Ilustración © Sergi Balfegó
Existe un problema en el ámbito de la salud mental que casi nunca se ha tocado y es el tema del estigma y la discriminación por parte de algunos profesionales de la salud respecto a las personas que padecemos o hemos padecido un trastorno mental. Yo, personalmente, he vivido tanto un problema de salud mental como la discriminación, aunque me tenga que remontar a muchos años atrás.
Aunque en aquella época me encontraba psicológicamente muy mal, no por ello dejaba de notar una cierta prepotencia y desdén por parte de algunos profesionales hacia mí. Una especie de paternalismo mal entendido, como considerándome un deficiente mental. Recuerdo a un psiquiatra al que le explicaba, preocupado, cuestiones económicas y sociales de mi vida, y éste, riéndose de mí, me decía que eran tonterías, que no me preocupara.
También me pasó con una enfermera, que banalizaba el trastorno mental, no le daba importancia. Así, un día me dijo: “Tienes mucha suerte de estar retirado siendo tan joven”. Seguro que a una persona con una enfermedad física no lo trataba así.
Algo que también me ocurrió, es que cuando ingresé en el hospital, permanecí varios días encerrado en una habitación sin que se me diera explicación alguna por ello. Peor que un condenado a prisión por un delito. La gran diferencia, es que yo no había cometido ninguno y aún hoy pienso que fueron vulnerados sistemáticamente mis derechos más elementales. Uno de estos derechos es el de saber por qué se me había encerrado. Allí no tenía derecho a nada. Un prisionero que ha cometido un delito tiene más derechos de los que tenía yo, pues después de salir de la habitación, durante casi un mes, se me prohibió salir del centro hospitalario.
A día de hoy, que he dejado atrás los problemas de salud mental que tenía, veo que esto sigue pasando, aunque no tan a menudo como antes. Me lo han comentado diversas personas que, en fechas recientes, les ha pasado lo mismo, tanto a nivel del trato recibido por parte del personal sanitario como, en casos más aislados, por el encierro forzoso a personas que no han cometido ningún delito, sólo por tener una crisis de salud mental.
Se habla mucho de que una de cada cuatro personas en el mundo padece, ha padecido o padecerá problemas de salud mental. Y yo soy socio de ActivaMent, una asociación de personas con la experiencia del trastorno mental, que es gestionada por nosotros mismos, en primera persona, sin dependencias ni de profesionales o familiares. En nuestra asociación, como personas afectadas y socias, tenemos diversos profesionales de la salud u otros ámbitos: psicología, trabajo social, pedagogía, economía, abogacía, etc. Pero, cosa curiosa, no tenemos ningún psiquiatra afectado.
Me falta por conocer el o la primer psiquiatra afectado de problemas de salud mental. Esto me llama mucho la atención. Si una de cada cuatro personas en el mundo padece, ha padecido o padecerá un trastorno mental… ¿Cómo a ningún psiquiatra en Barcelona, que yo conozca o haya escuchado, le ha pasado algo así? Si alguien conoce alguno, que me lo diga, pues en esta época en que tanto se habla de salir del armario por parte de las personas que padecen problemas de salud mental, ningún psiquiatra en toda España, que yo conozca, lo ha hecho.
Lo que sí conozco es que existen clínicas específicas para los profesionales de la psiquiatría que tienen problemas de salud mental o adicciones. En estos casos, son curados en clínicas específicas para ellos y, cuando se encuentran mejor, vuelven a sus consultas sin que esto sea públicamente conocido. Por ejemplo, en Barcelona, ofrece este servicio la Clínica Galatea. Allí se ofrece el programa PAIME para médicos, y el programa Retorn para profesionales de la enfermería –también segrega por profesión-. El problema no es que existan estas clínicas, que pueden estar muy bien, si no el tratamiento segregado. Es como si estos profesionales tuvieran miedo de mezclarse con nosotros. Pienso que quizás sea debido a que temen perder su autoridad como especialistas de la salud mental si se supiese que ellos también han pasado por esta situación.
¿Cómo queremos llegar a acabar con el estigma y discriminación en la salud mental, si existen profesionales de la sanidad que los siguen practicando? ¿Cómo queremos que la sociedad nos mire de otra forma, si no resolvemos antes esta situación?
Ernesto García