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Ilustración © Mireia Azorin

Me gustaría creer que todos estamos de acuerdo en que queremos vivir en una sociedad segura y justa, pero sospecho que hay gente con verdaderas ansias de poder que se nutre de aprovecharse de los que circunstancialmente tienen menos recursos. El poder que te da el dinero en esta sociedad es disparatado; por ejemplo, puedes alquilar el cuerpo de una mujer sin problemas, únicamente para tu placer; puedes hacer una publicidad invasiva para crear deseos; puedes sobornar impunemente porque con dinero tienes infinitas posibilidades más de poder comprar tu libertad. Y esas personas maltratadoras, porque no hay otra palabra para ellas, maltratan a otra gente a costa de su bien, como pasaba con los esclavos en la antigua roma; viven en otra realidad bien distinta a la de su puta, a su trabajadora o su fiel creyente. Y no es que no sean humanos con sus auténticos sentimientos. Viven en otra realidad, como si fuese una psicosis permanente.

Y hecha esta introducción, dando rienda suelta a mi “patológica suspicacia crónica”, voy a intentar expresar las soluciones que frente al maltrato pienso que puede haber, porque esto es en realidad preocuparse por la salud mental de la gente. El daño psicológico que hace el maltrato es el origen de muchos sufrimientos que pueden acabar siendo reprimidos con medicación.

Yo creo que existe la quinta dimensión. Todos sabemos, porque así nos enseñaron, que por el momento los científicos sólo han descubierto cuatro: la altura, la profundidad, la longitud y el tiempo. Esta creencia mía es personal, la puedes compartir o no, no te voy hacer una explicación científica sobre ella, no te voy a hacer un relato coherente de dónde encontrarla, simplemente te voy a decir que a veces la siento, que se expande, y siento que el amor, la paz y la belleza están presentes en lo que veo, huelo, oigo y pienso, en harmonía. Y escribo esto porque es un maltrato psicológico que alguien me niegue la libertad de que pueda yo creer en ello. No necesito ayuda porque esto no me hace daño, ni necesito contención porque esto no hace daño a nadie. Y si no piensas que estoy loca, pensaras que estaría loca yendo a un psiquiatra para contarle mi verdad. Yo me pregunto si puedes considerar que quizás sea el psiquiatra el loco que no contempla la posibilidad de que sus creencias (su manual pseudocientífico) no sea verdad, si puede vivir en un permanente delirio por negar la correcta utilidad de la percepción de la realidad a, actualmente, un 25% de la población mundial, que es el porcentaje que según la Organización Mundial de la Salud tiene un problema de salud mental.

Y cuento esto para que veáis que para mí es maltrato psicológico que me digan que no tengo derecho a pensar y sentir como yo quiera. ¿Que soy rara? Pues me parece interesante, quiero conocerme mejor, seguro que en algunas cosas nos parecemos. ¿Que no me comprendes? Tranquilo, todo el mundo tiene sus limitaciones, yo también las tengo, no voy a hacerte daño por eso, seguro que en muchas cosas nos podemos entender. Si me ves sufrir y quieres aliviar mi dolor, pregunta qué puedes hacer por mí. A lo mejor puedes hacer algo, a lo mejor no, y tienes que respetar mi dolor. Pero no puedes saber mejor que yo lo que me conviene. Escucharé atentamente tus consejos, pero no te haré caso simplemente por tu fuerza o autoridad, y tienes que respetar mi libertad y mi derecho a expresarme. Y si me rechazas por creerte mejor, si no respetas mi vida y mis derechos, eso te hace peor como persona. Y lo siento por ti, hay gente que sí sabe ver más allá de lo aparente, que piensa más allá de lo que escucha, que se esfuerza por comprender y sabe respetar a las personas.

Yo quiero vivir libremente y ser yo, sin miedo a cada momento, respetando la libertad de los otros y compartiendo la vida, del modo que tú la percibes y del modo que la percibo yo.

El maltrato se puede controlar. Primero, es necesario reconocer el maltrato. Segundo, que el maltratador reconozca su error. Y si esto no sucede, hay que crear medidas legales para que no pueda ejercer impunemente daño.

Yo sí quiero vivir en una sociedad segura y justa, porque ni me gusta que hagan daño a los demás ni que me lo hagan a mí tampoco, porque me duele, porque tengo miedo. No quiero que haya abusos sexuales, ni uso de la violencia gratuita, ni abusos de poder institucionales, ni gente que no tenga qué comer ni dónde dormir. Y para que haya prevención en salud mental hay que prever y evitar el daño, no preparar a la gente para recibirlo con el: “Tienes que ser positivo”, y después aliviar el dolor con contención química. Eso es poner simplemente un parche a la realidad, de la que todos somos responsables.

Los males de la sociedad calan en cada uno de nosotros, pero no debemos olvidar que somos nosotros los que la construimos. Es una obligación moral considerar que la salud mental es cosa de todos, y con individualismos tan solo construimos aislados éxitos, aislados fracasos. La falta de comunicación es lo que nos impide crecer como personas. Cada vez que alguien se suicida pienso que nos morimos todos un poco, como sociedad, como humanidad. El suicido no es una opción personal, siempre hay algo o alguien que ha acabado con esa vida, y no es culpa suya. ¿Cómo va a tener alguna responsabilidad si ya está muerto? Pero castigarse no sirve de nada, simplemente hay que aceptar errores para hacerlo mejor en un futuro.

Maria Hernández

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