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Ilustración © Sergi Balfegó

       Hablaba con una persona que tiene trastorno de ansiedad y me decía que encontraba una incomprensión enorme hacia su problema. Como si lo que el padecía no fuera nada. Se vio obligado a dejar de trabajar y ahora es pensionista. Me explica que sintió una gran frustración al abandonar su profesión. Decía que sus compañeros de trabajo no entendían nada. “Lo has conseguido”, le decían, “tienes cuarenta años y jubilado”. Y él, que estaba hecho polvo, no los entendía a ellos. Ellos creían que era un hombre afortunado y él se sentía el más desgraciado del mundo.

       Creo que son cosas que nos han pasado a muchos. La gente no entiende que tengas treinta o cuarenta años y no trabajes. Todavía tenía suerte mi amigo que le hacían bromas. Puede que te tachen de vago y vividor. Piensan que has cometido una estafa y que has sobornado un médico para vivir sin trabajar.

       Y yo siempre les digo lo mismo. “¡Te cambio tu trabajo por mis problemas!”.

       A mi amigo, cuando se le disparaba la ansiedad, sufría terribles ataques de pánico. Siempre esperando que la taquicardia no le provocara un ataque al corazón. Tomando tranquilizantes que tienen un éxito relativo. Y además sin poder llevar una vida útil para el mismo y para los otros.

       Me decía que el problema con los demás es la ignorancia. La gente no sabe nada de todo esto y en muchos casos no quieren saberlo. “Que se vaya al médico”. Desgraciadamente, los médicos para muchos de nuestros problemas no tienen soluciones mágicas.

       Nuestros problemas tienen mucho de sociales y la incomprensión nos hace daño. Es ignorancia.

       El activismo en salud mental es muy necesario para que no piensen que lo mejor que se puede hacer con nosotros es encerrarnos en un psiquiátrico o en una prisión. Así no ven el problema y “ojos que no ven, corazón que no siente”. Es necesario hablar también para que vean que no somos personas que huimos de nuestras obligaciones.

       Ya entiendo que para muchas personas el trabajo es muy duro. Una continua batalla de la mañana a la noche. Nos ven sentados en un bar por la mañana y piensan que somos unos vividores.

       ¿Pero saben ellos lo que tengo yo en la cabeza? ¿Saben lo que es tener una depresión crónica que te puede dejar meses o incluso años completamente anulado? ¿Un delirio que te produce paranoia y que no te deja vivir? ¿Los angustiosos rituales de una persona con trastorno obsesivo compulsivo? ¿Saben lo que son los efectos secundarios de la medicación?

       No, no lo saben. Y se lo debemos explicar. Sobre los problemas de salud mental hay una nube de ignorancia e injusticia enorme.

       Hay que hablar de lo que nos pasa. Nuestra vida no es fácil, pero todavía lo sería peor si no hablásemos y la gente no saliese del cúmulo de falsas creencias y malentendidos que hay.

Fèlix Rozey

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