Il·lustració © Sergi Balfegó

Ilustración © Sergi Balfegó

Nuestra naturaleza es salud, alegría, vitalidad, inocencia, creatividad,  afectividad, trascendencia. En definitiva, es amor.

Todos nacemos con una preciosa y exclusiva esencia. Yo nací con la mía. Ahora sé que es fuego, pasión. Sin embargo, a lo largo de mi historia personal,  me fui poniendo capas y capas, como si fueran capas de cebollas que me alejaron de esta esencia. Las propias estructuras de la sociedad,  así como los traumas que fui experimentado a lo largo de mi vida,  contribuyeron a que estas capas fueron cada día más pesadas y llegaron a anularme completamente de quien realmente era yo. Estaba totalmente anulada como persona, como  mujer, en definitiva, como ser vivo. Mi cuerpo, mente y espíritu… estaban prácticamente muertos en vida, me sentía muerta en vida.

Hola, soy Lourdes Lospitao, una mujer a la que hace años le diagnosticaron la “enfermedad mental” de Trastorno Límite de la Personalidad y tuve que cerrar mi despacho de abogada ante la imposibilidad de seguir ejerciendo mi profesión.

Cuando lo escuché, me sentí como un espíritu indomable que no aceptaba ni quería rendirse ante ese diagnóstico que estaba escuchando y nadie me iba a convencer de lo contrario. El diagnostico psiquiátrico es una etiqueta que llevamos como una cruz, una losa muy pesada y sofocante. Yo decidí no creérmela y opté por ponerme mi etiqueta: Espíritu Indomable. Aunque las dos son etiquetas, la de Espíritu Indomable me empoderaba y me hacía sentir viva; en cambio, la de TLP me enfermaba y me hacía sentirme muerta.

Ésa decisión que tomé en su día fue mi salvación y a partir de ese momento empecé a buscar dónde realmente estaba la raíz de mis síntomas, el origen. Al principio no sé lo que buscaba, iba a ciegas, pero lo que sí sabía y sentía muy dentro de mi alma es que en algún lugar o alguien me daría esa explicación que tanto anhelaba, pues estaba convencida de que yo no era una enferma de por vida. Y seguí luchando hasta encontrar quien era yo realmente, una vez despojada de capas y más capas, hasta llegar a mi verdad y mi Esencia.

Necesitaba investigar sobre todo esto, porque me encontraba en mi vida con tres  opciones: sobrevivir, morir o vivir. Y claramente opté por vivir.

Mi proceso de sanación comenzó con la Terapia  de Codependencia y Sanación del Niño Interior, en la cual me formé. A partir de aquí empecé a aproximarme al arte y a la conciencia corporal, a través de Biodanza y de SomaticExperiencing, de Peter Lévine, en las que también me formé. Cada una usaba una terminología distinta para explicar el origen de mis síntomas, y desde una parte del cerebro distinta, pero las tres tenían en común que mis síntomas provenían de heridas o traumas infantiles, e incluso desde el vientre materno (intrauterino), de nacimiento, de abusos emocionales, violencia, maltrato físico, abuso sexual, abandonos, ser testigos de actos de violencia, perdida de uno de los padres, herida de la vergüenza, etc. No tengo espacio aquí para poder explicarlo con más detalles.

Entendí claramente el origen de mis síntomas; en realidad, es la explicación que durante muchos años quería escuchar: Que la raíz de los mismos estaba en mi fisiología instintiva, que eran fisiológicos y biológicos, no era una enferma, sino una persona con un sistema nervioso desregulado a consecuencia de mis experiencias traumáticas. Había perdido la capacidad de autorregulación de mi sistema nervioso. Con la referida terapia se pretende restaurar esa capacidad que todos llevamos dentro desde que nacemos, es una capacidad innata de nuestro sistema nervioso.

En ningún momento quiero dar a entender que el proceso de sanación a través de estas terapias sea sencillo, mágico y milagroso; pero la posibilidad de conocer el origen de los síntomas y el ser tratada como persona con heridas o con un sistema nervioso desregulado, y no como enferma, predispone y facilita el proceso de sanación. Les aseguro que ha sido un proceso muy duro, pero le doy gracias a la vida por haber experimentado en mis propias carnes tanto el infierno como el cielo; porque si los síntomas que sentía eran el infierno, su reducción e incluso desaparición son una bendición del cielo, una profunda transformación interior. Es volver a nacer y empezar a vivir por primera vez, a sentirte viva y encontrar tu esencia, tu mariposa.

He recuperado poco a poco la capacidad de autorregulación de mi sistema nervioso, el autocontrol sobre mis respuestas y mi comportamiento ante mi vida, mis ganas de vivir. Y seguiré trabajando conmigo misma hasta que salga toda mi verdad.

Me considero una privilegiada por haber pasado por esta experiencia, por enseñarme la lección más importante en la vida, amarse a uno mismo, encontrar quién eres tú realmente, y por encontrar mi misión en la vida dando con ello sentido a mi sufrimiento durante tantos años. Todos tenemos en la vida una misión, algo que aportar a la humanidad y todo los que nos ocurre a lo largo de ella nos está dando señales de cuál es nuestro camino.

Mi Misión ahora sé que es transmitir, a través de mi experiencia vital y como persona formada en las terapias referidas en éste artículo, que los síntomas traumáticos de una persona diagnosticada con TLP tienen un   origen tanto fisiológico como biológico; y que éstos no son sinónimos de enfermedad, y menos de por vida, y que no definen a la persona. Que  una vez que vamos restaurando nuestra capacidad de autorregulación de nuestro sistema nervioso y descargando la energía de supervivencia que tenemos retenida en el sistema nervioso, los síntomas van disminuyendo y algunos desapareciendo.

Por eso la vida me dio la oportunidad de presentarme al I Congreso y Certamen Nacional de Arte y Salud mental, organizado por Faisem (Fundación Pública Andaluza de Salud Mental), que se celebró en Sevilla en octubre del año pasado. Seleccionaron mi Comunicación ¿Trastorno Límite de la Personalidad o Espíritu Indomable?; con ella pude transmitir mi mensaje y mi obra audiovisual: “El camino a mi esencia”.

Sin embargo, creo que lo más importante que puedo transmitirles es que tengan esperanzas. No hay enfermos de por vida…

Lourdes Lospitao

Comentarios: