Soy Alfonso. Los informes dicen que sufro un trastorno del tipo Esquizoafectivo. Mi brote psicótico fue de larga duración y duró seis meses. Duró tanto tiempo, porque pensaba que no le podía decir a nadie lo que estaba pasando. Estaba teniendo alucinaciones, tanto auditivas como visuales, estaba teniendo ataques de ansiedad casi permanentes, sentía que me dolía la boca y la cabeza, tenía manía persecutoria, etc. Cuando me decidí a pedir ayuda, descubrí cuánta gente está dispuesta a ayudarte.
También duró tanto porque, al menos en mi caso, me gustaba estar en esa situación. Quizá conscientemente, quizás inconscientemente, pero me gustaban esas sensaciones, que siente cualquier persona, pero que con la enfermedad se multiplicaban en intensidad. Pero pedí ayuda cuando un día en el gimnasio los nervios se hicieron tan grandes que me parece que tuve una parada cerebral. Sólo durante medio segundo, pero suficiente para darme cuenta de que si continuaba por ese camino podía incluso morir. Así fue como me dejó de gustar estar en esa situación.
Como no me había pasado nada parecido, fui al Hospital diciendo que creía que me estaba dando un ataque de ansiedad. Me dieron una pastilla y me dijeron que si en dos días me seguía encontrando mal, que fuera al Centro de Salud Mental de Adultos (CSMA) de Montbau. Y así fue. Me seguía encontrando mal. La pastilla había parado mi sufrimiento, pero sólo momentáneamente.
Durante el trayecto al CSMA, me vino el recuerdo de una persona, muy querida por mí, que me había hablado con anterioridad al brote psicótico justo de la misma experiencia por la que estaba pasando yo. Esto me ayudó mucho a darme cuenta de que estaba sufriendo una enfermedad mental y que eso era algo que no sólo me estaba pasando a mí, sino que le había pasado a mucha gente antes.
También me ayudó a tener mi propia idea sobre las palabras “enfermedad mental”. Y como, para mí, la mayoría de las enfermedades se curaban con medicación, una enfermedad mental no sería una excepción.
Entonces, continué yendo al CSMA e hice una terapia con unos compañeros. La terapia también me ayudó mucho a no sentirme la única persona del mundo que estaba atravesando una enfermedad mental. Así pues, yendo al CSMA y tomándome la medicación, estuve dos años de baja. No me quería poner ningún objetivo, después de lo que había pasado. Incluso tuve la opción a que me dieran la baja permanente. Pero cuando me dijeron que no podría trabajar en toda la vida y que me quedaría una pensión muy pequeña, porque casi no había cotizado a la seguridad social, les dije que creía que en medio año más ya estaría bien.
Entonces, sin ponerme ningún objetivo, pero sin ser negativo, me puse a estudiar un módulo de grado superior. Esta experiencia me ayudó mucho porque me di cuenta de que, aún después de lo que me había pasado, podía seguir aprendiendo. Y conseguí estar entre los tres o cuatro mejores de la clase.
Así, la medicación logró acabar con los síntomas de la enfermedad, pero todavía tenía que reconstruirme psicológicamente. Estudiar el módulo fue un gran paso, aunque no lo terminé. Sólo hice un año de los dos que se necesitan. Pero como no me lo había propuesto como objetivo y me lo había tomado con mucha calma, no me lo tomé como un fracaso. Influyó en esta decisión el hecho de que aquel verano empecé a buscar trabajo y lo encontré. Pero así es como empecé a ser consciente de hasta dónde podía llegar y adónde no podía. Y que si algo no lograba, podía dejarlo con toda la tranquilidad del mundo y “a otra cosa mariposa”. Muchas personas no logran sus proyectos. Y yo, como que había pasado por un brote psicótico, me sentía con más derecho que los demás a dejar cualquier proyecto, pero no a dejar de intentar hacer lo que hace el resto de la gente.
Así, encontré trabajo. Ya son ocho años los que llevo trabajando y diez tomando la pastilla. Trabajo de mantenimiento. En el trabajo me tienen como una persona trabajadora y no han notado que sufro o que sufrí una enfermedad mental. Esto quizás no lo sabré nunca: si la sufro o la sufrí. Pero como las cosas incluso me van mejor ahora que antes del brote psicótico, es algo que no me importa. Soy trabajador porque pienso que necesito hacer algo, porque si no la cabeza me iría a doscientos por hora.
Aunque el brote psicótico fue completamente negativo mientras duró , creo que ahora estoy más preparado ante otro brote psicótico que pueda surgir, en comparación a una persona que no lo ha sufrido nunca. Pienso que, si me pasase otra vez, me daría cuenta a tiempo para que no tenga las secuelas del primero.
Como curiosidad: me dieron una discapacidad después de llevar siete años trabajando. Aquello, para mí, quiere decir que la sociedad puede entender que las personas discapacitadas podemos trabajar y hacer una vida igual que el resto de personas y, en definitiva, que somos como el resto de la gente. Hasta aquí mi experiencia y ojalá a alguien le pueda servir de ayuda.
Alfonso Gálvez