
Hola a todos. Soy Alfonso. Los informes dicen que sufro un trastorno mental del tipo esquizoafectivo. Digo que “dicen” porque a mí, los profesionales que me atienden, nunca me han dicho, hablando, que soy esquizoafectivo.
Quizá para que no me crea demasiado lo que quieren decir estas palabras, porque en realidad no “soy” sino que “tengo” un trastorno mental. Porque puede darse la situación adecuada para que lo vuelva a sufrir, teniendo un brote psicótico, o bien puede que no se vuelvan a reunir las características necesarias, que no se dé la situación adecuada para que lo vuelva a sufrir. Resumiendo, que es posible que no vuelva a sufrir un brote psicótico en mi vida.
Y a partir de aquí es donde empezamos a jugar, donde empezamos a diseñar nuestras estrategias las personas que hemos sufrido una enfermedad mental alguna vez en nuestra vida y que no queremos que nos vuelva a pasar. En mi caso, es gracias a los profesionales que me atienden, a la medicación que tomo y a las estrategias que yo mismo me he inventado, que ya son diez años sin haber vuelto a sufrir un brote psicótico.
Ya son también ocho años trabajando, desarrollando el mismo empleo y siendo, incluso, de los más trabajadores del grupo de compañeros. Y eso que se supone que ellos nunca han sufrido ninguna enfermedad mental. Digo que se supone, porque en los trabajos es muy difícil decir abiertamente que has sufrido un brote psicótico, por miedo a la discriminación.
A lo largo de estos años, he sido capaz de hacer el mismo trabajo que los demás, aunque me diagnosticaron una discapacidad en el periodo de tiempo en el que llevo trabajando. Pero esto no supuso ningún obstáculo, ya que si estaba trabajando antes de que me diagnosticaran la discapacidad, ¿por qué no podría continuar trabajando después, si en mí no había cambiado nada?
Mis estrategias de recuperación no creo que hayan sido unas ideas maravillosas, ni han surgido de hacer ningún ejercicio de esfuerzo mental brutal. No creo que se necesite una mente privilegiada para poder tenerlas. Creo que es imposible que a alguien no se le haya pasado por la cabeza alguna vez en su vida lo mismo que a mí. Creo que lo único que se necesita es querer que no te vuelva a pasar un brote psicótico o una enfermedad mental. Así, estas estrategias aparecen solas.
También digo que los informes “dicen” que padezco un trastorno mental porque pienso que me he recuperado casi totalmente y que ya no lo sufro. Para quienes piensan que esto es imposible, quiero decirles que quizás tienen razón y que lo que he hecho ha sido darle la vuelta a la situación y conseguir dejar de ser esquizofrénicamente negativo para ser esquizofrénicamente positivo. Y aunque suena muy bien, quizás esto último también esté considerado una enfermedad.
Así, pasé de una situación en la que todo el mundo me perseguía y me quería matar, en la que el veneno podía esperar en cualquier comida, o cualquier día que cogiera el coche, éste podía explotar, etc., a una situación en la que agradezco que cada día tengo la comida en la mesa, en la que agradezco que la gente me hable, en la que agradezco, en definitiva, vivir. ¿Por qué? Buena pregunta. Era la misma pregunta que me hacía mi primera psiquiatra cada vez que yo le contaba lo que estaba pasando.
“Es que, doctora, tengo ganas de llorar a cada momento por la experiencia por la que estoy pasando”. ¿Por qué? Me preguntaba ella. Y así es como comprendí que llorar debía ser una expresión como cualquier otra y que, si llorásemos más, quizás viviríamos en un mundo mejor.
“Es que, doctora, tengo miedo a la enfermedad y que ésta vuelva a surgir”. ¿Por qué? Me volvía a preguntar ella. Así es como comprendí que tener miedo no es malo, siempre que sepas a qué cosas debes tener miedo.
“Es que, doctora…”. Y tenía razón. En mi caso, preguntarme: ¿Por qué?, Hizo que empezara a encontrar respuestas a mis preguntas. Y a cada respuesta, me volvía a preguntar yo mismo: ¿por qué? Llegando así a la raíz del problema, cuando ya no podía preguntar: ¿por qué? Haciendo que, incluso, me riera de la raíz del problema.
Así, hoy en día puedo decir que lloro, aunque no he tenido que volver a hacerlo. Digo que tengo miedo, aunque no tengo motivos para tenerlo.
Y aunque no he podido salvar el mundo del apocalipsis, aunque no vivo en mi palacio de oro, digno del mesías, aunque no he conseguido hacer milagros, he aprendido que, quizás, lo único que se esperaba de mí era que un día pudiera contar mi experiencia, para que a alguien le pudiera servir de ayuda. Un abrazo a todos.
Alfonso Gálvez