Depressió i Ansietat

Ilustración © Mireia Azorin

     A los treinta años (ahora tengo sesenta), después del parto de mi segundo hijo, se me declaró un trastorno mental. Tenía pensamientos y sentimientos que no entendía, sabía que formaban parte de un otro yo, tenía muchísimo miedo. No había nada real que me relacionara, me asusté mucho, todo el día con eso en la cabeza como si fuera un pulpo que me comiera el cerebro.

     Empecé a deprimirme y fuimos al médico de cabecera. El médico me diagnosticó depresión y me dio un medicamento. Pero como yo insistía en las ideas extrañas que tenía, en el miedo y la angustia, me envió a un neurólogo. Este dijo que padecía una neurosis y me recetó unos complementos vitamínicos y un ansiolítico. Aquello me ayudó bastante.

     Para los que no tengan conocimiento, hace treinta años la psiquiatría no era como ahora, los médicos daban palos de ciego, probaban fármacos y según el resultado recetaban una cosa u otra. No había muchos estudios profundos sobre los trastornos mentales, algunos catedráticos iban a los EEUU en simposios y volvían con algún medicamento nuevo. Este fue mi caso.

     Fui a parar a manos de un gran psiquiatra privado de Barcelona, el Dr. Joan M. Enseguida me comentó que trataría mi depresión con Tofranil, nos explicó que la enfermedad era de origen genético y que también habían confluido factores externos. Era verdad, yo tenía muchos problemas con mis padres y  mi hermano. Me lo cuestionaban todo, no me tenían confianza, mi madre no era nada cariñosa, me decían avariciosa, que los dejaba de lado porque me fui a vivir en Granollers, que no éramos unos buenos padres… Yo me sentía culpable cuando en realidad me manipulaban, ahora me daban afecto, ahora me lo quitaban, según les convenía.

     El Dr. nos aconsejó estar el máximo separados con mis padres y buscar un psicólogo y psiquiatra conductista, ya que él no se dedicaba al seguimiento del paciente. Nos dio un nombre, fui durante casi cuatro años, también a un psicólogo. Lo vomité todo. Hasta el punto de que ahora estoy tranquila y no recuerdo nada del pasado con mis padres.

     El Tofranil funcionó durante muchísimos años, hasta que llegó un momento que no me hacía nada. El médico me recomendó un IMAO, pero cuando me explicó todas las posibles consecuencias de tomarlo, dije inmediatamente que no. Entonces quedé muy sorprendida porque Joan M. contestó que no podía hacer nada más por mí. Volvieron los miedos.

     A partir de entonces fueron seguidas las entradas y salidas de centros psiquiátricos, me variaban continuamente la medicación. No quedaba estable. Pasaba periodos eufórica, agresiva, hiperactiva, hablaba excesivamente y tenía una gran cantidad de energía, me afectaba el pensamiento, el juicio, la manera de comportarme con los demás, me implicaba en situaciones difíciles, gastaba muchísimo dinero… o quedaba deprimida, llorosa, viendo que no saldría nunca.

     Hace sólo cuatro años que tuve una crisis muy fuerte porque había dejado de medicarme. Me ingresaron en el Hospital Psiquiátrico Santa Catalina de Sau (Girona); allí me estabilizaron, me diagnosticaron finalmente una Depresión Bipolar Tipo 1, y hasta ahora. He tardado casi treinta años a tener un diagnóstico claro.

     Dicho por los médicos: “La forma clásica de trastorno bipolar alterna períodos de fuerte manía con los de depresión y se denomina trastorno bipolar tipo I. En estos pacientes, las fases de manía y de depresión son muy acusadas“.

     He puesto una imagen al texto que explica exactamente la depresión bipolar.

     Y en el estado eufórico no admites que estás enferma, a la inversa del estado depresivo. Animo a los jóvenes que tienen un trastorno mental que tengan confianza con los médicos y medicamentos, de estos últimos actualmente hay muy buenos; y de psiquiatras, no hace falta decirlo.

    Algunos consejos para la gente joven enferma: no tomar drogas, no tomar alcohol, medicarse siempre y seguir los consejos del psiquiatra y terapeuta.

Ma Antonia Domingo

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