
Aun con la emoción viva, que es escurridiza a las palabras, quisiera compartir con quienes no estuvieron allí, en la gran fiesta que fue el primer Día del Orgullo Loco en Catalunya, cómo lo he sentido yo y las razones que lo hicieron y hacen necesario. Tras 25 años de Mad Pride en el mundo -nacido en Toronto y extendido al mundo anglosajón, recogido por Asturias desde el 2010-, el orgullo ha llegado a nuestro país para quedarse y crecer.
Lo primero a celebrar es que ha sucedido. Un trabajo inmenso de las pocas personas que formaron la Comisión del Orgullo Loco hizo posible este día. Ellas permitieron acordar un mensaje común, elaborar un manifiesto, crear una Web y los perfiles en las redes sociales, conseguir los permisos para el uso del espacio público, organizar los eventos, sumar artistas, difundir los actos programados… Allí, en la chispa del volcán, las personas que fraguaron esta explosión de alegría nos regalaron a todas una muesca en nuestra biografía personal y en la historia de nuestra comunidad. Todas esperábamos un día especial, pero creo que pocas o ninguna el éxito de convocatoria que tuvo.
En el tiempo que miden los relojes fueron sólo once horas, con stands informativos, espacios de participación (taller de pancartas, fábrica de “pins”, juegos para reflexionar sobre el estigma, etc.), radio en vivo, concentración y manifestación, lectura de manifiesto y una apoteósica fiesta final. En su momento álgido, más de 300 personas cantamos y bailamos, reivindicando nuestra condición de ciudadanas para acabar con las vulneraciones de derechos que aun sufrimos quienes estamos psiquiatrizadas.
Acogidas días antes por el gobierno municipal, la pancarta de nuestro orgullo colgó por vez primera del Ayuntamiento de Barcelona. Un apoyo a la diversidad de nuestra ciudad que aportó los espacios, la infraestructura y colaboró con la difusión. Emociona, también, ver que entre nosotras hubo profesionales, responsables de servicios de salud mental y autoridades de la Administración. Y, como se espera de las aliadas en las luchas oprimidas, no pidieron micrófono, ni primera línea, ni portadas. A la revolución se suman quienes tienen que abrir las puertas para transformar juntas desde dentro las prácticas y las políticas sanitarias.
Está claro que no estuvimos todas, que las unidades de agudos, subagudos y larga estancia estuvieron tan llenas como siempre. Que faltaron las que, aun sintiéndose identificadas con el orgullo, llevan su lucha diaria para sobrevivir al peso de la existencia o quienes viven con el miedo a ser señaladas locas, para no sufrir el peso de los prejuicios de la sociedad. Y faltaron también muchas más, a quienes aún no hemos sabido llegar con el mensaje del Orgullo Loco. Porque la locura no es sólo diversidad, hay una dimensión de sufrimiento, propio y por la discriminación, que no olvidamos ni banalizamos.
Para quienes dudan, es fundamental explicarnos. ¿Por qué es necesario este día? Porque tener un diagnóstico psiquiátrico es motivo de vulneración de derechos y pérdida de oportunidades en la vida. La discriminación por motivos de salud mental está tan arraigada que, frecuentemente, ni siquiera se detecta como tal. Porque la violencia institucional es la norma, y por “nuestro bien” se nos imponen tratamientos y medidas coercitivas. El mantra de la ausencia de consciencia de “enfermedad” es sustento para quitarnos potestad sobre nuestra vida. Antes maleducadas que psicoeducadas, porque la resistencia colectiva es fundamental para construir y fortalecer un nuevo discurso que permita hacer oír nuestra propia voz y nuestros mensajes, y para garantizar nuestra autodeterminación.
¿De qué estamos orgullosas? Nadie se alegra de sufrir ni de las dificultades que, frecuentemente, supone la diversidad mental en nuestra sociedad. El orgullo está en encontrarnos, en reivindicar juntas nuestra condición de ciudadanas de pleno derecho, en visibilizar que existimos, que no somos menos por tener experiencias diferentes, que formamos parte de la pluralidad humana, que promovemos el apoyo mutuo y la cooperación, fortaleciendo nuestra comunidad. Antes orgullosas que avergonzadas. Es hora de levantarnos (y bailar, si hace falta) para desmontar prejuicios.
¿Por qué es loco el orgullo? ¿Por qué escoger una palabra socialmente estigmatizada? Porque la lucha para darle un nuevo significado a las palabras es un acto de descolonización de nuestra experiencia subjetiva y de nuestra biografía. No somos una colección de síntomas, ni lo que sentimos y vivimos puede reducirse a un lenguaje neuroquímico. Antes locas que enfermas, que sólo desde la vivencia subjetiva podemos entender nuestra experiencia y qué nos ha sucedido o quiénes somos.
Esta elección es también un acto de politización del sufrimiento y de colectivización de las estrategias para gestionarlo. Lo que le sucede a un cerebro enfermo es algo que sólo atañe a un especialista. Discurso en el que somos un objeto de intervención. En las experiencias de sufrimiento psíquico o diversidad mental nosotras y nuestra comunidad tenemos agencia.
De lo vivido me quedo, como conclusión, las palabras expresadas en la lectura del compañero Bernat y la compañera Rosa: “Hemos llenado las calles de Barcelona de manifestación, alegría y diversos actos sociales y culturales. Somos dueños y dueñas de nuestra vida y nuestra historia. Nada sobre nosotras, sin nosotras”.
Hernán Sampietro