
Fotografía © Kasia Derwinska
Cualquiera que haya vivido un episodio de depresión, y más aún si es de Depresión Mayor, sabe que esto suele acarrear la pérdida de amistades, pareja, afectos, trabajo, etc. En un contexto social donde todo debe ser Guay, Cool, Buena Onda, se nos considera “Personas Tóxicas”. Está claro que los síntomas no trasmiten buen rollo. El primero que los padeces eres tú. Pero la disforia es vista como venenosa, y la depresión como una especie de gripe que se puede contagiar. “Eres negativo”, se nos dice, y nadie quiere cerca tu negatividad.
En buena medida, el rechazo social, la pérdida de amistades y/o un cierto deseo de distancia que genera la depresión se deben a los prejuicios e ideas erróneas que existen en torno a este trastorno.
Básicamente, la idea es que la depresión es una cuestión de actitud. Así, por ejemplo, cuando peor te encuentras, debes escuchar que te dicen:
- “Sé positivo”.
- “Tienes que poner más de tu parte”.
- “No seas pesimista”.
- “Con esa actitud no vas a ninguna parte”.
En definitiva, si tienes una depresión es, en buena medida, por tu propia culpa. Es difícil saber por qué sucede esto. Evidentemente, a nadie se le acusa de ser responsable de tener fiebre o diarrea por su actitud. A las enfermedades físicas no las afecta este prejuicio. Vale, los trastornos mentales no son enfermedades. Pero es que en otros problemas de salud mental tampoco se responsabiliza de sus síntomas a quienes los padecen. No se culpabiliza a la persona, o al menos no es usual que suceda, cuando ésta tiene un brote o un episodio maníaco. Por el contrario, la depresión es culpa tuya.
Esta idea aberrante no sólo aparece en quienes no conocen nada del tema y/o sólo escuchan los estereotipos que se difunden desde los medios de comunicación. Este prejuicio concreto no pervive sólo por una cuestión de ignorancia. Por el contrario, lo alimentan, al menos en parte, los propios profesionales de la salud mental.
Una experiencia que me impresionó mucho en su momento, y que aún tengo presente, la viví el primer día que ingresé como usuario en un Centro de Salud Mental. En ese momento me encontraba deshecho, sin energía, sin ganas de vivir ni fuerzas para seguir adelante. No sabía cómo sobrellevar el peso de mi existencia. Imaginaos encontraros así y ver en tu Centro de Salud Mental un cartel de consejos de autoayuda que comenzaba diciendo: “Se Positivo”. ¡¡¡Se Positivo!!! Que es más o menos lo mismo que decir: “no tengas depresión”. Un imperativo tan inútil como “no tengas tumores” para una persona con cáncer, “sigue latiendo” en caso de infarto o “no alucines” a una persona con esquizofrenia. Además de inútil como consejo, esta propuesta tiene el agravante de hacerte sentir mal contigo mismo por sufrir la depresión.
Más aun, los estereotipos arraigados en una sociedad tienen tanta fuerza que admiten las contradicciones más absurdas. Porque los prejuicios no entienden de lógica. Y con la depresión se da, precisamente, uno de estos sinsentidos.
Así, por una parte, se plantea la solución a la depresión como una cuestión de voluntad, se presupone que tienes que desear curarte para mejorar. En definitiva, te exigen voluntad y deseo. Pero, al mismo tiempo, te dicen que la abulia y la anhedonia son síntomas básicos, definitorios, de depresión. Se te exige, por lo tanto, aquello que te falta, algo de lo que careces: voluntad y deseo. ¿Tanto cuesta entender que la falta de motivación o de ilusiones, el pesimismo, el agotamiento, etc., no son defectos de la persona o debilidad de carácter, sino síntomas de una patología?
- “Si quisieras estar mejor, estarías mejor”.
- “No te recuperas porque no quieres”.
- “Siendo negativo no mejorarás nunca”.
Todas estas maneras de hablarte son, en sí mismas, ofensivas. Además de culpabilizarte, te hacen notar que molesta o desagrada como eres, que deberías comportarte o ser de un modo diferente. De hecho, hay quienes se comportan como si estuvieses apestado. Cuanto más lejos, mejor.
Entiendo que en ocasiones lo que quieren es animarte o que la frustración que genera ver sufrir a alguien y no saber qué hacer puede propiciar estos comentarios. Desde la experiencia de haberlos escuchado, puedo decir que sólo generan un mayor malestar. Nadie sufre porque quiera sufrir. Si una persona que estimas pasa por un episodio de depresión, simplemente, hazle saber que estás allí, que la escuchas si necesita hablar, que no te perderá. Para quienes estamos deshechos, a veces tu comprensión es la mejor solución.
Hernán Sampietro