Il·lustració © Oriol Capella

Il·lustración © Oriol Capella

Me diagnosticaron un trastorno esquizoafectivo a los 23 años, con todo lo que ello implica. Tuve un cuadro psicótico al salir del hospital de donde trabajaba como enfermera. De repente, alucinaciones visuales, acciones incoherentes y sin sentido me llevaron a estar ingresada un mes y medio en el Hospital Clínico. Se me presentó una catatonia corporal, se me estaba empezando a paralizar todo el cuerpo y había riesgo de que se me paralizasen los órganos internos, con lo que dio paso a que me realizasen una Terapia Electro-Convulsiva.

Poco a poco, al salir del hospital fui recuperándome y empecé a hacer vida normal. A los 6 meses ya estaba trabajando de enfermera haciendo revisiones médicas. Empecé a recuperarme trabajando, yendo al gimnasio, cuidando la toma de medicación, llevando una vida sana… Todo eso potenció una gran mejoría, hasta que me enamoré y con el médico hablamos de que quería tener un hijo. Para mí era la ilusión de mi vida, aunque sabía que conllevaría sacrificios. Tenía que dejar la medicación durante un año, ya que era perjudicial para el feto. Yo, por todo mi proceso, estaba más fatigada que el resto y aun así tenía dos trabajos a la vez. Reconozco que es la mejor experiencia de mi vida. Cuando di a luz a mi hija y me la pusieron en mi pecho fue el momento más bonito de mi vida y al conseguir algo tan grande como la maternidad, a pesar de los obstáculos de todo lo que conlleva mi trastorno, y haberlo conseguido, me hacía estar orgullosa de mi misma.

Pero también, al tener mi patología, pasaba por momentos difíciles en los que yo estaba mal anímicamente y me sentía culpable por transmitirle a mi hija tristeza. Por suerte ahora estoy estable emocionalmente, y mi hija, a sus 5 años, adora a su madre. Es un gran esfuerzo el que tuve que cometer para ser madre, pero no me arrepiento.

Cuando estaba ingresada en el hospital, los médicos pensaban que no podría trabajar de por vida y mucho menos tener un hijo. Pero se ha de creer en una misma y luchar por tus verdaderos sueños. Vivir, trabajar, enamorarse, concebir un hijo, estudiar, cuidar la salud y apostar por ello. Tuve un embarazo de muy alto riesgo, pero lo hice por mi hija y por mi marido. Y lo volvería a hacer.

Como conclusión, decir que es muy importante cuidarse en nuestra patología para poder llegar a un estado en el que puedas tener un hijo. Es algo costoso aunque también precioso. Se ha de luchar por la estabilidad emocional, tanto por nuestro bienestar como el de nuestro alrededor. Quien lucha por sus sueños con responsabilidad y disciplina puede cumplir sus objetivos. Y cuando logras un sueño como el de la maternidad, incluso en el arduo trabajo personal de un trastorno mental, sientes felicidad plena.

Blanca Aguilera

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