Brote Psicótico

Ilustración © Francesc de Diego

 

Mi camino tras haber atravesado un brote psicótico, y no haber vuelto a tener otro, no es un camino de rosas en el que caminas con pie firme con la certidumbre de que, por ejemplo, contigo la medicación funciona y ya estás curado o que en tu brote psicótico se reunieron una serie de circunstancias que lo hicieron brotar y que, por eso, no puedes tener otro.

Es un camino en el que he tenido que estar alerta durante doce años. Durante doce años no he tenido delirios nuevos, no he tenido nuevos detonantes, no he vuelto a tener los síntomas característicos de un brote psicótico. Pero, quizás, “gracias” a que mi brote psicótico duró seis meses, en estos doce años no ha habido manera de quitármelo de la cabeza. La experiencia me marcó tanto… ¡Que la recordaba día tras día!

Digo “gracias” porque, después de doce años, me acordaba de cómo empezó, cómo fue el desencadenante y cómo actuaba la enfermedad. No me había olvidado de ella. Por eso digo también que he estado “alerta”, aunque en mi caso no ha sido voluntariamente, sino por las secuelas de la intensidad del brote psicótico.

Entonces, doce años sin volver a tener los síntomas de un brote psicótico, estoy curado. El brote psicótico está olvidado… ¡Qué más quisiera! Es cuando me han vuelto a aparecer un par de desencadenantes en cuestión de tres o cuatro meses. La enfermedad ha esperado el tiempo necesario, el momento idóneo para volver a brotar en mí.

Me gustaría decir que la medicación cura, que la psiquiatría ha encontrado la fórmula mágica para no volver a tener brotes psicóticos. De hecho, antes de tener estos nuevos desencadenantes, yo pensaba eso. Pero no es así. La enfermedad, simplemente, estaba esperando detrás de los árboles a que yo pasara por el bosque. “Doce años después, éste no se acuerda. Le voy a volver a hacer picadillo”, pensaría la enfermedad si fuera un ser vivo.

Hay un tanto por ciento de gente que sólo atraviesa un brote psicótico en su vida. Cierto. Y yo prefiero pensar que pertenezco a ese tanto por ciento, que no pensar que pertenezco a los que pueden atravesar más de uno. Pero esto no es una estadística y punto. En mi caso, no he vuelto a atravesar un brote psicótico porque:

* Primero: Cuando he tenido un desencadenante lo he podido identificar como tal, porque, quizás por suerte, este desencadenante ha querido producir en mí lo mismo que el desencadenante del primer brote psicótico: Hacerme creer que había salvado a gente de la muerte. Lo que desembocaba en que yo era un salvador; lo que desembocaba en que yo había salvado al mundo entero; lo que desembocaba que yo era el enviado del apocalipsis. Por resumirlo muy mucho.

* Segundo: Hablar contigo mismo o pensar que hablas contigo mismo, está muy bien, sobre todo cuando te dices cosas motivantes. Pero en mi caso,  he tenido que estar alerta de que la enfermedad esté adoptando esa forma: la de hablar o pensar contigo mismo para decirte cosas que te perjudican. Tengo que identificar esos pensamientos como “producidos por la enfermedad” y neutralizarlos.

La manera que he encontrado de neutralizarlos ha sido no repetírmelos en mi cabeza y dejar que mi cabeza piense en otra cosa “naturalmente”. Hasta he tenido que tener cuidado con no repetir también las frases “no te repitas esto” o “no pienses en esto” que, aunque no parecen perjudiciales, la enfermedad puede estar adoptando esa forma también. Falta que alguien te diga: “No pienses en un elefante azul” para que pienses en el elefante azul. Neutralizarlos me ha sido más o menos posible al identificarlos antes de que el brote psicótico empiece a estar más desarrollado. Esto también es más o menos posible gracias a la medicación, que hace que no me obsesione con una idea en concreto.

* Tercero: creo que lo más importante para que el brote psicótico no se desarrolle es no actuar en la vida real como si me creyese lo que se me pasa por la cabeza. Lo he pensado y ya está. Lo pensado, pensado está. Todo el mundo piensa cosas. Pensar y creer son cosas diferentes. No tengo que caer en el error de que pensar y creer es lo mismo.

Si pienso que me persiguen, no miro atrás. Si pienso que me quieren matar, salgo de casa como si no pasara nada y me voy con los amigos. Si pienso que me quieren envenenar, me tomo una cervecita y unas bravas en la terraza del bar de al lado de mi casa, etc. Creo que esto último es lo más importante porque a la que actúo como si me creyera lo que se me pasa por la cabeza, empiezo a relacionar una actuación mía con otra o, lo que es lo mismo, empiezan las causalidades. Y es así como se empiezan a construir los delirios.

Y a cada actuación mía, como si me creyese lo que se me pasa por la cabeza, es más difícil pararlo. Por eso, cuando antes lo pueda parar mejor.

Por último, en cuanto he logrado identificar un desencadenante, un pensamiento o una actuación en la vida real que podía ser producido por la enfermedad o las tres cosas a la vez, he ido a mi psiquiatra de urgencia para comentarle si veía oportuno doblarme la medicación. ¡Cómo no! Me la ha aumentado.

Hasta aquí mis “truquillos” para no volver a tener un brote psicótico. Como he dicho antes, no existe una fórmula mágica para no volver a tenerlo. Aunque me gustaría que hubiera al menos una persona en el mundo que fuera igual que yo y que estos truquillos le funcionaran o ayudaran.

Alfonso Gálvez

Comentarios: