
Un cuchillo es un utensilio para cortar cosas. Suele tener una hoja de metal, unida a un mango, también de metal o de madera. Un cuchillo puede ser utilizado como herramienta para determinadas funciones, como cortar alimentos, pero si se hace un mal uso puede convertirse en arma blanca. El arma blanca puede hacer mucho daño. Desde este punto de vista, todo lo que por un lado puede facilitarnos un trabajo, como es pelar patatas con un cuchillo, puede al mismo tiempo convertirse en un arma, que puede herir. Las personas civilizadas deberíamos distinguir este matiz o dualidad.
Un coche, una moto, un avión son medios de transporte ya que a menudo están hechos de metales. Son grandes y nos permiten acomodarnos a ellos para desplazarnos. Un avión es un aparato de grandes dimensiones, que permite el transporte de muchos viajeros mediante el despegue, el viaje y el aterrizaje. Un avión no deja de ser un aparato que puede ser utilizado como medio de transporte para mucha gente. Sin embargo, Andreas Lubitz, el copiloto del avión de la compañía Germanwings, estrelló de manera deliberada el Airbus A320 del vuelo 4U9525, hace un año, el 24 de Marzo de 2015, en una región de los Alpes Franceses, con todos los pasajeros y tripulación a bordo, llevándose la vida de 150 personas, contando él mismo copiloto.
Los cristianos diríamos que pagaron justos por pecadores; en concreto, por pecador. Y no hay vuelta de hoja cuando Lubitz pecó de narcisismo al poner por delante su voluntad de llevar a cabo un suicidio, que arrastraría todos los pasajeros con él. El doctor Enric Álvarez hablaba de suicidio extendido. Como si se tratara de un suicidio, en el que el suicida quería liberar del sufrimiento de la vida a todos los pasajeros, quitándose la vida y la de los demás, sin importarle demasiado qué dirían después.
Evidentemente, Lubitz ya no está entre nosotros para cargarle las culpas, por tanto, nos deja un montón de interrogantes a los supervivientes. Me refiero a los supervivientes, primero, a las familias y seres queridos de los muertos, a quien las palabras de consuelo no deben convencer lo suficiente. En segundo lugar, me refiero a los supervivientes que somos nosotros, personas diagnosticadas de trastorno mental severo, sea psicosis, depresión, trastorno psicótico-depresivo, etc. Nosotros deberíamos salir y decir que no deseamos mal a nadie. Que nuestro sufrimiento no queremos vincularlo a la muerte, ni a la destrucción indiscriminada de vidas humanas, por razón de nuestra salud mental.
Me levanto con la voz del colectivo de personas con trastorno mental, para mostrar el rechazo a estas conductas suicidas, que arrastraron al copiloto de Germanwings a una catástrofe humana, motivada por la malicia y, en ningún caso, justificada para la gran inmensa mayoría de personas con trastorno mental, que sufrimos sin saber cómo resolver nuestros problemas de salud y no queremos hacer sufrir a los demás.
¡Aceptemos cómo somos! No queramos pasar a los anales negros de la historia, como gente mala, insensible o insensata. Seamos conscientes de que los que estamos en la lucha contra el estigma queremos el bien común, no como Lubitz, quien puso por delante su plan para autodestruirse y, con él, desintegró el avión en los Alpes Franceses. Es un final demoledor y tristísimo, que no tiene por qué hacerse extensivo a aquellas personas que por su padecimiento de salud mental, deciden acabar con todo.
Lubitz hizo un flaco favor a la lucha contra el estigma por razones de salud mental, haciendo que ésta se frenara. No será nunca un ejemplo a seguir y su malicia demuestra, una vez más, que en este mundo hay gente mala que pone por delante su interés o su delirio ante el interés común, que no es otro que las personas con trastorno mental queremos incluirnos en nuestra comunidad y contribuir al progreso y la mejora de nuestra sociedad, a pesar del desconocimiento y la discriminación que pesa sobre nuestras cabezas.
Dani Ferrer