
Me estreno en este blog y quería presentaros un resumen de mi historia y mis inquietudes. No es la Historia de Vida en mayúsculas, pero sí que son retazos que han ayudado en mi recuperación.
Me llamo Rosa R., aunque siempre acostumbro a escribir en los medios cibernéticos con el pseudónimo de Romy Ros, que es un sincretismo de mi nombre y apellido. Vivo en la capital de Osona desde hace 24 años, y en cuanto a mis orígenes y/o trayectoria geográfica os haré un breve resumen: Nací en un pueblo de Los Montes de Toledo; mi infancia transcurrió en la ciudad de Alicante; la adolescencia y juventud en Tarragona; y la etapa adulta la desplegué en un pueblo del Ripollès, y finalmente aterricé en Vic, donde desde los 32 años hasta ahora, que tengo 56, camino por la madurez.
Cada cambio geográfico me ha ayudado a conocer muchísimas personas variadas y me ha dotado de una plasticidad que me ha hecho sentir llena, fuerte y cosmopolita. Pero, también, a veces me han acompañado la melancolía y la añoranza por todo lo que dejo atrás ¡Ay, esta dualidad, eterna compañera!
Soy licenciada en Geografía e Historia, habiendo cursado la especialidad de Antropología Social y Cultural. Durante muchos años he trabajado en cargos intermedios de responsabilidad en los ámbitos de gestión de Juventud y de Atención Ciudadana. También soy y he ejercido como madre de un hijo de 28 y de una hija de 24 años, que como todos los jóvenes intentan abrirse camino en el mundo de hoy.
En la actualidad me gusta escribir, pintar cuadros al óleo y considero que soy activista de dos causas sociales que me han ayudado a curar heridas: el voluntariado en inmersión lingüística con mujeres y en Salud Mental.
¿Cómo Transformarse o Reinventarse después de la Adversidad (TRDA)? Durante muchos años (unos 15) he navegado por el infierno de la depresión profunda con subidas y bajadas, con dos ingresos psiquiátricos. Cuando acepté la realidad de mi trastorno anímico debido al estrés, cuando acepté colgar el disfraz de superwoman en un olvidado rincón, dejando el trabajo remunerado y me acepté como pensionista y comprendí que tenía que cuidarme también a mí misma frente al estrés. Tuve que afrontar un nuevo reto: Aceptar el tratamiento de quimioterapia, con todos los efectos secundarios, para tratar un cáncer de mama que me supuso perder un pecho.
Todo ello, me hizo descubrir qué fuertes podemos ser las personas, las mujeres, entre las que yo misma me incluyo, si nos aferramos a la voluntad de ser. Tras este periplo de salud mental y física, fue en este contexto de recuperación / superación de enfermedades propias, y la de seres queridos cercanos, que me di cuenta que la vida pedía algo importante de mi persona y por eso me daba tantas oportunidades.
Sin perder de vista que no podía dejar de lado el autocuidado, pero con la mirada firme en seguir con un proyecto de vida fue como busqué un voluntariado que se adecuara a mis expectativas y que me motivara por sus contenidos similares a lo que yo llamo mi perfil.
Me gustan los temas de inmersión lingüística, migraciones, inclusión social, y escuchar y sentir la voz y la mirada del otro; y si esta otra es una mujer, mi sensibilidad se abre de par en par porque aún tenemos mucho camino para hacernos visibles. Nuestras huellas todavía son muy invisibles a pesar de nuestras mochilas cargadas.
La Bolsa del Voluntariado del Ayuntamiento VicAcció me ayudó a conocer el Proyecto de Escuela de la Paz-Mujeres del Casal Claret y me integré en el equipo de voluntarias y técnicas de la entidad, donde siempre me he encontrado y me encuentro muy a gusto, como mujer y como persona.
Imparto un taller de conversación de catalán para madres inmigrantes que por edad de sus hijos no pueden asistir a clases regladas de catalán en otros espacios de la ciudad. La inmersión lingüística es importante, como también lo es la inclusión humana, cuando nos encontramos vulnerables en más esferas de la vida económica y social. Ser mujer, dar a luz y salir de casa a aprender es duro y difícil para muchas; pero yo he conocido auténticos casos de resiliencia. He aprendido más de lo que yo he podido enseñar: he tenido y tengo muchas maestras. Va desde aquí mi homenaje interno a todas ellas.
Pero la transformación y re-invención continúa, y así seguimos curando heridas: ¿Un voluntariado en Salud Mental, por qué?
Como si fuera un manifiesto de compromiso pretendo hacer presentes y futuras sensibilizaciones comunitarias, allí donde una pueda exponer en primera persona la experiencia vivida, que pueda ser útil a otras personas para saber pedir ayuda. Luchar contra el estigma social que mi trastorno anímico comporta, por desconocimiento y porqué está lleno de tópicos negativos que a nadie ayudan, y menos a los que cada día aprendemos a convivir con los síntomas y con los efectos secundarios de la medicación.
Saber pedir ayuda cuando la depresión es tan profunda que te sientes desamparada, tan bloqueada por la tristeza que crees que tu vida no tiene sentido, a pesar de tener a tu alrededor personas y cosas que los demás considerarían que eres una triunfadora. ¿Cómo puede ser? Si puedo ayudar a que se fomenten las peticiones de ayuda, a convencer que hay esperanza, que una se puede salir, igual que yo salí del pozo infernal me sentiré aliviada ¡Ya tendré curadas parte de mis heridas!
Además, tengo mi asignatura pendiente particular: el autoestigma. Aunque estoy estabilizada todavía debo sentir frases y actitudes que fomentan mi autoestigma con el consiguiente crecimiento de falta de autoestima que esto me genera. Frases o comentarios de minimización de síntomas o de que soy excesivamente trágica o victimista cuando la Sra. Tristeza Profunda viene a visitarme. Lucho intensamente para evitar recaídas graves; aun así, me afectan muchísimo las actitudes de incomprensión de gente de mi entorno, por eso estamos aquí, en la brecha… ¡Por eso damos y daremos la cara!
Y para finalizar, hoy, permitidme una recomendación sanadora: hay que poner al lado del diagnóstico un TRDA (Transformarse o Reinventarse Después de la Adversidad) ¡A mí me ha funcionado!
Rosa Rubio