
Il·lustració © Francesc de Diego
A muchos de nuestros pensamientos no solemos darles importancia. Solemos decir: “Bah, tan solo son pensamientos, los pensamientos no hacen nada”. Pero si escarbamos un poco, veremos que estas opiniones son equivocadas.
Muchas personas que tienen problemas de salud mental, la mayoría de los pensamientos que suelen tener son negativos, y esta es una de las causas y consecuencias de su sufrimiento. Cuando realizamos algo, lo que sea, es porque hemos tenido el pensamiento de realizarlo antes. Cuando una persona tiene pensamientos de robar o matar por ejemplo, es más fácil que llegue a realizar esto que otra persona que no tiene esos pensamientos.
Generalmente no cuidamos, no les damos importancia a nuestros pensamientos, y por ello no intentamos ni tan siquiera seleccionarlos y cambiarlos. ¿Pero cómo se seleccionan y cambian los pensamientos? Para cambiar los pensamientos negativos por positivos no debemos nunca luchar contra ellos ni intentar esconder los pensamientos negativos, pues con eso sólo conseguimos que vengan con más fuerza. Cualquiera puede comprobar que, si está pensando en algo determinado y quiere apartar ese pensamiento de su mente, cuanto más lucha por no pensar en eso, más piensa en ello. Por ello, creo que lo mejor que se puede hacer cuando te vienen unos pensamientos negativos es intentar conseguir pensamientos positivos. Por ejemplo, mucha gente cuando tiene un problema y quiere dejar de pensar en él, se pone a hacer otras cosas y se concentra en ellas.
A todos nos ha pasado, que ha habido momentos en que estábamos dándole vueltas a unos pensamientos negativos, hemos ido al cine y hemos visto una película, o nos hemos puesto a leer un libro o simplemente nos pusimos a charlar con amigos o a hacer cualquier cosa y, como nuestra mente se concentró en la película, el libro, los amigos u otra cosa que hicimos, nos dimos cuenta que los pensamientos negativos se habían ido.
Muchos pensamientos negativos, en todos los seres humanos y no sólo en las personas con problemas de salud mental, incluyen emociones negativas como el odio, la envidia, la ira, etc. Personalmente, pienso que emociones como la envidia, el odio o la ira son la causa de buena parte de los actos negativos de los seres humanos.
Mucha gente piensa que el antídoto contra el odio es el amor. Yo no lo veo así, creo que el verdadero antídoto contra el odio es el perdón. Si odias no perdonas. Además, creo que a una persona le es más fácil perdonar que sentir amor. Muchas veces confundimos amor con deseo o atracción, pero no es eso. Dicen las personas espirituales o místicas que el verdadero amor es amar a alguien o a algo a cambio de nada; es decir, amar sin esperar recibir nada a cambio: amor, gratitud u otra cosa.
Tengo que confesar que a mí amar me resulta difícil y, cuando alguien me hace daño, prefiero perdonar. Además en mi relación con los demás, procuro ponerme en el lugar del otro, siguiendo la máxima: “no hagas a nadie lo que no te gustaría que te hicieran a ti y piensa como te sentirías si fueras esa persona recibiendo las acciones, gestos o palabras que le estás haciendo”.
Creo que todo el mundo antes de criticar a otra persona, debiéramos ponernos en el lugar de esa persona, teniendo en cuenta no solo sus actos, sino la situación que los provoca, el medio en que se desenvuelve esa persona, la educación que ha recibido, su personalidad, su forma de pensar. Se puede argumentar, que partiendo de esta base, nadie es criticable. Y creo que es cierto. Hace muchos años, una persona dijo: “quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra”. Reconozco, que algo así es casi imposible de conseguir, yo mismo no lo logro siempre, pero procuro intentarlo.
Criticamos a los políticos, los ricos, a los que según nosotros hacen las cosas mal y les pedimos que cambien. ¿Por qué en lugar de pedirles a los demás que cambien, no intentamos cambiar primero nosotros? Escuchamos: “Si tú cambias, el mundo cambia”. Puede que el mundo no cambie, pero si yo cambio, mi percepción del mundo cambiará, con lo que el mundo por lo menos para mí habrá cambiado. Cuantos más seamos los que cambiamos, más cambiarán las cosas. “Un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”. No vale decir: “soy demasiado viejo para cambiar”, la edad no es un impedimento. Yo en septiembre cumplo 59 años y a la mayoría de estas conclusiones llegué pasados los 50 e incluso los 55.
Ernesto García