
Ahora os explicaré como entiendo yo el trastorno o como me ayudaron a mí a entenderlo mejor. Nuestra mente, o por lo menos la mía, es tan sumamente lista que cuando veo un resquicio de sufrimiento desconecta en forma de trastorno mental. A esta conclusión he llegado hará poco, después de varios años pensando y pensando porqué me pasaba todo lo que me pasaba y de qué me venía todo esto. Podríamos verlo como una especie de crecimiento personal por lo que he tenido que pasar, por decirlo de alguna manera.
Y si me lo permitís haré un símil: creo que hay personas que enferman con problemas de salud mental, y hay otras que enferman con problemas físicos, a cada cuál le estalla por dónde le estalla.
A unos nos dará por obsesionarnos, por enloquecer; por comprar, comprar y comprar; por sentirnos inferiores; por limpiar, limpiar y limpiar; algunos escucharemos voces o nos sentiremos perseguidos; incluso nos podremos creer que nos quieren hacer daño o que nos quieren matar (problemas de salud mental); a otros les ataca haciéndoles ir al lavabo; o con taquicardias; o les hacen daño los oídos; o les saldrá un eczema; o les cae el pelo de los nervios (problemas físicos); o tienen migrañas…
Para mí poder entender esto fue bastante importante, fue como aceptar que era humana, que era imperfecta, que podría cometer errores. También, saber que tengo un límite, que no puedo con todo, que no “todo vale”, que tengo un límite y que este límite no lo puedo traspasar. Que yo antes decía que podía con todo, que era la Superwoman. Y no, no es cierto. He de saber decir “hasta aquí, y basta”, que no puedo abarcarlo todo, y que he de saber cuidarme un poco. Que si lo quiero todo puedo acabar muy enferma y muy mal. Y he de saber aceptar que la perfección no existe, cosa bastante dura para una perfeccionista nata, y más viniendo de una familia con un alto nivel de exigencia (hoy en día todavía se me exige, aun habiendo pasado por donde he pasado).
Antes, también, siempre decía a todos que sí, aunque no quisiese hacer algo. Siempre lo hacía para complacer a los demás. Esto me anulaba como persona. Me hacía muy infeliz, me arrastraba a mi infelicidad y a mi enfermedad. También tuve que aprender a saber decir que no, pero asertivamente. Recuerdo, todavía, una terapia en la que me obligaron durante una semana a sólo tener que decir “no” a todo el mundo. A cualquier cosa que se me dijese, yo sólo podía responder que no, aunque yo quisiese decir que sí: no podía. Solamente podía responder con un “no”. Parece una tontería, pero fue bastante bueno el ejercicio.
A día de hoy, sabiendo todo esto de mí, puedo decir que sé quién soy. Sé quiénes son mis propios límites y sé hasta dónde puedo llegar a abarcar. Puedo comenzar a reconocer cuando estoy comenzando a descarrilar, o dile como quieras, que es como yo le digo cuando me empiezo a descompensar. Quizás todavía tardo un poco en verlo, pero cada vez tardo menos y nunca dejo que se me escape de las manos.
Cuando tengo los primeros síntomas de encontrarme un poco mal, me retiro, y empieza mi “autocuidado” y miro donde estoy fallando. Normalmente es que estoy pecando de demasiado estrés en mi vida cotidiana. Y es que a mí, el estrés diario me afecta mucho. Reconozco que soy una persona hipersensible al estrés, me ahogo en un vaso de agua. Tengo que ir con mucho cuidado si no llevo una vida tranquila y apaciguada. Así que, a la que empiezo a notar mis primeros síntomas, me paro y pongo la vista atrás para ver qué me está pasando, para poder poner solución ahora, antes que no sea demasiado tarde, se me escape de las manos y todo empeore.
Creo que en esto consiste el autoconocimiento, y todo lo que me han enseñado a lo largo de estos años en los diferentes centros, clínicas, psicólogos y terapias que he ido haciendo. No puedo ser tan cafre y hacer ver que no pasa nada, y “vive la vida” y “jijiji – jajaja” porqué sé que esto, en un futuro, me podría traer muchos problemas, como ya me los ha traído antes. Como acabar ingresada o tocar fondo y encontrarme muy y muy mal. Después, recuperarme de un batacazo como estos es muy duro.
Como dicen: caer es muy fácil, pero levantarse cuesta mucho. Y también pienso que cada recaída deja secuelas y un deterioro… así que más vale prevenirlas. También digo que hay algunas que son inevitables, pero hay otras que se pueden evitar si una se sabe cuidar a una misma y no se mete en situaciones de peligro.
Nina Febrer