Ilustración © Mireia Azorin

Creo que hablar de los síntomas negativos de la esquizofrenia es hablar del tiempo que pasa desde que eres diagnosticado y puesto en tratamiento, hasta que te mueres. Es decir, es hablar del resto de la vida que te queda por vivir una vez has sido etiquetado con el diagnóstico de esquizofrenia. En mi caso, casi afirmaría que todo aquello que no es un brote psicótico agudo es parte de los síntomas negativos. Por la laxitud de esta definición, se puede percibir cómo son de variados y distintos los síntomas negativos. Evidentemente, la vida que nos queda por delante a las personas recientemente diagnosticadas es larguísima, ya que el diagnóstico suele hacerse entre los 15 y 25 años en los hombres y los 25 y 35 en las mujeres. Apenas comenzada la vida adulta, el trastorno mental interrumpe y modifica el proyecto de vida que uno tiene, y da pie a una nueva interpretación y concepción de la propia trayectoria.

Para mí, los síntomas negativos son todos aquellos que nos hacen a las personas enfermas menos funcionales, que pueden hacer que perdamos capacidades cognitivas (memoria, atención y concentración), emocionales (anhedonia, abulia y motivación en claro descenso, entre otros), afectivas o sociales, tales como la capacidad para relacionarnos con gente dentro de nuestra comunidad; además de trastornos del sueño y falta de capacidad organizativa o de planificación. Estos síntomas pueden hacer que perdamos capacidades, progresivamente, en un tiempo que se prolonga hasta el fin de nuestros días.

Los síntomas negativos son aquellos que hacen del trastorno mental de la esquizofrenia un trastorno crónico, sin la posibilidad de evitar padecerlos en mayor o menor medida. Además, las personas diagnosticadas podemos sumergirnos en un proceso de pérdida de la facultad para asumir como propias estas carencias. Cuando el trastorno se vuelve crónico te están diciendo que estás sufriendo los síntomas negativos de la esquizofrenia y que no te desharás nunca, por mucho que muestres oposición o convencimiento de lo contrario. Cuesta aceptar que las cosas sean así.

Sin embargo, en defensa de las personas que sufrimos esquizofrenia, citaré a Albert Solà y Anna Cohí. En concreto, mencionaré un fragmento del libro: “¿Sabes qué es la esquizofrenia”. Aquí, se dice: “Es cierto que a veces una persona que padece esquizofrenia puede actuar de forma no usual, infrecuente, pero casi siempre se comporta de manera apropiada”. La extravagante, irracional, infrecuente o inusual manera en que nos comportamos las personas que sufrimos esquizofrenia es perfectamente explicada por el trastorno. Tiene su explicación, y somos congruentes con nuestro pensamiento y estado mental, lo que no quita que hayamos enfermado y podemos tener carencias importantes.

Las medicaciones antipsicóticas o neurolépticas suelen combatir los síntomas negativos o eso nos dicen los prospectos. Sin embargo, la certeza de que estos síntomas sean combatidos con eficiencia es poco más que una utopía. Muchos son los efectos secundarios, y me atrevería a decir que, a la larga, el peso de los efectos extrapiramidales o secundarios pueden ser más manifiestos que los beneficios. Se ha considerado que crean adicción (Joanna Moncrieff) y que, por ejemplo, provocan alto riesgo cardiovascular en personas de avanzada edad, entre otros riesgos. La medicación no es la panacea. No es peor el remedio que la enfermedad, en mi opinión, pero el primero deja mucho que desear.

En mi caso, luchar contra los síntomas negativos significa asumir y entender que los sufro y que, voluntariamente, puedo hacer esfuerzos para entenderlos mejor. A menudo me pesa más la idea de que estoy limitado por un comportamiento enfermizo, como es el de sufrir el trastorno y los síntomas negativos y hacerme a la idea de que yo formo parte, que la voluntad de trascenderlos y superarlos.

En este caso, aconsejaría desarrollar la capacidad de la persona para mejorar sus habilidades mediante el entrenamiento, para aprender a conocerse a uno mismo mediante ejercicios de introspección o de carácter más espiritual. Ejercicios como el yoga, la meditación o terapias alternativas como la musicoterapia o las flores de Bach podrían ser de gran ayuda, así como actividades físicas o deportivas, para mantenerse en forma y tener mayor claridad en el pensamiento. Si no es posible, al menos aconsejaría cumplir con las tareas diarias de limpieza de la casa: lavar la ropa, hacer la compra, dedicar tiempo a cocinar, cuidar la imagen personal o una higiene básica. Rutinas que hay que tener siempre en cuenta, ya que de ellas depende una mejor adaptación al medio en el que vivos. Prefiero ser valorado por tener un hogar organizado y vivir en armonía y orden en mi vivienda, que dar una imagen de persona exitosa, profesionalmente o de puertas afuera.

Uno sólo piensa en cómo mejorar, si queda margen de mejora. Es la lógica del pensamiento de cualquiera que tenga un poco de autoestima. Los síntomas negativos tienen la clave para establecer si las personas evolucionaremos más o menos favorablemente en un contexto que, a priori, es difícil pronosticar. Para ello es necesario el seguimiento del psiquiatra y el equipo médico y psicológico, para seguir nuestra evolución en toda su amplitud y complejidad conductual durante el resto de nuestros días.

Dani Ferrer

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