Fotografia © Elena Figoli

Fotografía © Elena Figoli

Desde muy pequeña a mí me criaron en un mundo de fantasía, irreal, como si fuera una princesita, dijéramos que entre algodones, también exigiéndome mucho, no dejándome ser una niña normal y corriente; hoy en día no les reprocho nada a mis padres, porque ellos no  tienen ninguna culpa, pienso yo. Ellos lo hicieron todo lo bien que pudieron, y pensando que aquello sería lo mejor para mí.

Ahora ven que han fracasado como padres, después de ver como les salió de mal la cosa. A veces hacemos cosas pensando que será lo mejor, y resulta que no, que son totalmente al revés de cómo pensamos… Rápidamente me tuve que hacer cargo de cosas que no me tocaban por mi edad también… Al mismo tiempo, relaciones sociales mucho de postureo que al fin y al cabo sólo me entristecían, y me hacían una infeliz. Y si todo esto lo juntamos, me fui convirtiendo en un ser al cual lo único que le importaba era poca cosa más que ser guapa, delgada, comprar, comprar y comprar, acumular cosas, tener éxito, etcétera. Realmente muy triste… Y bien, me pensaba que yo era el ombligo del mundo. Sí, sí, incluso a mí me da vergüenza reconocerlo. Pero lo que no sabía, hasta tiempo después que no empecé a ir a terapia y me lo hicieron ver los profesionales, era que todo aquello sólo era para enmascarar el malestar que sentía, y lo utilizaba para tapar aquella sensación de vacío que tenía en mí misma. Pero a la vez, todo esto sólo era otra tapadora de algo que me ayudaba a tapar algo mucho más grande, mi verdadero problema, mi gran lucha contra la comida.

Resumiendo, me sentía vacía y buscaba la aceptación de los demás pensando que sería aceptada siendo guapa, y bonita y delgada, realidades totalmente absurdas. Pero a una niña jovencita, que le hicieron creer esto desde pequeñita, educada basándose en el éxito… Todo esto sólo me servía para tapar el vacío que sentía en mí misma, que a la vez, no era más que algo que me servía para no afrontar mis problemas reales, la vida de adulta, y una manera de no afrontar la realidad. A mí lo que realmente me atemorizaba era crecer, afrontar la vida de un adulto, no ser capaz de poder con todo, incluso a día de hoy todavía me viene algún que otro pensamiento, pero bien, ya están muy difuminados, pero de pequeña, todo aquello era realmente monstruoso, y el pánico a crecer era tan grande, que preferí enfermar, y no supe mejor forma que la de dejar de comer, ¿y qué mejor manera de no crecer que dejando de comer? Entonces empieza mi trastorno alimentario, especificando más, mi anorexia.

Esta me aislaba de mí misma, haciéndome pasar horas y horas escondiendo comida, contando calorías, haciendo ejercicio excesivo, y andando por toda la ciudad como una condenada… resumiendo, vivía bajo la tiranía de la belleza, del éxito, estaba muy enferma. Y ahora veo que perdía un montón de tiempo en tonterías, pero bueno, todo esto no son más que otras formas de llenar este sentimiento de vacío del cual hablaba anteriormente, un vacío que sentía dentro de mí, que necesitaba llenar de cualquier manera y al precio que fuera. A épocas me daba por obsesionarme más por unos rituales; otras, por otros (comer menos, andar más…).

A día de hoy, por suerte, y toco madera, ya no malgasto horas haciendo tonterías de estas, o al menos, lo intento. Como siempre digo, tengo una frase que me gusta mucho: “No inviertas en sufrimiento”. Sí, sí, no vale la pena. Hoy en día, y después de todo lo que he pasado, y vivido, me doy cuenta que pocas cosas en la vida valen la pena tanto sufrimiento como el que he vivido. No sé, quizás me diréis exagerada, pero no vale la pena sufrir por tonterías, o como yo digo, “invertir en sufrimiento”. Si tiene solución, ya se arreglará, o ya se solucionará, y si no la tiene, pues tranquilo, no nos preocupemos. Así de simple. Ahora me tomo la vida más ligeramente, no tan a pecho, o no tan en serio, no me la complico tanto, antes me la complicaba mucho, demasiado, y hacía de todo una montaña. No sé, es como por ejemplo lo veo todo, mucho más simple, mucho más sencillo. Creo que he madurado, o he dado un paso adelante. No vale la pena invertir en sufrimiento. Ya la vida da demasiado sufrimiento como para que encima nosotros nos la estemos complicando con tonterías. Así de simple.

Lo que me ha hecho ver las cosas diferentes, y cambiar mi forma de vida, mi perspectiva, ha sido poder dedicarme a los otros, sentirme útil, sentirme valiosa. Creo que esto es fundamental para todo el mundo. Saber que eres necesario para alguien, o para algunas personas. Tener algo por lo cual luchar cada mañana, levantarte con ilusión. A mí, saber que cada mañana me espera gente, que puedo ayudar, o alegrarles el día, o echarles una mano, me gratifica. Saber que puedo aportar algo en esta sociedad, por poco que sea, ya me hace feliz, aunque lo que aporte sea minúsculo, pero ya me siento bien y me reconforta. Poder ayudar a otros ya me es más que suficiente para no dejarme morir como hacía antes. Esto es lo que me hace seguir en la vida, bien, esto y algunas otras cosas más, claro, pero tener alicientes en esta vida creo que es fundamental. Ver la vida como pasa, como te van pasando los días, es muy triste, yo lo sé porque lo he vivido. Hubo una larga etapa en la que sólo me levantaba de la cama, y de buena mañana sólo deseaba que ya fuera la hora de volverme a la cama, sólo quería que pasaran los días y cada noche decía: “Bien, un día menos”. Creo que por entonces estaba deprimida, y lo veía todo muy negro. Ahora, por suerte, ya puedo decir que todo aquello ha pasado, y quiero luchar porque esto no lo viva nadie, es utópico, pero al menos que quién lo esté pasando no se sienta raro, y al menos, se sienta arropado, y vea que hay solución, que no tire la toalla nunca, porque a mí me dijeron que era un caso perdido, no una, sino mil y una veces, y aquí estoy, vivita y coleando.

¡Así que ánimo, a todo el mundo, que después de la tormenta siempre viene la calma! Y repito, sólo hace falta que encontramos ilusiones en esta vida, que nadie dijo que fuera fácil, pero aquí estamos, y recordemos, quizás nos dirán locos/-cas, pero quedémonos con que nosotros tendremos corazón y sentimientos.

Nina Febrer

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