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“Al margen de ser una persona con un trastorno bipolar, soy más cosas. Por ejemplo, siempre he sido una gran profesional”

Montse Baró: Escritora, voluntaria social y activista de la salud mental.

     Hola, soy Montse, tengo 51 años y muchas ganas de disfrutar de la vida. Tengo concedida una pensión por invalidez, que es acorde con los 27 años que estuve trabajando y desempeñando, en periodos determinados, funciones ejecutivas.  Me ha encantado efectuar esta entrevista, por si es posible que mi forma de sentir la vida pueda atraer a personas tan encantadoras como las que hay en nuestro colectivo.

     Además de ser socia de ActivaMent, soy voluntaria de una Fundación de acogida a niños menores. La parte lúdica de mi vida, la redondeo asistiendo a clases de swing y también a clases de escritura. Desde que el año pasado dejé de trabajar, en cualquier documento en el que debo hacer constar mi profesión, indico escritora. Así es como me siento.

     Podría explicar muchas más cosas, pero hay una frase que refleja, con armonía, mi personalidad: “La vida es corta, asume riesgos, perdona rápido, besa lentamente y ama de verdad”.

Montse, ¿qué haces actualmente? ¿A qué te dedicas?

     Me dedico a hacer las cosas que me gustan, que me hacen sentir bien. Por ejemplo, aprender a escribir cuentos, bailar swing, participar en la asociación ActivaMent, ser voluntaria de una Fundación de acogida de niños y, en general, estar disponible para ayudar a personas que lo puedan necesitar.

Haces muchas cosas, aunque vives con un diagnóstico de salud mental. ¿Cómo es eso?

     Porque para mí tener un Trastorno Bipolar es como tener los ojos de color marrón avellana. O también, como tener miedo a patinar por la posibilidad de caer y romperme una pierna. Es decir, puedo hacer muchas cosas y otras no, con independencia de mi trastorno. Sé perfectamente cuales son las limitaciones que provoca el trastorno y las tengo totalmente asumidas. Además, yo cobro una pensión, lo cual me permite tener una seguridad económica y tiempo para vivir la vida como yo quiero, o cuando menos para no hacer aquello que no quiero. Por otro lado, me siento privilegiada por haber obtenido esta seguridad económica y es para mí un placer compartir este privilegio con personas que, por los motivos que sean, no tienen esta situación afortunada.

     Además, yo no necesito ayuda, pero no por una conducta prepotente, sino que no me encuentro en la situación de algunas personas afectadas por un trastorno mental y que sí necesitan atención y cuidado por parte de los demás. Pero quiero resaltar que cuando yo ayudo, también me estoy nutriendo de lo que me aportan las otras personas, aún cuando ellas no sean conscientes de ese feedback.

     La relación con mis compañeros de clase, o de ActivaMent, o con los niños que están en acogida -esto último se convertirá en una de las experiencias más intensas de mi vida-, me aporta vivencias enriquecedoras que nunca hubiese imaginado que tendría. Me ayuda incluso cada vez más a dejar el “tener” y esforzarme por “ser”.

¿Y qué hacías antes de recibir una pensión?

     Trabajaba en una compañía de seguros, en la que estuve 27 años, hasta que el pasado año me acogí a una baja incentivada. Durante la inmensa mayoría de mi vida laboral, me gustaban mucho las funciones que desempeñaba.

Trabajaste muchos años…

     Sí, efectivamente. La explicación está en que, al margen de ser una persona con un trastorno bipolar, soy más cosas. Por ejemplo, siempre he sido una gran profesional y mis jefes lo han valorado, sin que incidiera mi trastorno. También es cierto, que los brotes que sufrí no llegaron a conocimiento de Recurso Humanos –o al menos así lo creo- porque los compañeros y superiores me protegieron.

     En este aspecto, estoy muy agradecida. Nunca viví discriminación. Es más, cuando yo superaba las crisis, volvía a recuperar mi capacidad laboral, que en relación a otros compañeros era  superior, y mis jefes me valoraban.

¿Y por qué, después de muchos años trabajados, ahora eres pensionista?

     Porque yo venía de compañías que se habían ido fusionando y en los últimos tres años la presión ejercida por la dirección era muy intensa, valorando la productividad y no la profesionalidad del trabajador. La nueva situación y el estrés que generaba, comenzó a afectar mi salud. Por tanto, valorando esta situación, primero me acogí a una baja incentivada.

     Al principio se me denegó, pero a la que puse en conocimiento de la empresa la existencia de mi trastorno mental, me la concedieron con los ojos cerrados.  Por primera vez, y aunque parezca frívolo, agradecí que se me viese de esta manera prejuiciosa, como si fuese una persona, cuanto menos, conflictiva. Posteriormente se me concedió la pensión y, una vez más,  sentí agradecimiento, vete tú a saber a quién o qué.

     Y gracias a que me acogí a la baja incentivada pude descubrir mi faceta de escritora, por supuesto incompatible con trabajar.

¿Cuándo recibiste un diagnóstico?

     Cuando tenía 30 años, es decir, hace 21 años. Fue cuando tuve mi primer brote. Con anterioridad ni yo ni mi familia conocíamos la existencia de este trastorno, ni su por qué ni el cómo. Y mucho menos, su incidencia en la vida de la persona afectada y la de sus familiares.

¿Y cómo te afectó recibir esta etiqueta?

     Yo no tengo ninguna etiqueta. Es decir, yo no voy por la vida diciendo que soy bipolar, al igual que la gente no va diciendo “yo soy diabético” ” o “soy seropositivo”. Ahora bien, si sale el tema yo no me escondo, no lo he hecho nunca. De hecho, todos mis amigos lo saben y pienso que es positivo que lo sepan pues así pueden detectar si estoy iniciando un brote.

Me has dicho que no has vivido discriminación. ¿De ningún tipo?

     Nunca se me ha discriminado. También es cierto que yo… ¿Cómo lo podría decir? Intento quitar a la enfermedad el aspecto negativo. Para mi entorno, Montse es Montse; no Montse que tiene un trastorno mental. Por supuesto, saben que tengo que mantener una serie de cuidados.

     Además, yo no he sufrido discriminación porque yo no escondo que tengo un trastorno mental. Tan sólo es algo que tengo muy incorporado a mí vida. Hay gente que lo lleva como una mochila llena de piedras, yo sigo adelante todo lo ligera que puedo.

¿Y cómo fue la reacción de tu familia frente al diagnóstico?

     Muy buena. Tengo a mi madre, un hermano, un sobrino y mi excuñada. O sea, es una familia muy pequeña. Sobre quien ha recaído el peso de mis crisis ha sido mi madre. Tengo la inmensa suerte que es una mujer muy inteligente y con un gran sentido común. Por ejemplo, cuando tuve el primer brote, solicitó a mi psiquiatra del Hospital Clínico una visita en su consulta privada, para informarse de la enfermedad y conocer todo aquello que le permitiese darme la mejor atención posible. Conocer es poder. Poder para entender, para saber cómo gestionar mejor lo que supone convivir con el trastorno. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de hace 21 años, con lo que la actitud de mi madre me parece un puntazo. De hecho, ha habido más” puntazos” en el transcurso de este tiempo.

¿Por qué formas parte de ActivaMent? ¿Por qué eres una activista de la salud mental?

     Vine a ActivaMent porque desde que deje de trabajar tuve el deseo de ayudar a la gente que le pueda  servir lo que yo diga o haga, mi experiencia. Pienso que yo soy una privilegiada, que a mí la vida me quiere y me ha dado mucho. Y me gustaría que otras personas se pudieran sentir también privilegiadas.

     Vi el cartel en el Hospital Clínico y me llamó la atención que fuese una asociación de personas con trastorno mental, constituida por las propias personas. Acudí por si podía ayudar en algo. Y después he continuado porque me enriquece la relación entre nosotros.

¿Qué le dirías a una persona que acaba de arribar al mundo de la salud mental, que acaba de recibir un diagnóstico?

     Primero, que busque un buen profesional. Pero no me estoy refiriendo a un psiquiatra o psicólogo. Puede ser, por ejemplo, un profesional del coaching que le ayude a conocerse, a saber quién es y quién quiere ser, qué debe o no cambiar. Una vez se haya aceptado a sí mismo, podrá aceptar el trastorno mental que se le ha declarado. Entonces es cuándo debería acudir a lugares como ActivaMent, dónde hay personas que han vivido lo mismo y que te permiten dejar de considerarte una víctima. Recalco que es muy importante que previamente se acepte a sí misma. Ha de incorporar la enfermedad en su vida, pero de una forma natural, como el haber estudiado una carrera o tener unos determinados compañeros en la vida.

     Por supuesto no quiero decir que sea fácil, no estamos hablando de unas “paperas”,  pero vale la pena intentarlo. A toda costa se debe evitar que la persona “padezca” la enfermedad y se sienta mal consigo misma, porque eso redunda en todos los aspectos de su vida.

 ¿Por qué crees que pasa eso?

     Porque el autoconocimiento y la aceptación es algo que no se trabaja. Siempre vamos mirando al exterior. Creemos que la felicidad, el bienestar, tiene que venir de fuera. Pero es un error, todo viene de tu interior. Aquello que es tu esencia, tu ser, te permite gestionar todo lo que te venga del exterior. No podrás evitar que te pasen acontecimientos en tu vida, pero sí que depende de nosotros la forma de gestionarlos. Lo importante no es tener, sino ser.

     Conocerte a ti mismo y aceptarte es un proceso de empoderamiento. Si uno no se conoce, tiene inseguridades. Y si a ello le añadimos la existencia de un trastorno mental, la inseguridad es mayor. Es muy importante tener recursos propios –me refiero a los que configuran nuestra personalidad-, pues serán nuestras herramientas ante las situaciones conflictivas o de cualquier clase.

     A mí, tener un trastorno bipolar no me ha hecho ser mejor, ni modificar mi vida. Lo que supuso un cambio sustancial en mi vida fue la terapia de coaching. Recuerdo que el primer día la coach me dijo: “Llegará un día que mejorará tu trastorno”. Yo pensé: “Esta no tiene ni idea de lo que es mi trastorno”. Pero, afortunadamente, tenía toda la razón. Cuando aprendí a gestionar el miedo, me liberé de mucho padecimiento. He aprendido que me puedo apoyar en mi experiencia, mis capacidades y la intuición. A partir de aquí, todo ha ido muy bien.

         Para terminar voy a referirme a una cita de Paulo Coelho, que es una de mis favoritas: “En el momento en el que las personas deciden afrontar un problema, se dan cuenta de que son mucho más capaces de lo que piensan”.

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