
Desde un discurso biomédico, interiorizado por mí muy adentro, sin culpar a nadie, me he visto muchos años adherida sólo al tratamiento médico y psiquiátrico, a “aceptar mi enfermedad”, a mirarme a mí misma como una enferma y a identificarme radicalmente (sólo) con mi trastorno mental.
¿Qué cambios se han producido para fijarme en un modelo más integral y en primera persona sobre la salud mental, desde una perspectiva de recuperación? Sin discutir, pero profundizando en mis razonamientos sobre esta dualidad de argumentos sobre el trastorno mental, que por ahora me han ayudado tanto y tanto en mi dignidad como persona, en mi, ¿por qué no decirlo?, felicidad, más allá del trastorno… Me sitúo para enfrentarme con mi discurso interno de tantos años, con este otro discurso más actual y más adecuado para mí.
Desde un punto de vista médico insisten, y me insistía, en la importancia de tomar la medicación y en la aceptación de que tenía una enfermedad mental, implicando que quizás siempre estaré enferma.
Paralelamente, con un respaldo y atención psicológica integral, me he visto reforzada y he comprendido que soy más que una enfermedad mental, y me han acompañado a encontrar mis puntos fuertes y mi realización como persona. Cosa impensable antes, que debía aceptar que era una enfermedad de por vida con cierta dosis de imprevisibilidad.
Desde hace unos tres años, comencé a implicarme en el movimiento asociativo de Salud Mental en primera persona. Hecho que, con los años, me ha remodelado aquel pensamiento biomédico único, por otro basado más en la recuperación de la persona y en no ser, en esencia, una enfermedad que camina –con miles de pensamientos hacia uno mismo, de vergüenza y rechazo, por el hecho de la etiqueta diagnóstica en salud mental – y que ha traspasado mi esencia y proyectos de vida.
Es todo un camino. Es cierto que el tratamiento es muy importante, pero también lo es fijarse en las capacidades y proyectos de vida de las personas, en el empoderamiento, en sus ilusiones, en respaldar a otras personas, en tener un ocio escogido por uno mismo, en tener voz y representarla a nivel institucional, en defender y velar por nuestros derechos y deberes, en no sufrir más el estigma o rechazo de los demás o el de uno mismo hacia sí mismo…
Quizás este camino me llevará toda la vida, el de recuperarme, pero tengo claro que quiero vivir mi propia vida, no la vida que tiene que tener una persona diagnosticada según el pronóstico de un manual psicopatológico.
Laura Jareño