pastilles i diners
Ilustración © Sergi Balfegó

 

En el año 2012, hace ahora casi un año, asistí a una conferencia sobre Salud Mental en Europa que se titulaba: “Impacto socioeconómico de la promoción del trabajo para personas con trastorno mental en el ámbito de la Unión Europea*. Era una actividad organizada por FECAFAMMAmmfeina y Funamment Fundació. Esta conferencia estuvo a cargo del experto David McDaid, investigador asociado del London School of Economics and Political Science y del Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas de Salud, y Coordinador del Mental Health Economics European Network.

Allí, McDaid dijo, entre otras cosas, que en la Unión Europea 1 de cada 4 personas tiene, ha tenido o tendrá a lo largo de su vida un problema de salud mental, algo más de 130.000.000 de europeos. Esto, sin embargo, no fue lo que más me sorprendió de su intervención, sino lo siguiente:

Parece ser que hace unos pocos años en Inglaterra hicieron un estudio sobre cuánto costaba en términos económicos la salud mental en ese país. Pues bien, llegaron a la conclusión de que contando costes de medicación, sanidad, hospitalarios y otros -como laborales, pago de pensiones antes de la edad reglamentaria, etc.-, el gasto en salud mental superaba el presupuesto sanitario del país.

Después de confirmado este estudio, el gobierno decidió invertir más en gastos para la prevención en salud mental y menos en gastos farmacéuticos y hospitalarios. Así, se comenzó a invertir en atenciones más personalizadas, dedicadas a dotar, entre otras cosas, de más autonomía, y en centros de reinserción familiar, social y laboral para personas con problemas de salud mental. Lo que se constató al cabo de muy poco tiempo, es que los ingresos hospitalarios disminuían, así como el gasto en medicamentos, puesto que las personas con problemas de salud mental mejoraban, además de incrementar su calidad de vida.

Aparte de esto, en el ámbito laboral, se comenzaron a canalizar ayudas a empresas para que acogieran en sus plantillas a personas de este colectivo y a preparar a muchas de dichas personas para ingresar o reingresar en la vida laboral. Así, constataron que las personas con problemas de salud mental no sólo no eran menos productivas que otros empleados sino que, en algunos aspectos, lo eran más.

Ante esto, yo me pregunto: ¿Cómo puede una persona con problemas de salud mental ser tan productiva laboralmente o más que otra persona que no tiene estos problemas? Me contesto con lo siguiente: porque a lo largo de la vida laboral, no solo las personas que tienen problemas de salud mental tienen que acudir con cierta frecuencia al médico, sino también la inmensa mayoría de las demás personas.

Además, muchas otras personas que no acuden al médico por temas de salud mental terminan teniendo problemas de salud derivados de problemas psíquicos que se somatizan. Por ejemplo, las personas que tienen problemas de salud relacionados con el corazón, con la soriasis o con las úlceras de estómago, entre otros muchos problemas de salud, suelen deberse en su origen a problemas psíquicos.

Por todo ello, las personas con problemas de salud mental pueden ser tan productivas en su vida laboral como otras que no tienen estos problemas, siempre que se les dé la oportunidad de tener una vida laboral normal.

Por otro lado, mirando esta política seguida en los últimos años en la salud mental de Inglaterra, y comparando con la política española y la catalana, en particular, veo un abismo. Personalmente, me parecen totalmente opuestas. Así, en el año 2012 en Inglaterra se disminuyó la inversión en sanidad en todos los ámbitos, menos en salud mental; ámbito en el cual se aumentó el presupuesto. Allí, los políticos pensaron que invertir más en salud mental era una manera de ahorrar dinero a medio y largo plazo.

¿Por qué no sucede lo mismo aquí? Pienso que puede ser debido a la presión de la industria farmacéutica. Si siguiésemos la política inglesa, la facturación, y por lo tanto las ganancias, de las grandes farmacéuticas disminuirían mucho. No hay que olvidar que España es el 2º país del mundo con mayor consumo de fármacos por persona.

Y hay que tener en cuenta que los medicamentos del campo de la salud mental suelen ser de los más consumidos, puesto que hay muchas personas a los que se los prescriben. En Cataluña, por poner un ejemplo,  el peso de la factura farmacéutica en salud mental es el doble que el que se registra en el presupuesto general de salud.

Teniendo en cuenta los miles de millones de euros que mueven los medicamentos de salud mental en España, es lógico que las empresas farmacéuticas no quieran perder semejante pastel. Por ello presionan de todas las formas posibles para que no se cambien las actuales políticas sanitarias. También presionan a los medios de comunicación para que, salvo algunas excepciones, no se trate este tema.

Ernesto García

* Aquí podéis escuchar la conferencia completa de David McDaid.

Comentarios: