
Fotografía © Elena Figoli
Cuando hablamos de recuperación, exactamente… ¿de qué hablamos? ¿De curación? ¿De no tener síntomas? Porque hasta aquí no estoy recuperada. Pero si hablamos de recuperación entendiendo que aun teniendo síntomas, recaídas y no encontrarnos del todo bien, llevamos a cabo una vida con relaciones sociales de calidad, actividades que nos llenan y nos son beneficiosas, entonces… entonces podría hablar de una cierta recuperación.
Creo que es fundamental, al menos en mi caso, descansar bien y llevar una rutina que incluye medicación, actividades, pertenecer a una asociación, participar de un voluntariado, relacionarme con otras personas, etc.
Existe un interés cada vez más creciente por un concepto de recuperación en psiquiatría que entiende que: “la recuperación no hace alusión a la mera recuperación clínica, que sería sinónimo de cura, o de volver a la situación anterior a la enfermedad. […] Se orienta a que la persona aumente su capacidad de vivir una vida satisfactoria, según sus intereses, metas, objetivos y posibilidades, incluso si los síntomas de su enfermedad persisten.”
Yo antes me sentía mucho más segura de mi misma, y ahora voy preguntando a las personas más cercanas si hago las cosas bien, si debería hacerlas de otra forma. También antes leía muchos libros y ahora tengo que hacer un gran esfuerzo para leer, porque me falla la concentración. A veces dejo la lectura por un tiempo y después la vuelvo a retomar. Me cuesta mantener tanto la concentración, como la atención y la motivación en las cosas que hago. Me gustaría mucho, aunque tan sólo fuera, volver a la situación anterior en la que había temporadas en las que encadenaba un libro con otro, pero no es así. Ahora no es posible.
Hay muchas cosas que ahora no son posibles. Desde hace unos años que muy a menudo tengo síntomas que suelen ser incapacitantes, a pesar de seguir tratamiento farmacológico y terapéutico. Y es difícil convivir con un malestar al que nunca se acostumbra una. Por un lado, creo que hay que hacer un poco el duelo, porque tu vida, y muchas veces tu entorno, probablemente no volverán a ser lo que eran. Pero por otro lado, creo que es bueno no acostumbrarse, hasta cierto punto, a este malestar porque es la forma de no rendirse, de seguir buscando la manera de estar mejor, ya sea con nuevas actividades que me hagan sentir útil, haciendo un esfuerzo por abrirme a los demás o intentando aprender a gestionar mejor mis emociones y pensamientos.
Sin embargo, la realidad muchas veces no se corresponde con nuestro deseo de que las cosas vayan mejor. Pero hay que seguir intentándolo.
Mònica Civill