Il·lustració © Sergi Balfegó

Ilustración © Sergi Balfegó

Como persona diagnosticada de un trastorno (esquizoafectivo), me toca hablaros sobre salud mental. Ésta engloba las emociones, las sensaciones, los sentimientos, todo aquello que normalmente no se ve pero que se puede notar y que ocurre dentro de nuestras mentes. Para mí, un trastorno se da cuando a las personas, en algún momento de nuestras vidas, esas emociones, sensaciones, sentimientos, etc., las notamos con mucha más intensidad en comparación con otras etapas de la vida.

Yo he pasado dos problemas de salud mental: una depresión y un brote psicótico. La depresión me ocurrió a los doce años, cuando insulté al líder de la clase, éste se cabreó conmigo, y puso a toda la clase en mi contra. Durante dos meses nadie me hablaba en clase, todos me despreciaban y podía oír cómo me criticaban. En definitiva, me hicieron bullying.

El trastorno se dio porque, a lo mejor estaba sentado en el sofá de mi casa, y pensaba que allí donde estuvieran mis compañeros, estos seguían criticándome, insultándome, etc., cuando en realidad no me estaba pasando nada allí en el sofá. Es decir, sufría todo el día, menos cuando dormía, que era muy poco. Se dio porque pensaba cosas que no eran verdad o no se podía demostrar que fueran verdad.

De la depresión salí por mi propio pie. Un día me dije que de aquello tenía que salir y me hice una estrategia de superación. Ésta estaba basada en decidir que lo que a mí no me había gustado que me hicieran, no volvérselo a hacer a nadie. Una de las prácticas en las que estaba basada el bullying era la de criticar.

Fuese karma o casualidad, el caso es que dejar de criticar a los compañeros diciendo cosas de ellos que no eran verdad o no estaban probadas que fueran verdad, porque la clase me hiciera bullying, me quitó sufrimiento de mi mente. Me dije que no tenía que creer nada que no vieran mis ojos y empecé a ayudar a los compañeros que pasaban por lo mismo que yo y, así, me di cuenta que si estaba a gusto conmigo mismo, lo demás daba igual. Como era pequeño, no era consciente de que había hecho una estrategia para superar la depresión, ni de que había pasado por un trastorno, y se me olvidó.

A la edad de veintitrés años tuve el brote psicótico. Ocurrió cuando pensé que se podía dar una situación en la que podía salvar a gente de la muerte, evitando un suceso trágico. Al igual que con la depresión, esta situación me hizo pensar cosas que no eran verdad o no se podían probar. Eran cosas creíbles, pero no demostrables. Por eso entré en un bucle del que no podía salir porque lo que pensaba no se podía demostrar, no podía tener un fin, no podía llegar a ninguna conclusión y, así, no podía parar de pensar en ellas. La pelota se fue haciendo cada vez más grande, hasta llegar a pensar que podía ser el enviado del apocalipsis.

Del brote no pude salir por mi propio pie, necesité ayuda. Lo que sí que he podido hacer es no volver a tener otro brote (de momento). Cómo lo hice, lo explico en el artículo: “Cómo no he vuelto a tener un brote psicótico”.

Lo que no he contado hasta ahora es que intento no enfadarme, porque cuando me enfado con un amigo, pienso cosas de él que no son verdad o no se pueden probar. Y eso me pasó en el brote: que me cabree con el mundo y pensaba cosas que no eran verdad o no se podían probar. Ahora, algo que hago para no tener otro brote, es no enfadarme. Como con la depresión, esto ha quitado el sufrimiento de mi mente y ahora no tengo más.

Resumiendo: los dos trastornos estaban basados en pensar cosas creíbles, pero no demostrables, que me involucraban. En la depresión, era creíble que me criticasen mis compañeros cuando yo no estaba presente. En el brote, era creíble que había salvado a gente de la muerte. Ambos casos sucedieron después de una situación impactante para mí. En la depresión, cuando casi toda la clase me hiciese bullying por sólo una acción mía; y en el brote, por una situación casual que me hizo creer que podía salvar (que había salvado) a gente de la muerte.

Pienso que esto es lo que me pasa a mí: que dependiendo de la situación impactante en un caso evoluciono en una depresión y en otro caso en un brote psicótico. ¡Ojalá pueda ayudar a alguien este artículo! Aunque a nadie más le tiene por qué pasar lo mismo que a mí. Las demás personas pueden tener otro tipo de características o formas de pensar, y cuando pasan una situación de impacto, pueden evolucionar hacia un trastorno u otro, o no desarrollar ninguno. Por eso no creo en las etiquetas, porque creo que depende de la situación.

Este es mi discurso, que gracias a ActivaMent y junto con otros compañeros y sus discursos, sirven para dar charlas de sensibilización en escuelas, en empresas,etc. Para mí, lo más importante es que las personas que pueden sufrir un trastorno (que somos todas) entendamos qué es pasar por esta situación, para perder el miedo a lo desconocido y para que lo reconozcan si les toca vivirlo, para poder reaccionar.

Al movimiento de personas con la experiencia de un trastorno me gusta llamarlo: “la revolución mental”. Es un movimiento en el que la sociedad sólo puede ganar. Si creéis que merece la pena este tipo de sensibilización, poneos en contacto con sensibilitzacio@activament.org. No podemos cambiar lo que nos pasó, pero sí el futuro de otras personas que pasen por el trastorno o podemos evitar que pasen por lo mismo que nosotros. Por eso digo: gracias a quienes me ayudaron a superar mi trastorno.

Alfonso Gálvez

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