Foscor

Fotografía © Elena Figoli

 

Quiero comentaros brevemente el relato que tengo de mi vida, por si a alguien le resulta útil. Trato un tema polémico, que yo afronto desde mi experiencia.

A los dieciocho años, cuando comencé con la esquizofrenia, no tuve más remedio que tomar medicación. Mi estado era tan penoso que necesitaba cualquier cosa que me sacara del pozo. No es que me hiciera gracia. Yo consideraba que estaba más sano que el psiquiatra. Pensaba que con la medicación y el tratamiento la única cosa que conseguiría sería adaptarme al “sistema”. Pero entre la depresión y la paranoia y los conocidos como síntomas positivos de la esquizofrenia, en aquellos momentos no encontré alternativa.

Poco a poco salí del pozo. Fui estabilizándome respecto de los delirios y ya me los conocía. Y la depresión se fue superando. No fue fácil, después de años deprimido y con delirios, pero trabajé y conseguí una cierta alegría de vivir.

Así que, cuando me sentí lo bastante fuerte, decidí que lo que yo tenía que hacer era enfrentarme a mis demonios personales. Los traumas y las relaciones no resueltas (con los padres, por ejemplo). Así que dejé las pastillas y me fui a vivir solo, a ver qué salía de mi mente.

Lo que salió fue una serie de delirios que me duraron varios meses. Y una situación vital penosa. Me perdí en mis delirios y me quedé “colgado”. Vivía en mi mundo y de forma completamente desordenada. Igual dormía veinte horas seguidas y después me pasaba cuatro días sin dormir.

Forzado por las circunstancias, volví a la medicación porqué aquello no tenía final. Había perdido mis contactos sociales y estaba tan delgado y sucio que la gente no me reconocía.

Pero no abandoné. Tres años después, cuando, tomando medicación había conseguido una vida ordenada y limpia y tenía mis delirios más o menos controlados, decidí que tenía que volverlo a intentar. Así que dejé las inyecciones y las pastillas y me pasé alrededor de seis meses delirando de nuevo. Otra vez el aislamiento y mi mundo, que me ofrecía delirios inacabables.

Aquello fue el final. Volver a la realidad me costó un par de años. Pasaba siete u ocho días más o menos bien y después dos o tres días de delirios. Tomando mucha medicación, conseguí vivir en la realidad de forma continuada. Hablando solo o con un poco de insomnio pero con los pies en la tierra.

Y entonces decidí que yo me tomaría la medicación como un reloj. Y eso hago desde hace dieciséis años. Pensar que pierdo de nuevo el contacto con la realidad me provoca un pánico horrible. No tengo una vida muy interesante (eran más intensos mis delirios), pero vivo más como yo quiero vivir.

No pretendo con esto tener la verdad. No sé si la medicación es la solución a los problemas personales de la persona que está leyendo esto. La única cosa que puedo decir, es que hay casos en que la medicación y el tratamiento farmacológico es la mejor opción.

Fèlix Rozey

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