Il·lustració © Sergi Balfegó

Ilustración © Sergi Balfegó

La autoestima es algo que tiene más importancia de lo que parece. En mi caso fue fundamental en mi vida. He tardado muchos años en mejorarla y aun así todavía me queda mucho camino por recorrer. Solía ser una niña espontánea y alegre, pero pronto me volví vulnerable y os diré porqué. Con 7 años sufrí abusos sexuales en los que un chico de 12 me hacía tocamientos, llamaba a todos los niños del barrio para que usaran mi cuerpo y me sentía culpable y sucia. Yo no sabía como salir de aquella situación en la que cada vez me sentía peor y en la que, según el niño mayor, yo no podía decir nada a nadie de mi familia porque él me amenazaba. Ese infierno que parece un juego de niños me marcó más de lo que yo podía imaginar.

Aquello me hizo vulnerable, insegura e inferior, sentimientos que propiciarían una baja autoestima. Además propició una falta de afecto que desató que yo no estuviera motivada en el colegio. Los profesores se iban pasando el típico mensaje de “se esfuerza pero le cuesta”, que me hizo pensar que yo no valía y era tonta. Pronto mis inseguridades se desataron y la gente veía en mí un blanco fácil. Tenía bondad, y con el sobreañadido del concepto que tenía de mí misma, esto hizo que yo siempre me sintiera inferior. Pero un día comprendí que todas mis dificultades se debían al concepto que tenía de mí.

En 5º de básica un profesor empezó a creer en mí y decirme que yo valía, me daba cariño y comprensión, y todo cambió. De pronto mis notas destacaban entre los demás: 4 sobresalientes, 8 notables, 4 bienes y 1 suficiente, un cambio abismal en mis notas sólo porque un profesor me daba afecto y cariño. Luego empecé la ESO y algunos niños o adolescentes me insultaban hasta que rompía a llorar, me dibujaban desnuda, me dibujaban como una alienígena, me daban collejas, me tiraban bolas de papel y yo no sabía defenderme. Me quería tan poco a mí misma que no tenía fuerzas, sólo sufría en silencio. Aguanté mucho, pero los padres deberían detectar ese tipo de casos y ejercer influencia ya que, años y años así, el sufrimiento de que la gente te desprecie es tal en el cerebro que acabas odiándote a ti mismo, y nadie se merece eso, absolutamente nadie.

A mí comprensión se me escapa saber qué hice de malo para que todo eso me sucediera, pero un día cambié de colegio y ya no tuve esos problemas. Es curioso porque en la universidad destacaba por mis buenas notas y me di cuenta que no era la tonta que pensaba, hasta sacaba matrículas de honor porque hacía algo que me gustaba y, lo más importante, tenía un buen ambiente. Me costó muchos años curarme, pasé un ingreso grave de trastorno esquizoafectivo, terapia electroconvulsiva, alucinaciones visuales, pero entonces alguien creyó en mí y me veía como la persona más maravillosa del mundo. Me hizo comprender que yo tenía un valor y que no debía verme diferente a los demás, me vio como una más y eso me ayudó.

Cuando me divorcié tardé 4 años en superar un sinfín de despropósitos y fracasos tanto sentimentales como laborales, pero la vida me hizo fortalecerme y un día me di cuenta que valía, yo sola, sin la ayuda de nadie. Me di cuenta sin que nadie me lo dijera que era inteligente; pese a que me prejuzgaban como madre, luché por demostrarle cariño a mi hija y lo conseguí; estudié 2 másters pese a los problemas de memoria y concentración; podía apostar por la vida; había gente que realmente me quería y, sobre todo, tenía la capacidad para perdonarme a mí misma y a los demás y fortalecerme, porque aunque hubiera tropezado 100 veces, me había levantado 101.

Hoy por hoy he conseguido muchas cosas en la vida: una hija maravillosa, trabajos de los que me he sentido orgullosa y una carrera profesional pese a que profesores de mi colegio me decían que yo no tenía capacidad para ejercer una carrera, pero hay que creer en una misma y hacer caso sólo a lo que dicta tu corazón. Porque pese a parecer vulnerable, me hice fuerte, aprendí a quererme y sobre todo a tener criterio propio, porque nadie sabe de lo que eres capaz de lograr excepto tú mismo, porque nosotros mismos somos los que mejor nos conocemos. Y pasar por estas situaciones te hace tener empatía, ser comprensivo con los demás y querer ayudar, y eso es positivo.

Blanca Aguilera

Comentarios: