Fotografía © Elena Figoli
Me llamo Nina y llevo más de 14 años en este infierno que no me deja vivir en paz conmigo misma. Dedico este artículo a todas aquellas personas que desconocen esta enfermedad o que creen de ella cosas que son totalmente erróneas, como por ejemplo, que sólo queremos estar flacas y ya está; cosa totalmente absurda y falsa.
¿Qué es la anorexia? Es una enfermedad que nos engancha, como una adicción. Cada vez queremos más y más. Y, una vez que llegamos al peso que queríamos, queremos (bajar) un poquito más.
Por nada del mundo deseamos vivir sin este refugio que nos aporta seguridad: el control de la comida. Nosotras nos pensamos que con la delgadez lo podemos controlar todo e, incluso, que esta delgadez nos llevará a la felicidad. Solemos tener una baja autoestima, aunque si vamos bajando de peso, ésta va subiendo poco a poco.
Así, puede que llegue un momento en que tu estado nutricional sea tan pésimo que pierdas la cordura y la razón. Entonces será necesario un ingreso forzoso para recuperarte un poco, pues en ese estado tu cabeza no razona correctamente.
El camino de perder peso es el más cómodo. Quizás es el único que conocemos, porque lo hemos adoptado durante mucho tiempo, y es el único que nos da cierta seguridad. Siendo realistas, ¿a quien le gusta lo desconocido?
Aprendes a ser una chica muy lista, capaz de engañar mucho, y muy bien, durante mucho tiempo. Pero sueles sentirte vacía y muy, muy sola, cosa que agrava más aún la enfermedad. Dejas de quedar con gente, te encierras en ti misma, vives en tu mundo de calorías, ejercicio, dietas, báscula…
Esta enfermedad nos lo quita todo. Perdemos trabajo, amigos, familia, parejas… pero sobre todo la alegría de vivir. La alegría y el querer hacer cosas se pierden, no nos vemos futuro ya.
Anorexia y bulimia son dos caras de la misma moneda: en ellas el deseo de estar delgadas es un impulso. Pero espero que quede bien claro que tanto la anorexia y como la bulimia no se reducen sólo al hecho de que una mujer u hombre -porque cada vez son más- quieran verse delgados en el espejo. Es más, es un estilo de vida, una forma de afrontarse a la vida, a los problemas diarios, al día a día… No es que “estas niñas no comen porque quieren estar reflacas”, sino que se manifiestan o se expresan mediante la comida. El síntoma -vómito, restricción, hiperactividad, laxantes…- expresa aquello que no te atreves a decir con la voz.
Algunas personas utilizan el hambre para enfrentarse a sus miedos, otras para destruirse. No saben por qué, pero quieren o sienten que deben ser castigadas –normalmente, viene de abusos en la infancia-. Estas personas lo tienen más difícil, pues deben aprender a perdonarse, aceptarse y quererse.
Hay que decir que si uno mismo no quiere cambiar, nada ni nadie va a poder hacernos cambiar. Todo depende de uno mismo, ya que ni los mejores psicólogos ni los mejores psiquiatras podrán hacer nada por una persona si ella no se deja llevar.
Lo que se intenta en la recuperación, aparte de recuperar un peso mínimo estable, es trabajar a nivel cognitivo todo tipo de pensamientos mágicos que puedas tener. Se trata de que sepas afrontar el día a día sin refugiarte en la comida ni en el cuerpo.
Una persona recuperada debe sentirse a gusto consigo misma. Recuperarse es volver a vivir con normalidad, es conseguir que las obsesiones desaparezcan y no pasarte el día pensando en lo que has comido o en lo que vas a comer. No sentirte culpable por todo, estar emocionalmente estable y no estar oscilando de la euforia a la depresión una y otra vez. Es no querer morirse por haber engordado medio kilo. Es abrirse al mundo y dejar de creer que el universo gira alrededor de nosotras. Es volver a tener relaciones sociales, disfrutar de una reunión con los amigos aunque haya que comer. Es no matarse haciendo abdominales…
Todo esto lo he vivido yo en mis propias carnes y es un mundo que, si caes en él, lo mejor que puedes hacer es pedir ayuda. Cuanto antes la pidas, mejor será, pues cuanto más tardas, más te vas cronificando y más cuesta salir.
Está claro que si una quiere, puede salir de esto. Ahora bien, tiene que ponerse firme y ser muy fiel a sus terapeutas o a su equipo médico, seguir todas sus indicaciones, y así saldrá adelante. Hay esperanza, pero nadie dijo que fuese fácil. La recuperación pasa por altos y bajos, pero existe. De hecho, yo he conocido a varias personas que hoy en día están perfectamente recuperadas, así que no perdemos la esperanza de que algún día nosotras también podamos estar recuperadas.
Nina Febrer