Vergüenza y Miedo

Fotografía © Irina Santos

En el mundo de la Salud Mental se vive con mucha vergüenza y miedo. Por un lado el estigma, que son las ideas prejuiciosas que hacen que la persona sea discriminada por ser “diferente”, nos avergüenza y nos puede provocar miedo, pudiéndonos llevar a la exclusión y al aislamiento. Por ejemplo, la idea de que las personas con un diagnostico somos peligrosas y violentas puede avergonzarnos y provocar que nos aislemos o bien que seamos rechazados. Y por otro lado, el autoestigma hace que sintamos vergüenza de ser quienes somos. Y esto provoca mucho sufrimiento.

El hecho de sentir vergüenza y miedo no es exclusivo del mundo de la Salud Mental, otras personas u otros colectivos también experimentan vergüenza y miedo. Por ejemplo, las personas que tienen una orientación sexual diferente a la normativa, las personas que están por debajo o por encima del peso que la mayoría cree ideal, etc. Algunas de estas personas viven con la angustia de ser descubiertas. Por ejemplo, aquellas personas que tienen una orientación sexual diferente a la normativa y no han salido del armario.

A veces el miedo con el que te imaginas las consecuencias sobre cómo podrían reaccionar los demás -que nos rechacen, que se alejen, etc.- es más grande que lo que podría pasar en realidad -tal vez lo entiendan y, si no lo entienden, quizá no sea el final de nuestra vida-. Pero lo importante es la angustia con que se vive esta situación y que genera más sufrimiento por lo que podría suceder.

Si tomamos el ejemplo de las personas que no tienen un peso que se cree ideal, seriamos la gran mayoría de la población. Pero hay personas más sensibles en este tema; por ejemplo porque hayan sufrido o sufren un TCA, un trastorno de la conducta alimentaria. Estas personas pueden sufrir vergüenza por no verse suficientemente delgadas y, por lo tanto, tener una autoimagen negativa sobre sí mismas y vivir esta situación con desesperanza.

Es difícil superar esta sensación de vergüenza sobre quién eres si no se refuerza o recupera la autoestima y/o si no se tiene una red de amistades en la que uno/a se pueda sentir seguro/a. La autoestima es la valoración, aceptación y aprecio que se tiene de uno mismo. Si sentimos vergüenza de nosotros mismos, probablemente tengamos una autoestima baja y esto hará que nos enfrentemos al mundo con miedo.

Por lo tanto, parece que para dejar de sentir vergüenza de nosotros mismos, por una parte, debemos luchar contra el estigma y, en particular, contra el autoestigma. Por otra parte, debemos mejorar nuestra autoestima. Por ejemplo, empezando a realizar actividades que nos hagan sentir bien y nos devuelvan una imagen positiva de aquello que hacemos,  relacionándonos con personas con las que podamos mostrarnos tal cual somos, etc.

El objetivo es todo lo contrario a sentir vergüenza, sino sentirnos a gusto en nuestra propia piel. Puede que sea un proceso lento pero que debe hacerse, pues la vergüenza y el miedo no son buenos compañeros de viaje.

Mònica Civill

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