Il·lustració © Sergi Balfegó

Ilustración © Sergi Balfegó

Fumé durante veintidós años. Lo dejé hace veinte años tras muchos intentos. Yo fumaba más de tres paquetes al día. Había leído en alguna parte que si lo intentas y lo intentas, lo consigues. Y yo intentaba dejar de fumar cada día. Después de innumerables derrotas y mucha ansiedad, lo dejé.

Era plenamente consciente que mi comportamiento tabaquista era suicida. Buena prueba de ello es que once años después de dejar de fumar me encontraron un tumor en el pulmón. Pero cuando fumaba estaba tan enganchado y formaba de tal manera parte de mi personalidad que dejarlo era una tarea imposible. O por lo menos eso parecía. Porque un día me levanté y no fumé y no he tenido problemas desde entonces. Tenía más hambre y ya está.

Leo con una cierta indignación que la primera causa de muerte entre las personas con trastorno mental es el consumo de tabaco. Y digo indignación porque pese a la concienciación que ha hecho la sociedad en los últimos años, parece que el tabaco todavía tiene un cierto glamur. Veo los adolescentes que fuman sus primeros cigarrillos y me entran ganas de gritarles por la locura que están haciendo. Ocho millones de personas mueren anualmente en el mundo por el consumo de tabaco. Y hay muchas más con bronquitis o enfisema. Nos enganchamos cuando somos jóvenes y después dejar de fumar es un problema.

A nosotras, las personas con trastorno mental, nos mata más el fumar que los suicidios. Si consume tabaco el 30% de las personas sin trastorno mental, entre nosotros el porcentaje es del 80%. Especialmente entre personas con esquizofrenia y trastorno bipolar. La tendencia es a la baja, pero todavía la situación es muy grave.

En la “Guía para la intervención clínica  en consumo de tabaco en personas con trastorno mental” se dice que las personas con trastorno mental grave mueren entre veinticinco y treinta años antes que la población en general directamente por el tabaco o por enfermedades empeoradas por él.

¡Y todavía hay gente que te ofrece tabaco como un gesto de compañerismo! Les dices que no fumas y te dicen: “¡Fúmate un cigarro, hombre! Que uno no hace nada”. Cuando me ofrecen tabaco rompo el cigarrillo, y así no me ofrecen más.

Éste es un tema problemático porque soy plenamente consciente de la dificultad que tiene dejar de fumar. El tabaco produce estrés, incluso cuando estás fumando. Y la única solución que te ofrece el sistema nervioso es fumar más. El cuerpo te pide nicotina con urgencia.

Pero se puede dejar de fumar. Yo lo he hecho. No me he fumado ni un cigarrillo en veinte años. En los hospitales y los centros de salud mental hay ahora planes para ayudarnos a dejar de fumar. El personal sanitario esta concienciado de cómo es de maligno el consumo de tabaco en nuestro colectivo.

Hay soluciones. No digo que dejar de fumar sea coser y cantar, pero hay soluciones. Y es importante dejar de fumar.

A veces estamos tan desesperados que fumar nos parece un mal menor. Pero el tabaco es un grave problema.

Intentadlo. Y si fracasáis intentadlo de nuevo.

Fèlix Rozey

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