
Hasta hace un año y medio tenía un trabajo más o menos estable, una vida también más o menos estable, y casi siempre había sido una persona luchadora, emprendedora, hasta que la oscuridad se adueñó de mí. Frases como: No valgo para nada, no puedo levantarme de la cama, mi casa es un desorden, mi perra (a la que adoro) es un fastidio, y aunque mi trabajo es muy especial para mí, cuando hago cuentas no me vale la pena económicamente, mis metas académicas ya las había alcanzado…
La capacidad de pensar en algo positivo se esfumó casi por arte de magia. Todo estaba siendo negativo, nada en mi vida valía la pena por lo que seguir luchando. Y lo hice, intenté quitarme la vida.
En el hospital me di cuenta de lo mucho que me querían los amigos, familiares y personas que aún ni siquiera conocía. Allí mismo tuve la suerte de reencontrarme con una enfermera con la que había trabajado, me explicó que hay muchas personas que hacen una vida “relativamente normal” a las que el destino les pone la prueba de un trastorno mental. Que esto le puede pasar a cualquiera, pero que no queremos darnos cuenta de esta dura realidad y estigmatizamos a las personas por su diagnóstico, que en el fondo, no son más que pruebas que te pone la vida para seguir luchando.
Gracias a ActivaMent he hecho nuevos amigos, nuevas personas con las mismas necesidades que yo de ser queridos, de compartir experiencias y de aprender nuevos caminos para luchar cada día por mantenernos en pie. Y seamos o no personas con diagnóstico de trastorno mental, todos necesitamos de algún tipo de apoyo.
También debo decir que en mi caso no me he sentido estigmatizada por nadie, salvo por mí misma. Las personas que me conocían y las que ahora me conocen me aprecian por quien soy y no por mi físico, ni mi profesión, ni mucho menos por mi trastorno. Y aunque mi profesión siempre ha sido la de cuidar de los más débiles, ahora me toca cuidar de mí misma.
Reconozco que soy la usuaria más difícil que he tenido, y aunque no es fácil, cada día debo luchar por levantarme, no olvidarme de tomar la medicación para evitar una recaída, salir de casa diariamente y socializarme. Pero aún así, hay días un poco más grises que otros, y aunque desconozco el origen de mis cambios emotivos, casi siempre los achaco a los cambios estacionales, la menstruación, los cambios bioquímicos de mis neuronas… No me importa mucho el porqué, sólo debo intentar levantar el ánimo para no volver a caer en esa oscuridad que puede llegar a devorarte.
Desde aquí, os animo a levantaros, a luchar, porque aunque creas que no vales nada para el mundo, vales mucho para alguien, sólo que aún no lo sabes.
Mayte Fernández