Ilustración © Sergi Balfegó
Después de una semana para muchos frenética, llega la gloria del sábado. Pero como si toda la civilización occidental sufriese un trastorno bipolar, después de la euforia del sábado llega la depresión del domingo por la tarde.
No es simplemente que al día siguiente empiece una semana de trabajo y actividades. También es que nos quedamos a solas con nosotros mismos. No tenemos nada que hacer y el tiempo de ocio no está valorado. De pronto, nos encontramos con los problemas de nuestra vida. Los conflictos nos ocupan la mente. Nos pasamos la semana haciendo todas las cosas posibles, huyendo de nosotros mismos, pero las tardes de domingo nos encontramos delante del gran jurado de nuestra vida.
Poca broma. El domingo aumentan los suicidios. Para muchos es el día más duro de la semana. Más que el lunes. Matamos el tiempo mirando el fútbol o yendo al cine. Incapaces de vivir el presente, pensamos en cosas pasadas o futuras, perdiendo unas horas que después echaremos a faltar a lo largo de la semana. Los adictos al trabajo se llevan trabajo a casa para no encontrarse con el momento presente.
De pronto, la soledad de nuestras vidas nos hunde. Un poco es la típica soledad de estas grandes ciudades donde vivimos. Y también es la dificultad de no hacer nada.
En ocasiones, esta depresión llega a niveles en que necesitas ayuda profesional, pero normalmente la gente se acostumbra. Es duro, pero muchos acabamos sintiéndonos cómodos con un cierto nivel de depresión. Estás deprimido y lo pasas mal, pero te faltan los recursos para superar este problema, y hace tanto tiempo que estas deprimido de vez en cuando, que se convierte en parte de nuestra forma de ser.
Afecta por igual a hombres y mujeres, niños y niñas. Es una experiencia en nuestra cultura casi universal.
Pero no tiene que ser así a la fuerza. Vayamos al cine a ver una película que no sea ni triste ni melancólica. Podemos tener una afición que nos ocupe largas horas y que nos guste, a ser posible donde seamos sujetos activos, que vivamos en primera persona. Leer, si te gusta.
Hay personas que son impermeables a estas soluciones. Puede que necesiten ayuda. La emoción de la depresión no enriquece nuestra vida y nos hace daño. Hay que luchar contra ella y no acostumbrarse a unos sentimientos que no hacen más que empobrecernos.
Fèlix Rozey