerrarnos y quien está a favor de dejarnos libres.

Hay quien dice que la cosa va a tercios. Un tercio que se “cura”, un tercio que con medicación funciona más o menos bien y un tercio que no mejora ni a tiros. En otras culturas parece que se curan dos tercios y el otro está en una situación desesperada. La situación de una persona con psicosis en el África Subsahariana prefiero no recordarla (hay un documental: “Los olvidados de los olvidados”).

Es importante la situación socioeconómica. En los países ricos hay más recursos para nosotros (ya sé que esto parece una broma pero es así). Esto puede significar que somos un negocio para las compañías farmacéuticas, que priman la investigación biomédica a otros posibles tratamientos, y eso puede dar soluciones a corto plazo que pueden ser un desastre a la larga. Según me confesó un psiquiatra: “no sabemos lo que hace la pastilla, pero parece que funciona, tómatela”.

¿Hay opciones a la medicación? Parece que el tratamiento del primer brote es muy importante. Parece que un mayor sentido de la comunidad sería una solución. Un trato más humano y no tan competitivo y puede que nos ahorrásemos muchas pastillas.

¿Es la esquizofrenia una construcción social? ¿Es una enfermedad que no existe? También es verdad que nadie quiere estar enfermo. Y ante la realidad del trastorno, ¿Qué opciones hay? ¿Qué hay que hacer? Todo el mundo parece tener sus razones para sus afirmaciones y tiran de nosotros.

No creáis que voy a daros la solución al enigma. Voy haciendo como puedo sin tener respuestas. He vivido con medicación y sin ella con más o menos problemas. Supongo que cada uno debe seguir su propio camino.

Fèlix Rozey

Comentarios: