“Yo me siento orgulloso de haber tocado fondo y de saber gracias a mi depresión el regalo que es estar vivo”
Javi Jareño: Compositor, músico y cantautor
Soy Javi Jareño, un tío de Santa Coloma de 38 años, que profesionalmente trabaja en una tienda de fotografía, pero que lo que más lo mueve es la música y las actuaciones en directo. Soy músico, tengo 4 discos publicados y soy un habitual del circuito de cantautores de Barcelona.
Mi padre es guitarrista y en mi casa, desde siempre, la música ha estado muy presente. Hace 20 años que participo en proyectos colectivos; y hace 10, aproximadamente, que presento mi propia obra.
Mis discos anteriores son: “El juego es conmigo”, “Tengo que volar” y“33”. Y hace pocos meses presenté mi cuarto disco -más elaborado, grabado en un estudio profesional-, que es “Montse y Jose”. Tengo muchos vídeos en YouTube. Los discos se pueden escuchar gratuitamente en Spotify, y también están disponibles a la compra en iTunes.
Te hemos buscado para esta entrevista por una publicación que hiciste en tu Facebook, en la cual explicabas lo siguiente:
“Las enfermedades mentales son una pesadilla. No sólo porque normalmente uno lo pasa tan mal que quiere morirse… literalmente. Quiere morirse y lo intenta, o sea el suicidio, sino porque además, si tienes la suerte de superar la enfermedad gracias a la medicación, a tu familia o a una semana en una clínica mental, como por ejemplo un servidor en agosto de 2004, te sorprende la incomprensión de la sociedad. O lo que aún es peor: la vergüenza y el secretismo de las personitas que han pasado por lo mismo. Yo me siento orgulloso de haber estado en la mierda más terrible, de haber tocado fondo y de saber gracias a mi depresión el regalo que es estar vivo. Para todos los que juzgan y para todos los que se ocultan, sólo quiero decirles lo que dijo Séneca: ‘Antes que navegante fui náufrago’. Contra el estigma, yo el primero.”
¿Por qué hiciste esa publicación?
Por la proyección pública que puede tener lo que digo, al menos dentro de mi ámbito, me dije: voy a hacer un alegato. La gente suele apoyarme mucho, pero en este tema aún más y a remolque de mi reflexión pública, mucha gente habló de procesos similares. Porque todos tenemos problemas de salud mental, en mayor o menor grado. Y no tiene porqué ser algo malo. De hecho, gracias a eso te conocí a ti.
¿Por qué compartes tu experiencia con los demás?
Una de las cosas que decía a algunos amigos que han estado jodidos es que tenemos… no la obligación, porque cada uno puede tener derecho a su privacidad y no querer compartirlo, pero hay que hablarlo en público. Y hay que hablarlo como algo que se supera, hay que dar la cara contra el estigma. Yo tengo compañeros que no lo hablan, que lo ocultan, que se enfadan a muerte si te enteras que ellos son de tu “gremio”, como digo yo medio en broma. Eso no lo entiendo, que se oculte como si fuese vergonzoso, como si fueras un violento o un ladrón.
Que hayas pasado un problema de salud mental de hecho creo que te hace mejor persona. Porque las personas que han pasado un proceso duro desarrollan una empatía y una humanidad que es mayor que antes de pasar ese momento. Cuando sufres mucho te ves más cerca de los demás, sobre todo, más cerca de los que sufren.
Y el trastorno mental no es algo que se ve, no está a la vista, sino que es algo que es difícil que te des cuenta; excepto, claro, si hay mucho deterioro. Pero si no, ves a la persona y no diferencias entre, digamos, una persona estándar de una persona que tenga un proceso de depresión. Por eso también hay que exteriorizarlo, hay que decirlo.
¿Por qué decidiste explicarlo ahora, en este momento?
Porqué sentí la necesidad de hacerlo. Aunque tampoco es algo que haya ocultado nunca, incluso en entrevistas sobre mi música en estos años di pie a hablar del tema con canciones como “El juego es conmigo” o “Pagando por reír”. Yo hubiera hablado de mi proceso de depresión y de mi internamiento en una clínica mental. No era algo que quisiera ocultar. Pero no tenía sentido explicarlo si el entrevistador no se había dado cuenta de lo que dicen las letras o no había sido lo suficientemente hábil para tirar del hilo.
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Yo siempre lo he explicado. Todo mi entorno sabe que es parte de mi historia y lo reivindico.
¿Qué es lo que has vivido?
Yo me considero afortunado con respecto a otros compañeros que viven enfermedades mentales de mayor duración o deterioro. Yo sufrí una depresión de 4 meses, que me llevó a intentar suicidarme. Por suerte, no lo conseguí. Pero continué el deterioro. Todo mi día, desde que despertaba hasta que me iba a dormir, era un sufrimiento. Yo sabía que esa tristeza no era yo. Pero tampoco quería tomar un antidepresivo. Grave error. Al final llegué prácticamente a perder el juicio, y acabé en la clínica mental Torribera y quedé ingresado. Es curioso pero me acuerdo de todo… Estuve una semana. Me dieron el alta y 10 días después me reincorporé al trabajo, al mínimo atisbo de recuperación.
Fue como si me hubiesen indultado de la pena de muerte, aunque es verdad que yo pensaba que era momentánea la recuperación. Como un bonus: tocaste fondo y te han dado un mes, un año de felicidad para que acabes lo que tienes pendiente. Gracias al destino universal, ese mes, ese año, se han convertido en 11 años. Es cierto que desde que empecé a estar un poquito bien encaré la vida de una manera mucho más madura. Cosas que no había hecho, por espíritu disperso, empecé a hacerlas. Cogí el toro por los cuernos, me independicé, empecé a hacer deporte, fui más serio con mi música, dejé la fiesta hasta el amanecer de lado. En poco tiempo grabé mi primer disco, me matriculé en inglés, etc., etc.
Como pensaba que me iba a morir y de repente no, ves la vida como un regalo y me sentía con fuerzas para hacer cualquier cosa. Sobre todo en el sentido de levantarme cada día siendo consciente del regalo que es la vida. Siempre, siempre, hay que valorar los días anónimos. Antes no lo hacía. Si no había una fiesta o un motivo especial, un lunes, por ejemplo, era un día vulgar. Desde que he pasado por eso, cada día es un verdadero regalo, hasta un lunes con mucho trabajo.
Me ha durado ese agradecimiento a volver a ser feliz, volver a sonreír, volver a poder leer, escuchar música sin que la mente sólo piense lo mal que estás. Esas cosas tienen para mí un valor inconmensurable. Y fue sólo a raíz de perder el juicio, a raíz de entrar en una depresión en la que todo lo ves través de un cristal tremendamente negro. En eso me siento afortunado. Haberlo pasado, siempre que se salga, es una de las mayores lecciones de la vida.
¿Has vivido discriminación por motivos de salud mental?
Como fue tan breve el período en el que se me veía arrastrándome… discriminación no, creo que no. Pero sí que veía caras muy sorprendidas, y de gente que me quiere y no sabía qué hacer. No he llorado nunca como en esos 4 meses. Lloraba como un niño pequeño, con tanta amargura, que quien me veía lloraba conmigo.
Sentí la incredulidad de la gente. Porque hay quien cree que no es para tanto… El típico: “échale huevos y p’alante”. Y ya sabemos que no es así. Quienes lo hemos pasado sabemos que no es algo que dependa de tu voluntad.
¿Qué te ha ayudado a recuperarte?
Tuve la ayuda de mi familia en todo momento, mis padres y mis dos hermanas y Lucía, mi pareja en aquellos años. Esa ayuda ilimitada hace que puedas soportar esos momentos. De hecho, por eso el nombre de mi último disco: “Montse y Jose”, que es el nombre de mis padres. Esa incondicionalidad me ayudó muchísimo.
Y esta polémica de fármaco sí, fármaco no, ¿qué quieres que te diga? ¡Viva la penicilina! Estoy seguro que el Anafranil, que es lo que me recetaron para subir la serotonina, me salvó el pellejo. Estoy agradecido al que desarrolló ese fármaco. Gracias a la ayuda de la química también estoy aquí. Mi actitud es de agradecimiento.
Y Virgencita que me quede como estoy. Ahora estoy contento como un crío con un polo. Todo mi agradecimiento por volver a estar bien, desde hace años. Cuando me veo flojo o te quejas por algo, me digo: “Eh, chato, compárate”. Siempre se lo digo a alguien que ha superado una depresión: compárate con el momento que estabas en la mierda absoluta, estás infinitamente mejor. Compararme, al menos a mí, me da fuerza.
¿Qué le dirías a una persona que acaba de ser diagnosticada o que acaba de salir de un ingreso?
Pues quien pasa un día, gana un año. Hay que tener paciencia, hay que creer en la medicación, creer que vas a ir a mejor, no exigirte mucho al principio, dejar que tu entorno sea la muleta que necesitas para volver al camino. Y pensar que, casi seguro, entrar en una clínica mental ha evitado que te quitaras la vida. Un ingreso hay que verlo como algo muy positivo.
De hecho, ahora puedo hacer broma de ello. Yo que estuve en Torribera, en el centro hospitalario, con unos paisanos que sé que hemos estado allí de residentes, nos llamamos los Torribericos. Hay que quitarle hierro, como una recuperación de un fémur, nosotros hemos recuperado, no sé, el sistema límbico, la salud de nuestros neurotransmisores o los niveles de serotonina. En definitiva, que ingresar en una clínica mental siempre va a ser positivo para el que ingrese.
¿Algún mensaje más que quisieses dejar en esta entrevista?
Sí, creo que es deber de toda persona que ha tenido un problema de salud mental y que ha sido afortunado de recuperarse, ayudar a sus compañeros que tienen patologías más duras. Hay que dar la cara, dar el ejemplo que no pasa nada, que se sale de esto. Y, si no se sale, tampoco pasa nada, hay que aprender a vivir con esto. Me siento en deuda con la vida, esta reivindicación de carácter humanista es de lo mejor que puedo hacer, ¿no?
También me gustaría que las instituciones públicas, que la clase dirigente entendiera que una sociedad sólo vale lo que cuida, lo que apoya a sus colectivos más vulnerables. Un sistema político sólo estará legitimado si protege a sus colectivos más débiles. Tanto los grupos de exclusión social por problemas económicos como las personas que en nuestra sociedad sufren, deben tener ilimitados recursos para hacerles la vida más cómoda, más humana.
El horror que se vive al pasar una enfermedad mental tiene que ser atenuado de todas las maneras posibles. Hay que conseguir que durante el tiempo en el que la persona se encuentra más afectada, el paciente sepa que las instituciones van a entender que está tan abajo que necesita el respaldo del sistema sanitario y social, que tenga una cobertura y que sólo tenga que pensar en su recuperación.